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Dame pan y dime tonto

OPINI脫N de Vicent Boix   

Durante seis d铆as de la semana su despertador est谩 programado a las dos de la ma帽ana. A esa hora la mayor铆a estamos atrapados por los encantos de Morfeo, pero Ram贸n se levanta fielmente y sin rechistar. Lega帽oso llega al cuarto de ba帽o donde una ducha lo acaba situando en el nuevo d铆a que comienza. Se viste con su ropa de faena, baja por las escaleras apresuradamente y cruza la calle hasta llegar a su panader铆a. All铆 le espera su ayudante, Manolo, que le indica que la noche veraniega est谩 siendo poco generosa con la temperatura, y por tanto, esta madrugada se sudar谩 la gota gorda al lado del horno.

A las seis de la ma帽ana alguien llama a la puerta trasera que da justamente a la sala de fabricaci贸n. Ram贸n deja de amasar y cubierto con una capa de harina abre la puerta. Es Silvia, la encargada de una empresa de embutidos situada en una localidad colindante, que todos los d铆as compra una barra de pan artesano para poder almorzar en el trabajo. Ella siempre repite, que pocas cosas existen como un buen bocado del pan reci茅n hecho que paciente y concienzudamente prepara Ram贸n. Para Andrea, un oasis en el desierto laboral, que le permite escapar de la realidad protagonizada por el estr茅s, las reprimendas de su jefe Enrique y el agobio por si la n贸mina no se ingresa a tiempo.

Ram贸n lleva treinta a帽os repitiendo la misma rutina y recibiendo alabanzas de una cada vez m谩s mermada clientela, que degusta d铆a tras d铆a ese pan crujiente 煤nico e incomparable. 脡l se muestra feliz, sonriente y bromista, pero dentro de su ser el cansancio y la desaz贸n se van apoderando. Muchos a帽os cumpliendo cabalmente con un trabajo exigente que lo sumerge en un horario agotador, mientras observa impotente como los tiempos cambian y la reciente crisis econ贸mica ha torpedeado el futuro de su peque帽o negocio. Muchos clientes de anta帽o pasan de largo a la siguiente calle, donde en un supermercado compran el pan a mitad de precio. La calidad no es comparable, pero estas personas, si hay que apretarse el cintur贸n, prefieren hacerlo en la comida y no en el tel茅fono m贸vil de 煤ltima generaci贸n.

Respetable dice un resignado Ram贸n, mientras que una comprometida Silvia se despide hasta la madrugada siguiente con un escatol贸gico “Dime qu茅 comes y te dir茅 qui茅n eres”. Manolo cierra la puerta trasera pensativo y le recuerda a su jefe los nuevos ajustes laborales y sociales que anunciaron en el telediario de anoche. Los ricos m谩s ricos y la mayor铆a m谩s pobre. A este paso, 茅l acabar谩 sucumbiendo ante la dictadura de la banca y comprando el pan en el supermercado de la calle cercana.

Tras una pausa cargada de pesadumbre, Manolo le explica que recientemente vio un par de anuncios de dos grandes empresas que venden pan de molde, que seg煤n la propaganda pagada a los medios, est谩n fabricados con estilos y aromas artesanos. Por primera vez en la madrugada Ram贸n se extra帽a y frunce el ce帽o. Piensa en los ejecutivos de esas compa帽铆as ¿Se levantar谩n a las dos de la ma帽ana para cargar los sacos de harina y amasarla? ¿Sacar谩n el pan del horno con una pala, como hace el panadero artesano de toda la vida?

No hay respuestas y el sigilo se impone, hasta que Manolo abre otro saco de harina y rompe el triste silencio. Interroga a su jefe sobre la f贸rmula maravillosa propia del druida Panoramix, que permite que un pan “artesano” permanezca comestible durante d铆as y semanas. Pero Ram贸n ya no hace caso. Se siente ultrajado y piensa si alguien llegar谩 a creerse lo del pan de molde estilo “artesano”. El mercado y las grandes superficies le han quitado a muchos clientes pero ¿Podr谩n usurparle esa denominaci贸n propia de un duro oficio que aprendi贸 de su difunto padre?

Amanece ya y Manolo, sin mala fe, sigue echando le帽a al fuego y advierte que algo similar est谩 pasando con la horchata. Una empresa que la elabora industrialmente la denomin贸 este verano como “maestro horchatero”. Es m谩s, en su anuncio televisivo, hizo pasar su l铆quido embotellado como horchata artesana.

Al escuchar esto a Ram贸n le vienen al recuerdo dos anuncios m谩s, en donde una empresa cervecera y otra de comida r谩pida, aprovechando el periodo estival, presumieron de vender sus productos en varios pa铆ses. Piensa en los negocios y artesanos locales que sucumbieron ante la globalizaci贸n alimentaria, a la vez que le parece contradictorio que se recurra a la diversidad ling眉铆stica y cultural para promocionar la uniformidad gastron贸mica. Asevera mosqueado en lo aburrido que ser铆a dar la vuelta al mundo y encontrarse, en cada ciudad, siempre con el mismo museo, las mismas catedrales y a la gente hablando una misma lengua.

Manolo ya nota demasiada solemnidad y las palabras de su jefe se oyen ligeramente entrecortadas. Espera tranquilamente y cuando las aguas parecen volver a su cauce pronostica en voz alta que el Madrid de Florentino, este a帽o, tampoco ganar谩 nada. Pero de poco sirve cambiar de tema porque Ram贸n est谩 en su mundo, del que s贸lo sale a las ocho y media, cuando llega su mujer a abrir su negocio, o lo que es lo mismo, una panader铆a artesana de las de verdad.

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