Ilka Oliva-Corado
Comenz贸 a llover a eso de las cuatro de la tarde y no ha parado ni un segundo. Fausta se encomienda, le enciende una veladora al Se帽or de Esquipulas y arropa a sus seis pollitos en la cama con el poncho que le compr贸 por pagos a un vendedor que llega todos los jueves desde Momostenango ajenando [1] fundas para las almohadas, s谩banas, ponchos y manteles t铆picos. Siempre llega con su hijo adolescente y se andan todo el pueblo y las aldeas con sus ventas a mecapal[2].
Fausta les daba d贸nde calentar las tortillas en el rescoldo del comal, las llevaban en un morral que se lo cuelgan cruzado en la espalda antes de ponerse la carga de la venta a mecapal. Le dio pena verlos con tanto encima. Pero es que el favor es mutuo, as铆 lo ve Fausta, porque tambi茅n le sirven de compa帽铆a en lo que echa los pishtones [3] en el comal. Siempre los espera con caf茅 de m谩iz o de tortilla hirviendo en el batidor, su olla de frijoles espesos y un cuarto de queso o de reques贸n. Ellos se deleitan con la comida a la que siempre le agregan chile chiltepe que cargan en sus morrales. En 茅poca de calor les hace fresco de masa y cuando est谩 inspirada los recibe con un vaso de chicha de m谩iz amarillo.
A cambio le ayudan a rajar la le帽a y la aperchan[4] en la pared de atr谩s de la cocina. Le llevan a regalar semitas, m谩iz morado y caf茅 tambi茅n de su cosecha. Fausta les consigue compradoras por las que pone la cara para que les f铆en, porque son muy puntuales con los pagos. Fiado es la 煤nica forma en la que pueden comprar, los esposos trabajan de mozos en fincas de Chiquimula y Zacapa y llegan a Escuinapa una vez cada tres meses durante un fin de semana y se vuelven a ir. Para mientras a ellas les toca buscarse el sustento con lo que puedan.
Fausta hace quesadillas de arroz, marquesote, queso y reques贸n. La leche la compra en donde t铆o Tibe, que siempre se la f铆a. Con dolor tambi茅n sacrifica a sus gallinas, las parte, las echa en una pana[5] pl谩stica y se va a ajenarlas al pueblo, no tarda mucho para venderlas, aunque tambi茅n algunas veces le toca dejarlas fiadas. Las vende m谩s r谩pido por pedazos que enteras: algunas compran dos alas, otras las patas, menudo, est谩 quien siempre pide los pescuezos, porque para la pechuga no les alcanza y para las piernas tampoco. N铆a Margarita, la directora de la escuela, siempre le compra las rabadillas.
A ella le ayuda lavando la ropa, la plancha, hace limpieza en la casa y ah铆 saca sus lenes para comprar lo m谩s urgente: sal, az煤car, aceite, royal, lo que necesite para continuar vendiendo sus quesadillas y marquesotes. En tiempos en los que la venta baja, camina m谩s lejos y va hasta la salida del pueblo, siempre con el peque帽o de sus pollitos de apenas cuatro meses de nacido acostado en la manta que se amarra cruzada en la espalda y el otro de dos a帽os sentado a horcajadas en la cintura.
Con n铆a Romelia deja encargados dos, mientras los dos mayores est谩n en la escuela. En la entrada del pueblo est谩 una venta de granos, ah铆 le toca aporrear frijol, desgranar m谩iz y hacer manojos de tusas. Dif铆ciles son los d铆as cuando le baja su menstruaci贸n, el trabajo de aporrear es duro y quisiera estar acostada en la cama, pero dobla un trapo que usa como toalla sanitaria, se toma una taza de t茅 de or茅gano y sin detenerse a pensar comienza a caminar.
Dependiendo la temporada del a帽o as铆 es el trabajo, para las mujeres y los hombres. Pero el trabajo dom茅stico sigue siendo exclusivamente de las mujeres, por eso Fausta se ha propuesto criar a sus seis pollitos de forma distinta, manos tienen ellos y manos tienen las mujeres, les ense帽ar谩 a que se laven ellos mismos su ropa, que cocinen, que hagan limpieza, les ense帽ar谩 a tortear y a que respeten a las mujeres, no como el marido que tiene que se gasta el dinero del trabajo en la cantina y encima llega a pegarle a la casa. Sus hijos no ser谩n as铆, ¡o se quita el nombre!
Llueve tan recio que siente que el cielo se va a desmoronar sobre el techo de teja, los pollitos pronto se despertar谩n con los truenos, no tiene nada caliente para que tomen y apacig眉en el susto. Recuerda que en la cocina tiene un recipiente con suero del que sobr贸 cuando hizo el queso, lo ten铆a para d谩rselo en la ma帽ana a los coches, pero har谩 poleada.
Se pone las botas de hule, destranca la puerta que da hacia el patio, se pone una toalla encima y sale corriendo hacia la cocina. Pone el suero a hervir, le echa unos pedacitos de canela, deshace la masa, se la deja caer y con la paleta comienza a moverlo. Le duelen las rodillas, pas贸 el d铆a en el monte buscando aceitunas para hacer jab贸n. La cocina comienza a impregnarse del aroma del atol de poleada, propio de Comapa y sus aldeas.
Le agrega az煤car y unos granos de sal, receta de Mam谩 Bartola, su bisabuela, que dec铆a que se la ense帽贸 Mam谩 Toribia, su bisabuela. Que contaba a la hora de la oraci贸n, que con eso enga帽aban al hambre en los cerros, en donde en las noches por todo sonido s贸lo se escuchaba el canto de la lechuza cuando esta llegaba a pararse en los palos de plumajillo.
[1] Ajenar: Vocear, ofrecer para la venta.
[2] Mecapal: Faja con dos cuerdas en los extremos que sirve para llevar carga a cuestas, en la espalda, poniendo parte de la faja en la frente y las cuerdas sujetando la carga.
[3] Pisht贸n: Memela; tortilla gruesa.
[4] Aperchar: Colocar objetos, frutos, ropa o le帽a uno encima de otro.
[5] Pana: Palangana, recipiente.
Ilka Oliva-Corado