Por Raúl Allain (*) No sé en qué momento empecé a obsesionarme con este tema. Tal vez fue aquella tarde en la que un viejo amigo, periodista también, me contó cómo en una cobertura en un país del que prefiero no dar el nombre, sintió —literalmente— que sus pensamientos no eran del todo suyos. Lo miré incrédulo, claro, pero él tenía esa mirada de quien ha visto algo que no se puede desver. Desde entonces, la idea de que alguien, en algún rincón, pueda meter mano en la maquinaria íntima de nuestra mente, me persigue. El “control mental” suena a ciencia ficción de serie B, a conspiranoia barata. Sin embargo, basta rascar un poco para que la historia te salpique. No hay que irse muy lejos: durante la Guerra Fría, proyectos como el tristemente célebre MK Ultra, liderado por la CIA, experimentaron con drogas, hipnosis y otras técnicas para “reprogramar” personas. Esto no es rumor ni mito urbano; está en documentos desclasificados. Lo más inquietante es pensar que si hace más de medio siglo y...