Por Jorge Riechmann .- Para seguir siendo humanos en un mundo irrespirable -y quizá llegar a despertar 1 “Tras el vivir y el soñar”, escribió Antonio Machado en uno de sus PROVERBIOS Y CANTARES, “está lo que más importa: despertar”. Despertar. Una conciencia atenta, vigilante; un esfuerzo consciente por despegarse de la hipnosis que han programado para nosotros. Despertar, en dos dimensiones. Hablaba Juan Ramón Jiménez –en el prologuillo a Tiempo [1] — de dos profundidades: una “vertical al cenit y al nadir” que correspondería a la escritura que él intentó en el poema en prosa Espacio, y otra “horizontal, a los cuatro sinfines” que asociaba con el “memorial largo de prosa” que es Tiempo. Esta caracterización de las dos dimensiones, horizontal y vertical, de la poesía, podemos aproximarla a los empeños de Roberto Juarroz. Poesía vertical, decía Juarroz: podemos entenderla como esa dimensión que traza la línea directa entre el corazón y la estrella, la palabra que indaga en