Silvana Melo (APe).- Entonces tendrán que explicarles, en las escuelas, en los parques, en los cumples al aire libre, en las burbujas, que el virus no cayó del cielo, no pasaba por aquí y bajó, no se filtró de un laboratorio ni se lo sopló China a Estados Unidos o viceversa. El coronavirus, la pandemia que no se rinde, el bicho fatal que obliga a la infancia al barbijo y le cancela la fiesta, tiene una fuente animal que saltó a los humanos por responsabilidad absoluta de los mismos humanos. Así lo dijo la Organización Mundial de la Salud (OMS) después de un año y pico feroz de un coronavirus suelto en el mundo. Después de 128 millones de contagios y de tres millones de muertes. En 2012, hace ya nueve años, David Quammen –autor y escritor científico- publicó Spillover. Sin bola de cristal ni borra del café adelantó que un virus zoonótico produciría una gran pandemia. El virus saldría de un animal silvestre –hasta deslizó que sería un murciélago- y que el ser humano tomaría contacto con