Ilka Oliva-Corado Comenz贸 a llover a eso de las cuatro de la tarde y no ha parado ni un segundo. Fausta se encomienda, le enciende una veladora al Se帽or de Esquipulas y arropa a sus seis pollitos en la cama con el poncho que le compr贸 por pagos a un vendedor que llega todos los jueves desde Momostenango ajenando [1] fundas para las almohadas, s谩banas, ponchos y manteles t铆picos. Siempre llega con su hijo adolescente y se andan todo el pueblo y las aldeas con sus ventas a mecapal[2]. Fausta les daba d贸nde calentar las tortillas en el rescoldo del comal, las llevaban en un morral que se lo cuelgan cruzado en la espalda antes de ponerse la carga de la venta a mecapal. Le dio pena verlos con tanto encima. Pero es que el favor es mutuo, as铆 lo ve Fausta, porque tambi茅n le sirven de compa帽铆a en lo que echa los pishtones [3] en el comal. Siempre los espera con caf茅 de m谩iz o de tortilla hirviendo en el batidor, su olla de frijoles espesos y un cuarto de queso o de reques贸n. Ellos se deleitan...