OPINI脫N de Carlos Carnicero.- Jordi Pujol ha vivido toda su vida envuelto en la bandera catalana, como una prenda propia, 铆ntima y, al mismo tiempo, institucional. Cuando estall贸 el caso Banca Catalana, como uno de los primeros esc谩ndalos pol铆tico financieros de la transici贸n, Pujol proclam贸 que Catalu帽a era 茅l y atacarle era hacerlo a la naci贸n. Y la magia result贸.
Siempre fue un pol铆tico h谩bil, astuto, prudente, firme y negociador. Con el paso de sus 23 a帽os al frente de la Generalitat, Jordi Pujol dej贸 de ser 茅l mismo y paso a ser, pr谩cticamente, una instituci贸n humana, respetada por todo el mundo, en cierto modo, al margen de la trituradora que siempre ha sido la pol铆tica nacional.
Se entendi贸 con Felipe Gonz谩lez y tambi茅n con Jos茅 Mar铆a Aznar. No recibi贸 castigo en la urnas y su figura, medio rupestre de pay茅s, medio de representante de la burgues铆a ilustrada catalana, adquiri贸 una dimensi贸n por encima de la pol铆tica.
Sus hijos prendieron las primeras sombras. Hay quien achaca esas andanzas a la influencia de su mujer, Marta Ferrusola, pero suena a actitud machista, cuando se trata de un hombre, de un esposo, con tanta personalidad como Jordi Pujol. Los hijos de Pujol no supieron administrar la leyenda de su padre, tal vez porque les gustaban los coches de lujo para llevar dinero a Andorra en bolsas de El Corte Ingl茅s. Mucho ruido que siempre inspir贸 temor a quienes investigaban las cuentas de los hijos del muy honorable.
Al final, la leyenda, el mito del President, implosion贸 desde dentro, desde la confesi贸n del propio Pujol de sus cuentas en Suiza y Andorra, cuando ya estaba acorralado por las autoridades fiscales.
Esto de las herencias es un problema. Se abren las plicas con casi medio siglo de retraso y resulta que pap谩 dej贸 el dinero en Suiza y los herederos, una vez que las cuentas estaban abiertas, aprovecharon la coyuntura y las fueron engordando. Tanto que se descosi贸 la bolsa y qued贸 a la vista de todo el mundo.
Suiza es sin贸nimo de cuentas. Si no que se lo pregunten a los Bot铆n, que dejaron la herencia del abuelo en donde la hab铆a situado, en Suiza, para m谩s patriotismo, en plena guerra civil. Luego fueron listos, negociaron, pagaron una miseria y legalizaron la plata.
Pujol quiso ser Catalu帽a. Y lo fue hasta su confesi贸n. Convengamos, para ser coherentes, que si Jordi Pujol era la encarnaci贸n humana de la naci贸n, 茅sta tambi茅n ha explotado como mito patri贸tico. El m谩s patriota de todos se preocupo de llenar el talego a la sombra de la bandera.
Ahora le toca a Artur Mas gestionar todo este desprop贸sito, la deshonra del nacionalismo catal谩n, porque al padre de la paria le han cogido con la mano en el caj贸n de la pasta. El impacto no puede ser liviano. Y la naci贸n catalana con la que sue帽a Artur Mas ha terminado por convertirse en una pesadilla. Y no solo por las cuentas de Pujol.
Si este episodio fuera una pel铆cula, nadie ir铆a a verla porque ser铆a considerada demasiada ciencia ficci贸n. Pero resulta que es tan real como la misma vida. Como era el mito de honradez patri贸tica de Jordi Pujol.
*ccarnicero.com