Carlos Luna Arvelo

Este 15E las maestras y maestros de la educaci贸n p煤blica venezolana tienen poco que celebrar o quiz谩s es m谩s justo decir tienen muy poco con que celebrar su D铆a.
Claro que no faltara el ingenio, la creatividad y la pasi贸n que llevara a que en muchas escuelas, a pesar de la dif铆cil y dura realidad que se vive, aun las maestras logren sentir que vale la pena mantenerse entregadas de cuerpo y alma a la noble profesi贸n que escogieron o que las escogi贸 a ellas.
Indudablemente que desde siempre la labor de maestras (y los escaso hombres que nos coleamos entre ellas) ha sido ardua y la compensaci贸n material que han recibido por ejercerla est谩 lejos de resarcirlas (los) plenamente. Nunca habr谩 dinero suficiente que pague la labor que cumplen diariamente quienes asumen el compromiso de educar a ni帽os y ni帽as.
La vocaci贸n por lo que hace una maestra, cada d铆a, complementa en alguna medida la escasa retribuci贸n material que recibe. Pero en nuestra sociedad en los d铆as que corren esta situaci贸n se ha extremado y en ocasiones amenaza con llegar a sus l铆mites, no son pocos los docentes (especialmente a nivel de educaci贸n media) que han dejado la profesi贸n que por a帽os ven铆an desempe帽ando, para ocuparse de otras actividades que le permitieran sufragar los gastos de la vida corriente.
Ninguna maestra cuando se inicia en la profesi贸n lo hace aspirando que en el futuro llegara a atesorar cuantiosas riquezas, ni que la profesi贸n le proporcionara modos de vida dispendiosos de lujos y derroches. No, la mayor铆a de ellas, escogieron ese camino conscientes del valor de la entrega y del amor por el semejante.
Pero lo que no deber铆a aceptar la sociedad, bajo ning煤n concepto, es que las maestras no reciban la compensaci贸n material que les permita vivir con los niveles m铆nimos de dignidad que merecen, ellas y sus familias. No deber铆a justificarse, de ninguna manera, que la compensaci贸n que reciben nuestras maestras hoy, este en el limite inferior de los recursos que les permite una vida digna. Cuando los ingresos de una maestra no le permiten cubrir demandas esenciales de la canasta alimentaria ($500), es claro que se ha traspasado la frontera de lo aceptable.
Es responsabilidad del Estado garantizar a las maestras de la educaci贸n publica salarios dignos. Pero es responsabilidad de la sociedad asegurarse de que las maestras reciban el trato que se merecen de parte de su empleador.
Si el Estado no cumple cabalmente con la responsabilidad que tiene con quienes tienen la profesi贸n de educar, debe la sociedad empe帽arse en que sus maestras reciban el trato digno que se merecen. De lo contrario, la sociedad no merece las maestras que tiene.
Carlos Luna Arvelo
Este 15E las maestras y maestros de la educaci贸n p煤blica venezolana tienen poco que celebrar o quiz谩s es m谩s justo decir tienen muy poco con que celebrar su D铆a.
Claro que no faltara el ingenio, la creatividad y la pasi贸n que llevara a que en muchas escuelas, a pesar de la dif铆cil y dura realidad que se vive, aun las maestras logren sentir que vale la pena mantenerse entregadas de cuerpo y alma a la noble profesi贸n que escogieron o que las escogi贸 a ellas.
Indudablemente que desde siempre la labor de maestras (y los escaso hombres que nos coleamos entre ellas) ha sido ardua y la compensaci贸n material que han recibido por ejercerla est谩 lejos de resarcirlas (los) plenamente. Nunca habr谩 dinero suficiente que pague la labor que cumplen diariamente quienes asumen el compromiso de educar a ni帽os y ni帽as.
La vocaci贸n por lo que hace una maestra, cada d铆a, complementa en alguna medida la escasa retribuci贸n material que recibe. Pero en nuestra sociedad en los d铆as que corren esta situaci贸n se ha extremado y en ocasiones amenaza con llegar a sus l铆mites, no son pocos los docentes (especialmente a nivel de educaci贸n media) que han dejado la profesi贸n que por a帽os ven铆an desempe帽ando, para ocuparse de otras actividades que le permitieran sufragar los gastos de la vida corriente.
Ninguna maestra cuando se inicia en la profesi贸n lo hace aspirando que en el futuro llegara a atesorar cuantiosas riquezas, ni que la profesi贸n le proporcionara modos de vida dispendiosos de lujos y derroches. No, la mayor铆a de ellas, escogieron ese camino conscientes del valor de la entrega y del amor por el semejante.
Pero lo que no deber铆a aceptar la sociedad, bajo ning煤n concepto, es que las maestras no reciban la compensaci贸n material que les permita vivir con los niveles m铆nimos de dignidad que merecen, ellas y sus familias. No deber铆a justificarse, de ninguna manera, que la compensaci贸n que reciben nuestras maestras hoy, este en el limite inferior de los recursos que les permite una vida digna. Cuando los ingresos de una maestra no le permiten cubrir demandas esenciales de la canasta alimentaria ($500), es claro que se ha traspasado la frontera de lo aceptable.
Es responsabilidad del Estado garantizar a las maestras de la educaci贸n publica salarios dignos. Pero es responsabilidad de la sociedad asegurarse de que las maestras reciban el trato que se merecen de parte de su empleador.
Si el Estado no cumple cabalmente con la responsabilidad que tiene con quienes tienen la profesi贸n de educar, debe la sociedad empe帽arse en que sus maestras reciban el trato digno que se merecen. De lo contrario, la sociedad no merece las maestras que tiene.
Carlos Luna Arvelo