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Indígenas rusas contra la guerra

Durante la escalada de represión tras la invasión a gran escala de Ucrania por Rusia, 172 organizaciones indígenas y decoloniales han sido designadas como “terroristas” por las autoridades rusas

La Fundación Yakutia Libre ha denunciado numerosos casos de violencia contra las mujeres a manos de hombres que vuelven de la guerra

Con los hombres reclutados en masa para combatir en Ucrania, las mujeres tienen que llevar a cabo tareas físicamente exigentes tradicionalmente compartidas con los hombres o llevadas a cabo principalmente por ellos

Victoria Maladaeva, Zarema Gasanova y Viliuia Choinova, tres indígenas rusas que hacen activismo contra la guerra* © AI



AMNISTÍA INTERNACIONAL

La organización Amnistía Internacional entrevistó a tres activistas indígenas rusas, actualmente en el exilio, para hablar sobre el impacto que la guerra de Rusia contra Ucrania ha tenido en su activismo, en sus comunidades y en el liderazgo de las mujeres.

Zarema Gasanova es una activista feminista y por los derechos del pueblo indígena ávaro de Daguestán, Victoria Maladaeva es una activista buriata-mongola y cofundadora de la Fundación de Indígenas de Rusia, y Viliuia Choinova es una ingeniera ambiental y activista yakuta de la república de Sajá que actualmente cursa estudios en Berlín.

Amnistía: ¿Cómo ha afectado a las mujeres indígenas de Rusia la invasión a gran escala de Ucrania?

Victoria: En Rusia, las mujeres carecían de protección frente a la violencia de género en el ámbito familiar incluso antes de la guerra. Los hombres se han visto desproporcionadamente afectados por la movilización militar en las repúblicas con una población indígena importante, como Yakutia, Buriatia o las repúblicas del Cáucaso septentrional.

En un pueblo de Buriatia, las mujeres locales dieron la voz de alarma por que todos los hombres de la localidad habían sido reclutados para luchar en Ucrania. Ahora que las tropas movilizadas están volviendo a casa, hay informes que indican un aumento de los índices de abusos en el ámbito familiar y de los femicidios.

La Fundación Yakutia Libre ha denunciado numerosos casos de violencia contra las mujeres a manos de hombres que vuelven de la guerra. Esto es sólo el principio; es probable que haya incluso más casos cuando decenas de miles de soldados vuelvan a casa.

Viliuia: Muchas familias indígenas del norte, como las de mi república de Sajá natal, dependen de actividades tradicionales, por ejemplo el pastoreo de renos, la pesca y la agricultura, para subsistir. Con los hombres reclutados en masa para combatir en Ucrania, las mujeres tienen que llevar a cabo tareas físicamente exigentes tradicionalmente compartidas con los hombres o llevadas a cabo principalmente por ellos. Eso ha aumentado considerablemente su carga de trabajo y ha hecho más difícil su subsistencia, especialmente en las regiones con infraestructuras deficientes y climas duros.

La guerra también ha trastocado la capacidad de conservar prácticas culturales tradicionales, que requieren conocimientos generacionales a menudo transmitidos por los hombres, con lo que existe un riesgo de pérdida de continuidad cultural. En un contexto en que las poblaciones indígenas ya están en declive debido a los elevados índices de mortalidad y las bajas tasas de natalidad, el reclutamiento desproporcionado de hombres indígenas exacerba aún más este problema y pone en riesgo la supervivencia a largo plazo de los pueblos indígenas.

Zarema: Mientras los hombres son reclutados para el ejército desproporcionadamente, las mujeres se quedan cargando con el peso de la resistencia sobre sus espaldas. Cuando Vladimir Putin anunció la movilización militar en septiembre de 2022, un gran número de mujeres de Daguestán salieron a las calles a protestar. Se enfrentaron a las autoridades y les recordaron que Ucrania no había invadido Rusia, hicieron barricadas para bloquear los vehículos policiales y trataron de liberar a las personas arrestadas por la policía. Durante la dispersión de las protestas, la policía actuó de manera especialmente violenta contra las mujeres; las empujaron, golpearon, arrastraron e insultaron.

