Ir al contenido principal

Entradas

★ cambiando lo que somos

Sopa de berro

Ilka Oliva-Corado Sale del supermercado con su bolsa llena de verduras, compr贸 un manojo de berro para hacerlo en caldo, su amigo Joaqu铆n le dijo que, para los d铆as fr铆os en el largo invierno estadounidense, el caldo de berro era lo mejor. Mar铆a solamente ha probado el berro en ensaladas y en las tortitas de carne, a las que algunas veces agrega acelga y en otras el berro, aunque 煤ltimamente tambi茅n las revuelve con tofu. En una mano lleva una libra de uvas que se va degustando una por una, solamente come esta fruta para diciembre porque le recuerdan sus a帽os de adolescencia en su natal Guatemala, teme que si las come en otra 茅poca del a帽o desaparezca el hechizo y olvide para siempre aquella 茅poca de olor a ponche, hoja fresca de pl谩tanos, tamales reci茅n cocidos y el sereno goteando de la l谩mina de la casa en las madrugadas. Le pasa igual con las manzanas rojas de Washington que s贸lo llevan a vender en diciembre al mercado de su natal Camot谩n. En donde vive las venden todo el a帽o, per...

Melaza de granada

Ilka Oliva Corado Despierta, observa el reloj, son las cuatro y veintid贸s de la madrugada.  Abraza las s谩banas y se estira en la cama, se levanta y pone a hervir el agua para el caf茅. Se cepilla los dientes y mientras el agua hierve Cecilio se asoma a la ventana, del otro lado una oscurana espesa que pronto dar谩 paso al amanecer le recuerda que son los 煤ltimos d铆as del verano.  Pronto le tocar谩 guardar la ropa de verano y comenzar a orear la del invierno que al terminar la estaci贸n guardar谩 en bolsas pl谩sticas y para que no agarre el olor del letargo le pone ramitas secas de lavanda y hojas de los cipreses que la gente compra para Navidad y que tira a la basura despu茅s de tres d铆as.  Tambi茅n de la basura que la gente tira en abril ha amueblado el estudio que alquila y se ha dado el lujo de cambiar de decoraci贸n cada a帽o. En Estados Unidos lo que es basura para unos son art铆culos de primera necesidad para otros. As铆 Cecilio ha cambiado en infinidad de ocasiones su vajilla,...

Las mazorcas ore谩ndose

Ilka Oliva-Corado   Cada vez que puede, Perfecto le cuenta al que se va encontrando en su camino que desde hace a帽os tiene a su familia en Estados Unidos y que les arregl贸 papeles a todos sus hijos, que hasta nietos le nacieron en El Norte.  Pero la verdad es otra, la realidad de Perfecto es como la de miles de indocumentados, le da verg眉enza decir que no tiene documentos y el miedo a la deportaci贸n lo hace mentir constantemente sobre su vida en el pa铆s.   Emigr贸 hace m谩s de treinta a帽os, a煤n en la adolescencia.  En su primera noche en El Norte la angustia no lo dej贸 dormir, estaba en un lugar en el que no hablaba el idioma y a miles de kil贸metros de su casa, sin ning煤n familiar cerca. Perfecto se fue con un pu帽ado de muchachos que un d铆a dejaron San Francisco Cajonos, para aventurarse en la b煤squeda de un mejor porvenir para su familia, al otro lado del r铆o Bravo.   Crecido en un pueblo en donde la gente hace siembra comunal, a Perfecto el ego e indiv...

Los sue帽os de Bertita

Ilka Oliva-Corado Por las ma帽anas, Bertita y su mam谩 rajan le帽a en casas de los vecinos que contratan sus servicios, por lo regular adultos mayores que se quedaron solos porque todos sus hijos se fueron al Norte. Bertita de veinte a帽os se amarra en el perraje a su hija de un a帽o y se la acomoda en la espalda, sus otros dos hijos de cinco y de siete son los que se encargan de acomodar la le帽a para no dejar las parvas regadas.  Cuando les va bien logran que les incluyan almuerzo en la paga, unas tortillas que mojan en caldo de hierbas, en un plato de frijoles cocidos o a veces tres tortillas untadas con chirmol. Ya es ganancia, tienen algo para echarle al est贸mago, cuando el d铆a no es tan bondadoso con ellas se esperan a llegar a la casa para poner a hervir en una ollita con agua, unas gotas de aceite y unos granos de sal, unas cuantas tortillas fr铆as para despu茅s sopearlas. Su econom铆a no da para m谩s.  Los hijos de Bertita est谩n en estado de desnutrici贸n, tambi茅n los de sus tre...

