OPINIÓN de Adela Cortina. - En una conferencia sobre la crisis y sus causas comentaba Carlos Solchaga la frase de un amigo suyo, que reflejaba todo un mundo: “A mí me gustaría vivir como antes, pero pudiendo”. Ese era el sueño de una buena parte de los españoles, recuperar las posibilidades del pasado con dinero suficiente como para disfrutar de ellas. Sin embargo, para quienes creen que es bueno convertir los problemas en oportunidades de progreso, la ocasión parecía única. Incluso economistas neoliberales reconocían que las causas de la crisis no eran sólo los ciclos inevitables, esa especie de destino implacable ante el que sólo queda la resignación, sino también malas actuaciones éticas, ante las que es posible el cambio porque están en parte en nuestras manos. Entre esas causas contaban la falta de transparencia en las prácticas bancarias, en el mundo empresarial y político, el fallo en los mecanismos de regulación y control, la falta de profesionalidad por parte de quienes actuar