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Zonas de reserva campesina: entre el estigma y la oportunidad

OPINI脫N de Juanita V茅lez, Colombia.- El impulso que le da el Acuerdo con las Farc a las zonas de reserva campesina ha sido bienvenido por organizaciones sociales en las regiones m谩s tocadas por la guerra, pero volvi贸 a despertar duras cr铆ticas de pol铆ticos de derecha contra esas zonas y algunos de sus l铆deres han sido asesinados desde el cese bilateral del 26 de agosto. Todo eso muestra que el fantasma de que sean “peque帽os caguancitos” sigue vivo y que no va a ser tan f谩cil aterrizar ese punto del Acuerdo.

Esas zonas buscan garantizar que los peque帽os campesinos mantengan sus formas de vida. Dentro de ellas los campesinos hacen sus propios planes de desarrollo y formulan proyectos agrosostenibles y, sobre todo, queda limitada la cantidad de tierra que puede tener una familia dentro de ellas.

Por eso, cuando la Agencia Nacional de Tierras (ANT) aprueba una nueva zona, tambi茅n recibe la funci贸n de comprar o expropiar predios que superen esos topes. Y desde ese momento nadie puede comprar tierra por encima de ese l铆mite.

Aunque existen por ley desde 1994 y seg煤n ANT hay 29 solicitudes de constituci贸n represadas, solo hay seis constituidas y siete est谩n en proceso de constituci贸n. Ese tranc贸n es el que puede acabar el Acuerdo.

Esa cantidad de solicitudes que no avanzan se debe a que que desde que se crearon han cargado con el estigma de ser zonas de las Farc y especialmente a que durante el gobierno de 脕lvaro Uribe, el ministro de Agricultura Andr茅s Felipe Arias intent贸 que solo se pudieran hacer donde hab铆a bald铆os con su ley de Estatuto de Desarrollo Rural de 2007, que tumb贸 la Corte en 2009 por falta de consulta previa.

El estigma

Las zonas de reserva campesina han sido muy criticadas, sobre todo por el uribismo.
El expresidente Uribe las ha tildado de “emporios del terrorismo”, de “enclaves de las Farc” y ha dicho que funcionan como la antesala de la llegada del castrochavismo.

Adem谩s, en su p谩gina oficial public贸 una columna que las equipara a los soviets, los consejos obreros que constitu铆an los fundamentos del Estado sovi茅tico en sus primeros a帽os, y que desde su t铆tulo alude de nuevo al comunismo.

Esas cr铆ticas han ganado fuerza porque en cuatro de las seis zonas de reserva que existen (la de Cabrera, en Cundinamarca; El Pato, en Caquet谩; Calamar, en el Guaviare, y el valle del r铆o Cimitarra, en el Magdalena Medio antioque帽o y bolivarense) las Farc han hecho presencia desde hace d茅cadas. Por eso no ha sido f谩cil quitarse de encima ese estigma, incluso para las otras dos.

En parte en respuesta a ese estigma y en parte debido a la falta de voluntad pol铆tica para ponerlas a andar, las seis zonas que existen se asociaron en el 2000 en la Asociaci贸n Nacional de Zonas de Reserva Campesina, Anzorc.

Esa asociaci贸n ha reinvindicado a las organizaciones campesinas que pelean por constituir esas zonas, y se ha ido convirtiendo en un actor importante del movimiento social organizado en la Cumbre Agraria y que ha compartido posiciones con las Farc.

De hecho, al inicio de las negociaciones de La Habana esa guerrilla quer铆a que las zonas tuvieran casi la misma autonom铆a que un resguardo ind铆gena. El Gobierno se opuso y al final qued贸 acordado que habr谩 un impulso del Estado para que finalmente apoye los planes de desarrollo de esas zonas, pero que no tendr谩n la autonom铆a que ped铆an las Farc.

En concreto, en el Acuerdo de La Habana el Gobierno se compromete a promover el acceso a la tierra en las zonas, a hacer efectivo el apoyo estatal e sus planes de desarrollo y a concertar con los campesinos las 谩reas de las nuevas zonas de concentraci贸n que se creen seg煤n las normas que ya existen. Aunque no es un compromiso de crear necesariamente nuevas zonas, el movimiento campesino que promueve las zonas lo ha recibido como un espaldarazo, como cont贸 La Silla Santandereana.

Sin embargo, la lucha por crearlas y sostenerlas no ha dejado de ser un peligro para su l铆deres. Prueba de eso es que varios de los l铆deres sociales asesinados este a帽o eran de organizaciones que ven铆an trabajando de tiempo atr谩s por crear o defender zonas de reserva.

Los casos

De las 31 historias de los l铆deres asesinados desde el cese bilateral del 26 de agosto que La Silla reconstruy贸 hace tres semanas, cuatro eran de l铆deres campesinos que luchaban por constituir zonas de reserva.

Uno de esos procesos es el de la zona de reserva entre los r铆os Losada y Guayabero,en La Macarena, Meta, donde desconocidos asesinaron a Erley Monroy y Didier Losada, l铆deres de a la Asociaci贸n Campesina Ambiental Losada-Guayabero, Ascal-G, que lidera esa constituci贸n.

Esa asociaci贸n la crearon hace veinte a帽os campesinos y ganaderos de 67 veredas de La Macarena para pelear por la defensa de los recursos naturales en su territorio.