La sonrisa de Martina

Ilka Oliva Corado La primera vez que Arnold le peg贸 fue en su primera noche durmiendo juntos, Martina se fue huida con 茅l porque su familia la quer铆a mandar a vivir a la casa de su t铆a Dominga en la capital, para quitarle al harag谩n que la andaba rondando, as铆 le llamaba su pap谩 a Arnold, “el harag谩n sin oficio”. Su mam谩 que hab铆a crecido arreando vacas y torteando para toda la familia y que cuando se cas贸 le toc贸 el mismo oficio, le dijo que de casarse nada hasta que se graduara de algo que la sacara de andar orde帽ando vacas y d谩ndoles de comer a los mozos en la hondonada. El pap谩 de Martina hab铆a logrado comprar treinta manzanas de tierra que quedaban en el guindo de un barranco, ah铆 sembraron milpa, frijol, maicillo y apartaron un pedazo para arrear las vacas que 茅l iba a comprar a El Salvador para revenderlas en tierra fr铆a para el destace. Un a帽o de haberle bajado la primera sangre ten铆a Martina cuando se le apareci贸 Arnold reci茅n aterrizado de Estados Unidos, hab铆a llegado de v...

Fresco de carambola

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado En los primeros a帽os, Filomena anotaba en espa帽ol en una libreta y con un traductor ingl茅s-espa帽ol traduc铆a la lista para comprar en el supermercado, todo para comida kosher. En su natal Siban谩, El Asintal, Retalhuleu, Guatemala, jam谩s escuch贸 de la religi贸n jud铆a y mucho menos de la comida kosher, fue en Chicago en su primer trabajo donde descubri贸 ese mundo de alimentos y rituales tan extra帽os. Al principio le parec铆an ma帽as de gringos, como la de los evang茅licos con sus bocinas a todo volumen en su aldea los domingos de culto y el mont贸n de cucuruchos que bien santos cargando procesiones para Semana Santa, pero malmataban a sus esposas en sus casas. Comida kosher, dec铆a Filomena, pero bien taca帽os para pagarle a los trabajadores un salario justo. A Filomena en ese trabajo le tocaba bailar en un pie: limpiar la casa, lavar la ropa, arreglar a los ni帽os para ir a la escuela y cocinar comida kosher, ni帽os a los que quiso y cuid贸 como si ella los hubiera par...

Una ramita de hierbabuena

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado A las once y treinta de la ma帽ana, Jacinta sinti贸 el olor de la hierbabuena fresca despu茅s de la lluvia y el de unas ramitas de culantro reci茅n cortadas envueltas en una tortilla reci茅n salida del comal, la sensaci贸n del jugo de tomate escurri茅ndose por las comisuras de los labios le hizo extra帽ar a煤n m谩s su natal Olopa, Chiquimula, Guatemala y los a帽os de su infancia en los que la familia estaba unida. Es un d铆a caluroso de principios de mayo, cosa rara, porque el verano aterriza en junio con su can铆cula y las lluvias torrenciales, el calor la hace viajar en el tiempo y regresar a los caminos empolvados de su natal aldea El Carrizal y a su infancia de campesina. En esos vaivenes emocionales Jacinta vuelve a sentir la tierra seca acarici谩ndole las plantas de los pies, el aroma propio de la vega, donde cortaba chico zapotes, mangos, palmitos, malanga, yuca y disfrutaba los surcos de hierbabuena y culantro que sembraba junto a sus hermanos. De los doce s贸lo u...

