OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave LA SANTÍSIMA TRINIDAD, DOLORES HIDALGO, GUANAJUATO. El pasado 16 de abril del presente año, emprendió el viaje al éter eterno, Rosario Ibarra de Piedra, “la musa de los derechos humanos”, como un periodista anónimo la calificó; vivió 95 años para comprobar que su lucha principal para extirpar del país las desapariciones forzadas es una asignatura pendiente de los gobiernos de todas las nomenclaturas. Desde nuestro muy personal punto de vista, consideramos que el más horrendo de los crímenes es la desaparición forzada, incluyendo el homicidio y demás delitos, porque no sólo es la agresión a las víctimas, sino la destrucción de las familias. Nada es comparable con la incertidumbre que provoca el no saber cuál fue el destino de un ser querido. Esa vida tormentosa de activista social, Doña Rosario la inició en 1974, como consecuencia de la desaparición forzada de su hijo Jesús Piedra Ibarra, quien fue acusado de ser presunto integrante del grupo g