Victoria: Efectivamente, son las mujeres las que esconden a sus esposos y familiares para que no los movilicen. Casi todas las peticiones de ayuda que recibo son de mujeres que buscan una manera de que sus hijos, esposos o padres no sean enviados a la guerra. Son mujeres indígenas las que escriben cartas, se ponen en contacto con organizaciones de derechos humanos y luchan por sus seres queridos.

Amnistía: ¿Cómo ha afectado la invasión en gran escala a su activismo?

Viliuia: Denunciar la guerra de Rusia contra Ucrania y alzar la voz contra las políticas coloniales rusas se ha convertido en algo cada vez más peligroso; hay activistas indígenas que se enfrentan a encarcelamiento, el exilio o violencia. La reciente designación de 172 organizaciones indígenas y étnicas como “terroristas” ha criminalizado el activismo indígena, lo que ha hecho que sea prácticamente imposible actuar de manera legal y ha obligado a muchas personas a exiliarse o a trabajar en la clandestinidad.

Pese a las dificultades, el conflicto también ha creado oportunidades para la colaboración, ya que ahora las organizaciones internacionales están prestando más atención a las cuestiones indígenas en Rusia y se está reforzando la solidaridad mundial con otros movimientos decoloniales.

Zarema: Tuve que salir de Rusia debido al riesgo de sufrir persecución por mi postura antibelicista. Ahora, en el exilio, mi activismo se ha centrado en la sensibilización internacional, en apoyar a las comunidades indígenas que se resisten a la militarización y en crear redes de solidaridad entre los pueblos indígenas que afrontan dificultades similares.

La invasión a gran escala ha hecho que el activismo indígena sea más peligroso, especialmente en el Cáucaso septentrional. Las narrativas coloniales rusas llevan mucho tiempo describiendo el Cáucaso como una región agresiva y marginada. El gobierno enmarca cualquier activismo que se lleve a cabo en la región como una amenaza para el Estado y tilda de peligro social a las personas indígenas que hacen activismo, con lo que su disidencia parece más amenazante.

Pese las dificultades, los y las activistas indígenas siguen alzando la voz, llamando la atención sobre injusticias sistémicas y defendiendo sus comunidades.

Victoria: Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, mi activismo se ha hecho más visible y ahora recibo amenazas frecuentes. Aunque no vivo en Rusia, tengo que tomar precauciones de seguridad, pues recibo amenazas de que vienen a por mí, incluso aquí, en Estados Unidos. Mis cuentas de redes sociales sufren ataques constantes y, en un momento dado llegué a recibir diariamente entre 3 y 5 notificaciones de intento de hackeo de mi Instagram.

Pese a ello, el activismo también me ha permitido conocer a personas valientes y honestas de distintas regiones. A todas nos une una lucha común: la lucha por la supervivencia de nuestros pueblos. Estamos construyendo redes de solidaridad y trabajando en proyectos conjuntos. Juntas somos fuertes y nos apoyamos mutuamente.

Amnistía: En un país como Rusia, en el que la mayoría de los cargos políticos influyentes los ocupan hombres, muchos grupos en favor de los derechos de los pueblos indígenas están liderados por mujeres. ¿Por qué?

Viliuia: El liderazgo de las mujeres en los movimientos por los derechos de los pueblos indígenas es un reflejo tanto de las estructuras sociales indígenas como del sistema colonial. En la república de Sajá, los roles sociales de hombres y mujeres han sido tradicionalmente más igualitarios, y las mujeres a menudo ejercen de matriarcas y desempeñan funciones esenciales en la toma de decisiones, las actividades económicas y la preservación de la cultura. Esa fuerte presencia tanto en el ámbito doméstico como en la vida pública se ha traducido en liderazgo en el activismo.