De sol a sol

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado Francisco tiene la suerte de trabajar de lunes a domingo sin importar el clima. As铆 le cuenta a su mam谩 en su natal Moraz谩n, El Salvador, cada vez que la llama por tel茅fono. El trabajo es duro, pero no tan distinto a la jornada en el campo en su pa铆s natal, donde creci贸 arando la tierra con una yunta de bueyes.  Cuando le dijeron de irse para El Norte, no lo pens贸 dos veces, de eso ya treinta a帽os. Dej贸 los cerros y los r铆os para irse a vivir a una ciudad de rascacielos para trabajar en el s贸tano de uno de estos picando y empacando apios. Pero despu茅s de cinco a帽os sin ver la luz del sol agarr贸 camino hacia California donde estaban sus amigos de infancia y varios miembros de su familia, lo que se encontr贸 ah铆 fue una inmensidad de campos de cultivo y pr谩cticamente a la mitad de su aldea. Conocedor de la labor campesina, se sorprendi贸 de la tecnolog铆a que utilizan en El Norte para trabajar la tierra, el tipo de abono y los tiempos de cosecha. Todo indust...

Turno de madrugada

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado Parte el aguacate por la mitad y saca de la bolsa las tortillas que empac贸 en papel aluminio, le quita la tapadera al recipiente pl谩stico que le queda en la lonchera, ah铆 tiene frijoles fritos y tres huevos cocidos. Envueltos en una servilleta un pu帽o de sal y un chile jalape帽o. En el termo tiene caf茅. Es la hora de la comida. Calandria Guadalupe, comenz贸 a trabajar en la elaboraci贸n de comales de barro a la edad de cinco a帽os, en la comunidad de Santa Mar铆a Magdalena Tiltepequec, Santos Reyes Nopala, Oaxaca, M茅xico, la quinta de doce hermanos, de una familia de artesanos que se dedican a fabricar ollas y comales de barro que salen a vender al mercado. Entre la artesan铆a y la cosecha de ma铆z, su familia se manten铆a a flote, hasta que comenzaron a llegar los utensilios de cocina hechos de tefl贸n, que llevaban los vendedores ambulantes que cruzaban con sus canastos el r铆o Usumacinta. Dec铆an que los hac铆an en Centroam茅rica con la chatarra que transportaban de...

El retorno de Silverio

OPINI脫N de Ilka Oliva Corado Silverio ten铆a dos a帽os cuando su pap谩 emigr贸 de forma indocumentada hacia Estados Unidos, sus hermanas Bartola y Chucita ten铆an tres y cuatro. Durante a帽os s贸lo conocieron su voz cuando 茅l llamaba por tel茅fono los fines de semana y observaron las 煤nicas dos fotograf铆as que ten铆a su madre junto a 茅l, ninguna en familia. Para cuando la tecnolog铆a lleg贸 a su natal Lel谩 Chanc贸, Camot谩n, Chiquimula, Guatemala, ellos no ten铆an dinero para un tel茅fono celular con los que se pueden realizar videollamadas, les lleg贸 en una encomienda que les envi贸 su padre desde Washington donde trabajaba de alba帽il. As铆 fue como Silverio conoci贸 a su padre a los doce a帽os, Bartola a los trece y Chucita a los catorce. Las videollamadas se convirtieron en rutinas de indicaciones, de c贸mo limpiar el sitio para sembrar la milpa, c贸mo abonarla, en qu茅 tiempo, c贸mo aperchar la le帽a en la cocina, c贸mo afilar el machete, componer la teja de la casa y c贸mo capar a los marranos, cosa que...

La luz en la ventana

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado  Corre la cortina y abre las persianas, los rayos de luz atraviesan el polvo en la habitaci贸n, Marcelino vive en un edificio antiguo, descuidado por los due帽os que tienen como inquilinos a migrantes latinoamericanos indocumentados, por eso no se preocupan en hacer las reparaciones obligatorias.   Por m谩s que limpie, el polvo se acumula, como las cucarachas y las hormigas. Marcelino renta un estudio, una habitaci贸n peque帽a donde tiene una estufa, un refrigerador peque帽o y el ba帽o, apenas le queda espacio para moverse. Despu茅s de vivir 12 a帽os en un apartamento con 8 migrantes m谩s, se aventur贸 a rentar un estudio solo. Lo pudo hacer dos a帽os, pero la renta y las obligaciones en su natal Tacan谩, San Marcos, Guatemala, se lo impidieron, por eso renta a otros dos migrantes, uno de M茅xico y otro de El Salvador.  La ropa la guardan en bolsas pl谩sticas porque no hay espacio para muebles, para ahorrarse el espacio de la televisi贸n ven series en su...

