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Los influencers del fusil

Las redes sociales se han convertido en una nueva puerta de entrada a los grupos armados en Colombia. Videos a ritmo de cumbia y corridos buscan atraer a los adolescentes. Noticias ONU ha hablado con dos profesores de zonas de conflicto.







El hijo de Mar铆a * un d铆a no volvi贸 a la casa. “Mi hijo sali贸 de la casa cuando yo no estaba, con una mochila y se fue. Luego me enter茅 de que estaba reclutado”**. Buscando una explicaci贸n, Mar铆a revis贸 su cuenta de Facebook. “Encontr茅 una conversaci贸n con una supuesta novia que le dec铆a que se iba a un grupo armado”.

El caso del hijo de Mar铆a no es 煤nico. Las redes sociales se han convertido en una nueva puerta de entrada a los grupos armados y las organizaciones criminales en Colombia.

En los v铆deos de TikTok, se muestran fiestas, dinero, tenis caros, camionetas, motocicletas. Abundan el emoticono de la hoja verde de tr茅bol, en referencia a la coca, el ninja con la cara cubierta es el guerrillero, el fajo de dinero y la bandera de Colombia.

Al otro lado de la pantalla, hay adolescentes con chancletas gastadas, de familias humildes, a menudo desestructuradas y que viven en las zonas m谩s remotas de Colombia.

“Los atrae una motocicleta de alto cilindraje. Los atrae ser alguien visto poderosamente en el territorio. Y la forma de acceder a esas motos, ellos creen que es a partir de la vinculaci贸n a los grupos y tambi茅n est谩 muy ligado a la producci贸n de coca, porque lo ven como una forma de ascenso”, explica Mario * profesor de una escuela rural.

Asegura que algunos de sus alumnos no conocen otra cosa que una violencia cotidiana, ya normalizada en muchos sectores.

“Por all谩 esto por ahora se est谩 complicando un poquito, porque ya se est谩 empezando a ver el conflicto armado”, dice un joven de un territorio en zona de conflicto. “Empiezan a disparar otra vez, y existe el miedo a que nos recluten”, a帽ade una chica. “Entr贸 la tanqueta al pueblo, el conflicto armado y justamente da帽aron la casa de un compa帽ero m铆o y por eso entramos en virtualidad [en las clases]”.
Una estrategia de enga帽o

Diana* es docente en el Cauca y ha tratado durante 25 a帽os con esta realidad.

“Enfrentan una pobreza extrema, viven en territorios donde el Estado no garantiza los derechos b谩sicos como salud, educaci贸n, protecci贸n. Entonces, en este vac铆o, los grupos armados se presentan como una opci贸n no leg铆tima, pero s铆 cercana a ellos, que ofrece comida, dinero, reconocimiento, una aparente familia”, explica.

“Es una estrategia de enga帽o donde a trav茅s de im谩genes, canciones, videos muestran, un panorama que puede resultar muy atractivo para ni帽os y ni帽as que tienen unas carencias econ贸micas, sociales, culturales, muy fuertes. Les ofrecen salarios fijos, les ofrecen alimento, incluso cirug铆as est茅ticas para las ni帽as”, explica Carlos Alberto De La Torre, representante adjunto de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Colombia.

Cumbia, reguet贸n y corridos son la banda sonora que enaltece la lucha armada. Los guerrilleros solo necesitan un celular para convertirse en influencers.

Seg煤n un informe reciente de la Jurisdicci贸n Especial para la Paz (JEP), en el pa铆s se han identificado 146 cuentas o perfiles en redes sociales, que son utilizadas por integrantes de grupos armados para promover la vinculaci贸n y reclutar menores de edad a sus filas.

“Entonces estos mensajes se convierten en un espejismo de escape. Los v铆deos est谩n dise帽ados con la m煤sica que ellos escuchan, con corridos mexicanos que hablan de poder, de armas, de drogas”, dice la maestra del Cauca. “Estas im谩genes y sonidos de camarader铆a, armas, dinero, motos, autos alta gama, generan en ellos una narrativa aspiracional que seduce a estos chicos que son vulnerables. Esta modalidad de reclutamiento digital representa en estos territorios apartados una amenaza silenciosa”, puntualiza.
M谩s de cien alegaciones de reclutamiento en 2025

Cauca, donde vive Diana, es el departamento con mayor probabilidad de ciber reclutamiento.

