Guardiana del río, guardiana de la vida: la historia de María y el Colectivo de Mujeres del Yurumanguí

En la cuenca selvática y húmeda del río Yurumanguí, donde el agua marca el ritmo de la vida y las lanchas suben y bajan entre veredas, vive doña María. A sus 60 años, su voz firme y pausada narra no sólo su historia personal, sino también su lucha colectiva para salvar vidas y sembrar esperanza en un territorio golpeado por la violencia y el abandono.
Doña María llegó a una de las veredas del río Yurumanguí desde hace 15 años. Allí, junto a su esposo construyó su hogar y criaron a sus hijos, hasta que una madrugada, él desapareció sin dejar rastro, como ha pasado con otros hombres. “Estaba claro que lo habían matado”, dice sin rodeos y sin perder la entereza.

A pesar del dolor, doña María decidió quedarse. Como muchas mujeres del río, supo que su arraigo no solo era emocional, sino vital. “Sin este río, no valemos nada”, afirma. El Yurumanguí es todo: alimento, transporte, comunicación, espiritualidad y vida cotidiana. Desde la destrucción del acueducto hace años, el pueblo carece de agua potable y la vida gira en torno al río: nadar, bañarse, lavar, procesar alimentos, etc.
El río recorre trece veredas que forman parte del Consejo Comunitario del Río Yurumanguí, una estructura que desde 2007 ha sostenido un mandato colectivo por la defensa del territorio, en contra de la minería, los cultivos ilícitos y la presencia de grupos al margen de la ley. En medio de ese tejido comunitario, nació el Colectivo de Mujeres del Río Yurumanguí.
Un punto de quiebre
El colectivo de mujeres se venía gestando desde hacía un tiempo, a finales del 2021, la desaparición de dos jóvenes líderes de la comunidad, provoco un alto en el grupo de mujeres y el silencio se hizo voz.

Durante un mes se reunieron en la vereda San Antonio, lideradas por doña Alia, conocida como la mayora. Fue allí donde se fundó oficialmente el Colectivo de Mujeres, con una consigna clara: “Paridoras y cuidadoras de vida en el territorio”, porque si los hombres estaban siendo silenciados, les tocaba a ellas levantar la voz, proteger a su gente y defender la vida.

Desde entonces, el colectivo se ha convertido en una red de resistencia femenina que abarca todas las veredas del río. Doña María forma parte del grupo, que no solo acompaña y protege, sino que también da respuesta rápida a cualquier vulneración de derechos.
Como parte del proceso de fortalecimiento, doña María participó en los espacios de atención psicosocial colectiva organizados por Alianza -ActionAid, donde mujeres del río compartieron sus historias, tejieron confianza y reforzaron sus redes de cuidado mutuo. Estos encuentros se convirtieron en un espacio seguro para sanar, escucharse y reconocerse en medio del dolor compartido y la esperanza común.
“Es una fuerza femenina maravillosa”, dice doña María. “Como madres, como mujeres, cuidamos la vida”.
Dentro de este espacio seguro, María recordó un episodio que marcó especialmente su memoria: tres jóvenes de la vereda fueron retenidos por un grupo armado río arriba y fueron las mujeres quienes se movilizaron. En lancha, con las camisetas del colectivo y banderas en mano, llegaron hasta la comunidad implicada para exigir respeto y protección. “Todo el río se detuvo”, recuerda doña María. Y lo más importante: los jóvenes fueron devueltos con vida.
La fuerza del colectivo va más allá de las emergencias. También detienen maquinaria minera sin permisos, exigen autorizaciones del Consejo Comunitario y protegen los bienes comunes.

Además de actuar localmente, el colectivo ha extendido sus redes fuera del río. A través de grupos de WhatsApp la red se convierte también en un sistema de comunicación y protección desde la diáspora.
Defender la vida también es celebrar
Pero no todo es lucha. También hay celebración, música y resistencia desde la alegría. Las balsadas —procesiones festivas por el río— llenan el Yurumanguí con cantos y sonidos del cununo y el guasá. En diciembre, dramatizan el nacimiento del Niño Jesús en la capilla; y en julio celebran las fiestas patronales con fervor comunitario. Son momentos donde la cultura se convierte en refugio, memoria y fortaleza.
Doña María no se ve como heroína, pero lo es. Con su voz pausada y su mirada cálida, representa a tantas mujeres que, sin armas, han defendido lo más esencial: la vida, el agua y la comunidad. Su historia es una de miles, pero también es símbolo de lo más valioso que tiene río Yurumanguí: sus mujeres.
Los nombres han sido cambiados por motivos de seguridad y para proteger la privacidad de las protagonistas.
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