OPINIÓN de Julio Ortega Cuando un individuo al que sólo le escuchan su botella, su perro y un transeunte que se detuvo por curiosidad habla de igualdad, justicia o revolución, no hay sensación de riesgo ni se hace necesario actuar contra él, porque su discurso queda diluido entre el anonimato, la soledad y el desprecio. En cambio, si provienen de una persona con aptitudes para expresarse, cuyo bagaje cultural le permite apoyar con datos todo cuanto dice y con capacidad para reunir oyentes la cosa varía, pues se enciende la luz de alerta ante la posibilidad de que ese sujeto "subversivo" logre invitar a la reflexión y al pensamiento crítico como prólogo a una actitud de rebeldía social que pueda devenir en la exigencia de una transformación del sistema. Pues eso es justamente lo que le está pasando a Rafael Narbona. Licenciado en Filosofía, crítico cultural, escritor y profesor en un Instituto en San Fernando de Henares (Madrid), se ha convertido en ampolla a reventar