Las redes son solo parte de un problema m谩s amplio. En el primer trimestre de 2025, ONU Derechos Humanos recibi贸 118 alegaciones de reclutamiento de ni帽os, ni帽as y adolescentes, de las que verific贸 51 casos. Entre 2019 y 2024, al menos 1206 han sido v铆ctimas de reclutamiento entre 2019 y 2024, de acuerdo con cifras del informe dael Secretario General sobre ni帽ez y conflicto armado. En 2024 se verificaron 450 casos, un aumento del 64 % con respecto al a帽o anterior.

La Oficina dice que las cifras reales son mucho m谩s altas.

“Hay un nivel de subregistro alt铆simo” en el pa铆s y la cifra real es “much铆simo mayor”, porque no siempre hay mecanismos de denuncia o porque muchas veces el reclutamiento se normaliza. “Las familias tienen temor porque los grupos les dicen que si denuncian ya no van a poder tener contacto y ya no van a poder ver a sus hijos”, explica De la Torre.

Cuando las familias callan, los primeros en notar la ausencia suelen ser los profesores. “Cuando un chico no llega, el profe empieza a indagar, llama a los padres. En estas zonas lo m谩s probable es que haya sido reclutado o que est茅 trabajando en cultivos de coca. El profesor investiga, y cuando determina que fue reclutado, intenta activar la ruta institucional. Pero el acceso es muy dif铆cil”, detalla Diana.
Un problema hist贸rico

El reclutamiento de ni帽os y adolescentes ha sido una constante en el conflicto de Colombia. Las estimaciones de la Comisi贸n de la Verdad indican que en el periodo de 1990 a 2017
entre 27.101 y 40.828 ni帽as, ni帽os y adolescentes fueron v铆ctimas de esta violencia.

Hace ocho a帽os el Gobierno y la guerrilla de las FARC-EP firmaron un acuerdo de paz, que ha alcanzado progresos notables.

Sin embargo, la retirada de las FARC de algunas regiones cre贸 un vac铆o de poder que llenaron otros grupos armados, que se disputan las econom铆as il铆citas.

“Ahora hay m谩s de ocho conflictos armados internos entre grupos cada vez m谩s fragmentados. Necesitan j贸venes para mantener el control del territorio, la capacidad de fuego y las econom铆as il铆citas”, dice De La Torre.

Los grupos est谩n presentes incluso en las escuelas. “Almacenan comida en la escuela, usan el ba帽o y la cocina. A veces obligan al profesor a cocinarles. Se asoman por las ventanas mientras damos clase”, relata Laura**. El Informe del Secretario General sobre ni帽ez y conflictos armados verific贸 tambi茅n un aumento en el uso de escuelas para fines militares y en el ataque de escuelas y hospitales.

Cuando los j贸venes llegan a los campamentos, muchas veces en veredas remotas u otros departamentos, quedan totalmente aislados.

“La realidad dista profundamente de la promesa que les venden en redes sociales”, alerta Diana. “Lo que comienza como una ilusi贸n de poder y reconocimiento termina siendo una experiencia marcada por el miedo, el abuso y la p茅rdida de la infancia. Muchos son usados como carne de ca帽贸n”.

Los j贸venes no tienen la preparaci贸n militar que exige su organizaci贸n, pero son obligados a portar almas, a vigilar los cultivos il铆citos, a participar de sus enfrentamientos sin entrenamiento y protecci贸n. Muchos de ellos, detalla la profesora, son sometidos a castigos f铆sicos y a explotaci贸n sexual.

El reclutamiento por parte de grupos armados es un fen贸meno rural y afecta especialmente a ind铆genas y afrodescendientes.

El 48,3% de los casos, que son 260 de los que la Oficina document贸, se concentran en los pueblos ind铆genas.

La Oficina se帽ala que esto tiene un impacto muy fuerte “en la cultura, la identidad y los procesos organizativos de los pueblos”. “Es una forma realmente donde el exterminio de los pueblos cultural y f铆sicamente est谩 avanzando”, a帽ade De la Torre.

