OPINIÓN de Amy Goodman Esta semana se cumplieron 50 años de la primer manifestación por el Día de la Tierra y la humanidad celebró este hito en el contexto de un confinamiento mundial, mientras la furia de la naturaleza se abre paso a través de una de las partículas de vida más pequeñas que se conocen, el nuevo coronavirus. Muchos argumentan que los virus no están vivos ya que dependen de los organismos huéspedes para replicarse. Vivo o muerto, el virus SARS-CoV-2 nos está llevando inexorablemente a una “nueva normalidad” y nos obliga a adaptarnos a su amenazadora presencia, al menos hasta que haya tratamientos y vacunas disponibles. Sin embargo, hay miles de coronavirus; derrotamos a uno, pero otro que se traspase de un murciélago o pájaro a los humanos puede atacarnos con la misma facilidad. A medida que penetramos en hábitats de otras especies, diezmando bosques y otras tierras silvestres, aumenta la transmisión zoonótica; esto es, la transmisión de un virus de un animal a un hum