Los zancos de Cecilia

OPINI脫N de Olka Oliva-Corado Cecilia nunca imagin贸 que, de trabajar en una maquila en su natal Puerto Lempira, Gracias a Dios, Honduras, llegar铆a a trabajar pintando casas en Estados Unidos. Ella no aterriz贸 en restaurantes de comida r谩pida, tampoco en trabajos de mantenimiento, la esperaba el rubro de la construcci贸n y la jardiner铆a. Aunque en su pa铆s de origen las mujeres que cargan con la familia en hombros est谩n acostumbradas a realizar tareas que por g茅nero les corresponder铆an a los hombres, lo nuevo para ella fue subirse en unos zancos para pintar el cielo de las casas. Cuando emigr贸 le dijeron que trabajo en Estados Unidos hab铆a de sobra, todo depender铆a de a qu茅 estado se iba, si a uno que produce frutas y verduras o a uno industrial. Cecilia emigr贸 siguiendo el amor de Paco, su novio de toda la vida con el que se cas贸 un mes antes de que 茅l emigrara, no le dio tiempo de embarazarse, aunque lo hubiera querido. Pasaron tres a帽os y Paco no la mand贸 a traer como se lo prometi贸, si...

El fr铆o en la di谩spora

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado Campestre siempre ha querido comprarse unas botas de invierno, pero su econom铆a es tan precaria a pesar de sus tres trabajos. Se las imagina, se ve con sus botas puestas cubriendo sus pies de las temperaturas bajo cero. La ropa de invierno es cara y las botas mucho m谩s, tener ropa de invierno es una opulencia para un migrante indocumentado como Campestre, de 76 a帽os, sin derechos laborales.    Quisiera una chumpa [1]   y  unos guantes enguatados, tambi茅n un pantal贸n, la ropa que usa para trabajar no lo ayuda con el fr铆o, es la misma ropa de verano. Entonces se pone dos pantalones, dos camisas y dos chumpas, dos pares de calcetines y los zapatos m谩s gruesos que tenga as铆 no le traspasa tanto el fr铆o cuando anda limpiando el estacionamiento del centro comercial en las ma帽anas.    Le ayudar铆a mucho tambi茅n tener ropa adecuada en su segundo trabajo en las tardes, empujando carretas en un supermercado. No es mucho lo que le...

Otros horizontes

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado Escucha a lo lejos la alarma del reloj despertador, voltea a ver, son las tres y treinta de la madrugada, se levanta adormitado y camina hacia el ba帽o, desde la noche anterior dej贸 la cubeta llena con agua para no tener que ir a esa hora a sacarla al tonel que est谩 en el patio. En un costal tiene cuatro mudas de ropa, saca una que planch贸 la noche anterior y se alista para esperar al repartidor de pan que no tarda en llegar.    En una de las dos hornillas de la estufa de mesa pone a calentar los frijoles, en la otra calienta las tortillas, del refrigerador saca una bolsa con crema y queso fresco del que pas贸 dejando el vendedor que llega desde Taxisco cada semana, se sirve una taza de caf茅 y del canasto del pan saca dos zepelines. Se sirve los frijoles, coloca las tortillas en una manta y comienza a desayunar, son las cuatro de la ma帽ana, en una hora tiene que abrir la abarroter铆a, pero antes a Ovidio le toca limpiar y organizar el mostrador como t...

Su majestad el Rey Pel茅

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado Las generaciones m谩s j贸venes creen que el f煤tbol se invent贸 hace diez a帽os y que los campos sint茅ticos o engramillados siempre han estado ah铆, al igual que la cercan铆a y sobreexposici贸n de las redes sociales que todo lo magnifican a favor de las grandes empresas de la explotaci贸n inform谩tica y mafias que rodean el f煤tbol. De ah铆 que creen con inversiones millonarias en propaganda cada diez a帽os a jugadores estrella que les servir谩n para la venta de camisetas, audiencia televisiva y entradas a los estadios. Imponi茅ndoles as铆 a un 铆dolo a las masas mundiales que son tan manipulables. M谩s all谩 de todo eso est谩 Pel茅, que jug贸 con pelota de piedra, en campos enlodados y sin reglamentos de f煤tbol renovados a帽o con a帽o que faciliten cada vez m谩s el desarrollo del juego para el 煤nico fin de ser un espect谩culo m谩s all谩 del deporte y el esp铆ritu del juego limpio. Muchos podr谩n estar en contra eso no quita que Pel茅 sea el m谩s grande jugador de f煤tbol de todos los ti...

