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Fresco de carambola

OPINI脫N de Ilka Oliva-Corado

En los primeros a帽os, Filomena anotaba en espa帽ol en una libreta y con un traductor ingl茅s-espa帽ol traduc铆a la lista para comprar en el supermercado, todo para comida kosher. En su natal Siban谩, El Asintal, Retalhuleu, Guatemala, jam谩s escuch贸 de la religi贸n jud铆a y mucho menos de la comida kosher, fue en Chicago en su primer trabajo donde descubri贸 ese mundo de alimentos y rituales tan extra帽os.




Al principio le parec铆an ma帽as de gringos, como la de los evang茅licos con sus bocinas a todo volumen en su aldea los domingos de culto y el mont贸n de cucuruchos que bien santos cargando procesiones para Semana Santa, pero malmataban a sus esposas en sus casas. Comida kosher, dec铆a Filomena, pero bien taca帽os para pagarle a los trabajadores un salario justo.

A Filomena en ese trabajo le tocaba bailar en un pie: limpiar la casa, lavar la ropa, arreglar a los ni帽os para ir a la escuela y cocinar comida kosher, ni帽os a los que quiso y cuid贸 como si ella los hubiera parido pero que se avergonzaban de ella, de la sirvienta guatemalteca que apenas hablaba ingl茅s. Filomena conoci贸 ese dolor tan crudo siendo emigrante, que era el mismo dolor de la mayor铆a de empleadas dom茅sticas y ni帽eras que cuidaban y trataban a los ni帽os donde trabajaban como propios.

Al principio todo fue extra帽o, Estados Unidos era otro mundo, enormes autopistas, trenes, edificios alt铆simos, parques por todos lados, piscinas p煤blicas a m谩s no poder. Despu茅s de treinta a帽os viviendo en el pa铆s Filomena sigue sorprendi茅ndome con la cantidad de rostros tan diferentes que ve a diario cuando viaja en el tren hacia su trabajo, le maravilla ver personas de todas partes del mundo y que hablan idiomas tan distintos.

No ha aprendido a manejar porque en treinta a帽os el dinero de su trabajo lo env铆a semanalmente para su familia, al principio para sus pap谩s y los cinco hijos que dej贸, en el presente es para los hijos y los nietos, a todos los hijos les compr贸 casa y se las amuebl贸. Tres veces al a帽o les env铆a encomiendas en las que se desvive llenando las cajas de ropa, zapatos, juguetes, electrodom茅sticos y todo lo que se les ocurra a sus hijos y nietos que le env铆an listas con las peticiones.

La 煤ltima vez que recibi贸 una llamada para el D铆a de la Madre fue hace diez a帽os, de uno s贸lo de sus hijos, a Filomena le duele, pero se culpa porque ella los dej贸 para irse a trabajar a Estados Unidos y piensa que no tiene derecho a exigirles ni siquiera una llamada telef贸nica. De su cumplea帽os dejaron de recordarse hace muchos a帽os, para Navidad es ella la que llama.

De reci茅n llegada tuvo la oportunidad de casarse con un inmigrante liban茅s que trabajaba en una panader铆a kosher, 茅l de cuarenta y cinco y ella de veintis茅is, pero dijo que no porque no quer铆a ponerles un padrastro a sus hijos, con cincuenta y seis a帽os y treinta viviendo de indocumentada, Filomena se arrepiente de no haberse casado con el liban茅s, tal vez hubiera tenido una casa con un jard铆n y no vivir铆a en un apartamento en Chicago con siete migrantes centroamericanas m谩s.

Lo hubiera llevado a Guatemala a conocer el mango de pashte y los chico zapotes. Tal vez hubiera conocido El L铆bano y la comida de por all谩 de por por谩lles, pero malaya, se dice a s铆 misma cuando los pensamientos la entretienen mientras est谩 atareada doblando ropa en su trabajo. Cuando los dolores en las venas inflamadas la hacen llorar piensa en que hubiera podido tener un seguro m茅dico al que no tienen acceso los indocumentados. Se desmostola la cabeza en pensamientos del hubiera, hubiera tenido a ese hombre por compa帽ero de vida porque s铆 le gustaba, no los otros borrachos que la invitaban a salir.

Filomena siempre ha so帽ado con un jard铆n, por eso cuando les compr贸 las casas a sus hijos en un sector exclusivo de Retalhuleu se cercior贸 de que tuvieran terreno de sobra para un jard铆n de plantas tropicales. Vive en el tercer piso de un edificio que en tiempo de invierno las escaleras se ponen resbalosas cuando bajan las temperaturas y la nieve se convierte en hielo negro, durante esa estaci贸n Filomena es cuando m谩s extra帽a la vegetaci贸n tropical y el clima de su natal Siban谩.

En las noches tiene un segundo trabajo remendando ropa para una lavander铆a, duerme apenas cuatro horas al d铆a, con lo que gana ah铆 paga la renta y los gastos de su alimentaci贸n, pero no pierde la esperanza de que un d铆a pueda salir de ese apartamento y comprarse una casa con un jard铆n. En el verano sembrar铆a tomates, culantro, hierbabuena, chile dulce, algunas matas de milpa y se sentar铆a a la sombra de un arce a tomarse un fresco de carambola, como lo tomaba en su infancia acostada en la hamaca debajo del palo de mango de pashte. Como utop铆a no pierde la esperanza de que un d铆a lleguen sus hijos y nietos a visitarla, se los imagina a todos comiendo en familia, les presentar铆a al liban茅s que sigue trabajando en la panader铆a kosher y a su esposa salvadore帽a, su 煤nica familia en Estados Unidos.




Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com




Ilka Oliva-Corado. @ilkaolivacorado

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