En mi familia, las mujeres han sido ambiciosas, han obtenido títulos universitarios, poseen pequeños negocios e incluso son mecánicas de automóviles. Mientras tanto, los hombres han seguido con los modos de vida tradicionales o se han dedicado a empleos prácticos en los sectores de la construcción, los servicios comunitarios, el transporte y la minería. Este contraste refleja una realidad más amplia de las comunidades indígenas, en la que las mujeres a menudo llevan la iniciativa en materia de educación, negocios y activismo, mientras que los hombres se dedican a trabajos físicamente exigentes que los mantienen lejos de casa durante largos periodos.

Zarema: Las mujeres indígenas tienen una sólida tradición de resistencia, impulsada por su responsabilidad para preservar la lengua, la cultura y las tradiciones frente a la opresión colonial. Los movimientos de base, como la Resistencia Feminista Antibelicista aúnan la agenda feminista y la decolonial ofreciendo un espacio para que las mujeres indígenas luchen tanto contra la opresión colonial como contra la basada en el género. El carácter autoritario del gobierno ruso no deja espacio para la participación indígena en política, lo que obliga a las mujeres a centrarse en el activismo de base.

Amnistía: ¿Cómo puede apoyar la comunidad internacional a las mujeres indígenas de Rusia?

Zarema: Hay muchas maneras de apoyarnos. La gente de fuera de Rusia puede ayudar a amplificar nuestra voz compartiendo nuestras historias y perspectivas. Los medios de comunicación internacionales pueden ayudarnos a rebatir la propaganda rusa y las narrativas del Kremlin que usan a los pueblos indígenas como símbolo de lealtad al Estado. Las organizaciones internacionales pueden ayudarnos a defender los derechos de los pueblos indígenas en instituciones internacionales como la ONU, garantizando que haya voces indígenas de Rusia presentes en los debates sobre los derechos humanos y la decolonización. También pueden ayudarnos a establecer conexiones entre activistas indígenas de Rusia y de otras regiones colonizadas. Compartir experiencias y estrategias puede reforzar los esfuerzos de resistencia.

Al apoyar a las mujeres indígenas de Rusia, la comunidad internacional contribuye tanto a los esfuerzos antibelicistas como a la lucha más amplia en favor de los derechos de los pueblos indígenas y de la decolonización.

Victoria: Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos es la falta de apoyo económico para nuestros proyectos. Las organizaciones indígenas no sólo sufren marginación, sino que además su funcionamiento a menudo se basa en el voluntariado. Contar con apoyo para acceder a financiación nos ayudaría a redoblar nuestros esfuerzos.

Viliuia: A pesar de la importancia de nuestra presencia en los espacios globales de incidencia, sigue siendo difícil para los pueblos indígenas acceder a esas plataformas, debido a las limitaciones económicas, a los procesos burocráticos de obtención de visados y a las estructuras institucionales excluyentes. Abordar estos desafíos es esencial para garantizar que las perspectivas indígenas no sólo se incluyan en los procesos globales de toma de decisiones, sino que se les dé prioridad.

La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto de manera más clara que nunca la naturaleza colonial de Rusia. Las mujeres indígenas de Rusia no sólo somos víctimas de esta guerra, también estamos en primera línea de la defensa de nuestros pueblos, de nuestra cultura y de nuestras tierras. La comunidad internacional debe reconocer nuestras luchas, amplificar nuestras voces y apoyar nuestro derecho a la autodeterminación. La decolonización no es sólo un concepto teórico; es un proceso necesario para lograr justicia y una paz duradera.


*Zarema Gasanova es una activista feminista y por los derechos del pueblo indígena ávaro de Daguestán, Victoria Maladaeva es una activista buriata-mongola y cofundadora de la Fundación de Indígenas de Rusia, y Viliuia Choinova es una ingeniera ambiental y activista yakuta de la república de Sajá que actualmente cursa estudios en Berlín.

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