OPINI脫N de La Extranjera de Mantinea
Estar en el mundo exige al menos esto: una posici贸n o perspectiva. Desde ella miramos nuestro entorno hasta donde nuestro conocimiento alcanza, pues bien es sabido que para ver algo hay antes que saber. Cuando a una paciente postrada en camilla el m茅dico le muestra en el monitor las im谩genes de la ecograf铆a que le est谩 practicando, ella s贸lo ve manchas donde 茅l contempla 贸rganos, protuberancias o lo que quiera que sea. Miramos el mundo desde nuestra experiencia y conocimiento, desde nuestros anhelos y miedos, desde ese punto de vista insustituible que somos sobre el universo. Unas veces esta mirada se hace a s铆 misma con grandes dosis de voluntariedad, escogiendo conscientemente y discerniendo todo lo que nos gusta de aquello otro ante lo que nos rebelamos. En ese momento somos anti-algo, que no es otra cosa que la de ser opuesto o contrario a eso que decidimos que lo sea.
Ser anti-algo no conlleva ser violento. Podemos ser antitaurinos, antimon谩rquicos o antipiratas y no por ello ir apaleando a toreros, destrozando los jardines de la Zarzuela o escupiendo a la cara a quienes se descargan y copian gratis un proyecto creativo de otra persona. Al contrario, ser anti-algo exige un elemento de racionalidad y de argumentaci贸n contrarios al uso irracional y gratuito de la violencia.
Todo esto viene a cuento porque hoy, en diferentes medios de comunicaci贸n espa帽oles, nos hemos empachado leyendo o escuchando la noticia de que unos “antisistemas” sabotearon la manifestaci贸n estudiantil de ayer “llevando el caos a Barcelona”.
Quienes protagonizaron esos actos vand谩licos merecen otro tipo de calificativos, y no el de aqu茅llos que -bajo una compleja y heterodoxa comuni贸n de ideales- se declaran contrarios al sistema pol铆tico y social en el que viven. Los movimientos antiglobalizaci贸n y anticapitalistas son actitudes inconformistas que se incluyen, y todas ellas utilizan veh铆culos de organizaci贸n c铆vica y pac铆fica que no merecen ser identificados con un grupo de gamberros. Nuestra obligaci贸n moral es rebelarnos contra aquello que creemos que causa injusticia y sufrimiento. Nuestra obligaci贸n moral empieza por ser anti.
*Bel茅n Rosa de Gea. laextranjerademantinea.blogspot.com
Estar en el mundo exige al menos esto: una posici贸n o perspectiva. Desde ella miramos nuestro entorno hasta donde nuestro conocimiento alcanza, pues bien es sabido que para ver algo hay antes que saber. Cuando a una paciente postrada en camilla el m茅dico le muestra en el monitor las im谩genes de la ecograf铆a que le est谩 practicando, ella s贸lo ve manchas donde 茅l contempla 贸rganos, protuberancias o lo que quiera que sea. Miramos el mundo desde nuestra experiencia y conocimiento, desde nuestros anhelos y miedos, desde ese punto de vista insustituible que somos sobre el universo. Unas veces esta mirada se hace a s铆 misma con grandes dosis de voluntariedad, escogiendo conscientemente y discerniendo todo lo que nos gusta de aquello otro ante lo que nos rebelamos. En ese momento somos anti-algo, que no es otra cosa que la de ser opuesto o contrario a eso que decidimos que lo sea.
Ser anti-algo no conlleva ser violento. Podemos ser antitaurinos, antimon谩rquicos o antipiratas y no por ello ir apaleando a toreros, destrozando los jardines de la Zarzuela o escupiendo a la cara a quienes se descargan y copian gratis un proyecto creativo de otra persona. Al contrario, ser anti-algo exige un elemento de racionalidad y de argumentaci贸n contrarios al uso irracional y gratuito de la violencia.
Todo esto viene a cuento porque hoy, en diferentes medios de comunicaci贸n espa帽oles, nos hemos empachado leyendo o escuchando la noticia de que unos “antisistemas” sabotearon la manifestaci贸n estudiantil de ayer “llevando el caos a Barcelona”.
Quienes protagonizaron esos actos vand谩licos merecen otro tipo de calificativos, y no el de aqu茅llos que -bajo una compleja y heterodoxa comuni贸n de ideales- se declaran contrarios al sistema pol铆tico y social en el que viven. Los movimientos antiglobalizaci贸n y anticapitalistas son actitudes inconformistas que se incluyen, y todas ellas utilizan veh铆culos de organizaci贸n c铆vica y pac铆fica que no merecen ser identificados con un grupo de gamberros. Nuestra obligaci贸n moral es rebelarnos contra aquello que creemos que causa injusticia y sufrimiento. Nuestra obligaci贸n moral empieza por ser anti.
*Bel茅n Rosa de Gea. laextranjerademantinea.blogspot.com