En los videos en las redes sociales, las mujeres son presentadas como un premio m谩s para los guerrilleros.

El 39,7% de los de los casos de reclutamiento son ni帽as. “Una vez fui abusada sexualmente por integrantes de un grupo. Luego esos hombres del grupo me buscaban cada fin de semana y me llevaban obligada a una zona para ser violada nuevamente por otros hombres”, narr贸 Sof铆a** a la Oficina.

Diana recuerda el caso de una alumna de 16 a帽os, brillante y carism谩tica. Desapareci贸 y seis meses despu茅s llam贸 a su madre para decirle que estaba bien y que hab铆a conocido a un joven que la cuidaba. Poco tiempo despu茅s, su cuerpo fue hallado en otro departamento.

“Era una chica l铆der, con muchas aspiraciones. Se dej贸 llevar por una falsa expectativa y nunca intent贸 salir. Fue muy triste ver su cuerpo regresar al pueblo. Y ah铆 es donde aparecen las culpas en todos los sectores”, dice Diana, con la voz entrecortada.
La respuesta de las redes sociales

La Oficina de Derechos Humanos ha contactado a Meta y TikTok para pedir medidas. Aunque se han cerrado cuentas, otras nuevas aparecen sin cesar.

“Es clave que fortalezcan su coordinaci贸n con las instituciones del Estado, como la Fiscal铆a, para facilitar investigaciones contra quienes est谩n detr谩s de esta estrategia medi谩tica”, afirma De La Torre.

La ONU pide a las plataformas que asignen recursos para equipos locales capaces de identificar y moderar contenido, evitando que las redes se conviertan en cajas de resonancia para los grupos armados.

UNICEF, por su parte, apoya a escuelas rurales para convertirlas en espacios seguros y garantizar que los ni帽os completen su educaci贸n. En 2024, m谩s de 13.651 ni帽as, ni帽os y adolescentes, y 4424 j贸venes, padres, madres y cuidadores, as铆 como funcionarios p煤blicos, participaron en talleres de estrategias de prevenci贸n de reclutamiento y atenci贸n a v铆ctimas.
Los que regresan

Tras las familias, las escuelas son las primeras en notar la ausencia y las primeras en recibir a quienes regresan.

“Muchos no hablan. Otros intentan impresionar a sus compa帽eros, diciendo que fueron valientes. Mantienen un nivel de fantas铆a. Se presentan como si no hubieran fracasado, sino vivido una experiencia”, expone Mario.

Diana insiste en que la escuela debe desmontar esa narrativa falsa y ofrecer un futuro digno. “Es un di谩logo constante. Hay que abrir su mirada para que vean que hay otras posibilidades”, a帽ade Mario, quien asegura que tambi茅n hay historias felices: “Transformaciones de vida completas, pero no puedo contarlas”.

No puede contarlas para proteger a sus alumnos. Profesores como Mario y Diana trabajan con pasi贸n en zonas de alto riesgo. Otros deben irse, amenazados directa o indirectamente. “Desde la educaci贸n se pueden cambiar vidas. Por eso algunos se quedan. Pero los grupos buscan la manera de sacar a los maestros que se convierten en obst谩culos”, advierte Diana.

Los docentes piden una respuesta estructural. “Falta una pol铆tica p煤blica que garantice acceso a la educaci贸n para que los ni帽os que han logrado desvincularse tengan acceso y de esto puedan tomar ejemplo los dem谩s chicos para que la escuela se vea como un espacio de sanaci贸n. Se necesitan recursos, formaci贸n docente, articulaci贸n con un sistema de justicia. Retomar las clases para ellos no es f谩cil, es pr谩cticamente reconstruir un proyecto de vida que fue interrumpido por esa guerra. Y dependiendo c贸mo se haya presentado la situaci贸n, puede ser o un riesgo para los dem谩s compa帽eros o tambi茅n puede ser la salvaci贸n para muchos otros”, concluye Diana.

*Nombres cambiados por motivos de protecci贸n

** Testimonios recopilados por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Colombia




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