A la hora del sereno

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado A las tres de la madrugada ya tienen preparadas las redes de zanahorias, remolachas y r谩banos. Las lavaron la noche anterior, las consiguen m谩s baratas cuando los campesinos las arrancan de sus sembrad铆os y se las entregan directamente. Este a帽o tambi茅n se aventuraron a comprar cocos para el ponche de las fiestas de fin de a帽o, aunque para conseguirlos tienen que viajar desde Chimaltenango hasta Escuintla o a veces hasta Suchitep茅quez lo que representa un gasto extra y muy fuerte para su econom铆a tan fr谩gil.    Los padres de Ixmucan茅 lograron comprar un puesto dentro del mercado despu茅s de veinte a帽os vendiendo en las afueras colocando sus verduras sobre un nailon, aguantando fr铆o, lluvia y sol.  Eso gracias a que una hermana de su mam谩 que vive en Estados Unidos como indocumentada y que trabaja en un matadero de pollos les envi贸 el dinero, de otra forma jam谩s hubieran podido, es algo que siempre   le recuerda su mam谩 a su...

El d铆a que escampe

OPINI脫N de Ilka Olica-Corado S贸lo le falta amarrarse las cintas de los tenis y est谩 lista, con su uniforme bien planchado y su cabello cuidadosamente sujetado, Soledad est谩 por comenzar su tercera jornada de trabajo. Se asoma por la puerta de la cocina y ve el sal贸n lleno a reventar, calcula por lo menos unas quinientas personas a las que tienen que atender entre seis meseros, tres mujeres y tres hombres. En las ma帽anas trabaja de costurera en una lavander铆a, los remiendos que hace le agrandan la billetera al due帽o del negocio, a ella le paga una m铆nima cantidad pero que le sirve para ayudarse a pagar la renta de la casa que alquila   junto a sus hijos.  En las tardes limpia casas y sale de ah铆 despepitada para el sal贸n de banquetes donde trabaja en las noches, otro lugar donde le pegan menos del salario m铆nimo como le toca a la mayor铆a de indocumentados en el pa铆s. Migr贸 hace treinta y cinco a帽os, cuando ten铆a cuarenta y cinco. En Estados Unidos el tiempo para los indocumenta...

El anhelo del vendedor

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado   Enciende la plancha y prepara un vaso de agua para rociarle con los dedos sobre el pantal贸n. Fulgencio sigue con la tradici贸n de su abuelo materno, usa camisas y pantalones de vestir, su茅ter de lana y zapatos tipo mocasines.  Siempre con su pa帽uelo de tela bien planchado y cuidadosamente doblado guardado en la bolsa de atr谩s del pantal贸n. Usa el mismo cincho de cuero desde hace cuarenta a帽os.   Ya que tiene su mudada lista se va a ba帽ar con el agua fr铆a del tonel, pero primero lava la muda de ropa del d铆a anterior y la deja secando. Se restriega los carca帽ales con las piedras pomas que compra en el mercado en el local de do帽a Juanita que es la vendedora m谩s antigua, con treinta a帽os en el puesto, empez贸 vendiendo pashtes  [1]  y hoy en d铆a tiene piedras pomas, bolsas de arena roja, copal,  2  veladoras, siete montes y   puros.    Cuando le alcanza el dinero Fulgencio compra pasta de...

ARCHIVOS

Mostrar m谩s


OTRA INFORMACI脫N ES POSIBLE

Informaci贸n internacional, derechos humanos, cultura, minor铆as, mujer, infancia, ecolog铆a, ciencia y comunicaci贸n

El Mercurio (elmercuriodigital.es), editado por mercurioPress/El Mercurio de Espa帽a bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra informaci贸n es posible