OPINIÓN de Víctor Martínez González La temperatura en el océano Ártico aumenta tres veces más rápido que en el resto del planeta y acelera el derretimiento de los casquetes polares de la región, amenazando el ecosistema y la forma de vida de los pobladores de la zona. Sin embargo, el deshielo ha abierto nuevas rutas marítimas bajo las cuales se hallan sumergidos enormes depósitos de petróleo y gas, además de reservas de oro, diamantes, hierro o níquel que muchas potencias están ávidas de explotar. La pugna por el control de las rutas y de los recursos ha comenzado con numerosas reivindicaciones de soberanía del territorio por parte de los siete países ribereños. Los yacimientos petrolíferos del Ártico podrían albergar unos 238.000 millones de barriles de crudo, o incluso el doble, según expertos. El planeta consume unos 30.000 millones de barriles al año, según la International Energy Agency. La explotación de estas reservas sería suficiente para cubrir el consumo mundial de