Monroy fue presidente de Ascal - G y de la junta de acci贸n comunal de Puerto Losada. Uno de sus 煤ltimos eventos p煤blicos, seg煤n dos personas de la regi贸n con las que habl贸 La Silla, fue participar en la audiencia para constituir la zona de reserva que es uno de los pasos previos para que la Agencia Nacional de Tierras saque la resoluci贸n para crearla formalmente.

“Erley era el impulsor de esa zona y la situaci贸n estaba complicada porque comenzaron a decir que todo era para que fuera un condominio de las Farc luego de entregar las armas”, dijo a La Silla una persona que hace parte de una red de organizaciones sociales de San Vicente del Cagu谩n.

No es la primera ni la 煤ltima vez que Ascal-G ha sido tildada de tener v铆nculos con esa guerrilla, algo que nunca se ha podido confirmar pero que refuerza o muestra el estigma de las ZRC.

Ese se帽alamiento se despert贸 en julio, cuando comenz贸 a circular un manual de convivencia de Ascal-G para los habitantes de la futura la zrc, y el alcalde de San Vicente del Cagu谩n, Humberto S谩nchez Cede帽o, le dijo a Noticias Rcn, que ese manual “era de las Farc”.

Otro caso es el de Caloto, Cauca, donde hay una zona de reserva “de hecho”, es decir, que existe, pero no legalmente.

All谩 fueron asesinados en noviembre Jhon Jairo Rodr铆guez Torres y Jos茅 Antonio Velasco, miembros de la Asociaci贸n de Trabajadores Pro Constituci贸n de Zonas de Reserva Campesina, adscrita al movimiento Marcha Patri贸tica y que lleva varios a帽os presionando para que les den el t铆tulo.

Las razones del estigma

Hay por lo menos cuatro razones que explican por qu茅 las zonas de reserva campesina son tan amenazantes.

La primera son los recursos naturales que hay en esos territorios: como al crearse se proh铆ben actividades que perjudiquen la econom铆a campesina, eso puede incluir la miner铆a o la industria petrolera. Y eso puede interferir en proyectos de ese tipo.

Por ejemplo, justo donde los de Ascal-G quieren constituir la zona de reserva queda el bloque petrolero Serran铆a. La petrolera Hupecol obtuvo los derechos a explorarlo en la Ronda Colombia 2014 que organiz贸 la Agencia Nacional de Hidrocarburos y en abril de este a帽o obtuvo una licencia ambiental de la Anla para hacerlo y finalmente fue revocada.

Ascal-G, seg煤n dos fuentes de La Macarena con las que habl贸 La Silla, fue la organizaci贸n que m谩s se movi贸 para evitar que Hupecol entrara y Monroy, el l铆der asesinado, habl贸 en todos los medios que pod铆a criticando ese proyecto. Es decir, una zona a煤n no constituida logr贸 frenar una explotaci贸n petrolera, un poder que seguramente ser铆a mayor de haber estado constituida.

La segunda raz贸n, seg煤n otro experto en tierras, es que al crear una Zona de Reserva los acumuladores de tierras la tienen mucho m谩s dif铆cil. Para ellos es m谩s f谩cil entenderse con peque帽os propietarios diseminados, como ha ocurrido en los Llanos, que desbaratar una zona de reserva campesina ya constituida.

Y no solo por los obst谩culos jur铆dicos para tumbar una decisi贸n del Estado, sino porque significa enfrentarse a organizaciones sociales arraigadas, como las que se conforman en una zona de reserva, que probablemente le har铆an oposici贸n a esa iniciativa.

A esas razones, que existen desde hace a帽os, se suman dos nuevas con los Acuerdos.

Una es que promueve el empoderamiento de organizaciones sociales, todo en las regiones m谩s afectadas por el conflicto.

Como en varias de ellas hay zonas de reserva (como, por ejemplo, en Cabrera, el municipio de Cundinamarca que es vecino de La Macarena) o hay iniciativas para constituirlas (como en el Catatumbo), ese empoderamiento puede ayudar a que crezcan liderazgos que entrar铆an a competirle a las 茅lites locales.

“Las zonas de reserva promueven la organizaci贸n pol铆tica campesina porque para constituirlas los campesinos tienen que ponerse de acuerdo en unas reglas, en unos tiempos. De esa organizaci贸n pueden salir liderazgos que para pol铆ticos de carrera representan competencia”, explic贸 a La Silla una experta en tierras.

Por ejemplo, eso pas贸 con personajes como Andr茅s Gil, que fue uno de los fundadores de la Asociaci贸n Campesina del Valle del R铆o Cimitarra, Acvc, una de las primeras del pa铆s y que representa a m谩s de 30 mil campesinos.

Gracias a ese liderazgo Gil logr贸 un protagonismo nacional y hoy, es uno de los l铆deres m谩s visibles de la Marcha Patri贸tica.

O C茅sar Jer茅z que siendo dirigente de Anzorc, se ha vuelto un intercolutor clave para el Gobierno.

Si esos liderazgos se crearon antes del acuerdo, ahora puede ser m谩s f谩cil para otros lograrlo.

La 煤ltima raz贸n es que, al ser zonas de presencia hist贸rica de las Farc y al estar esta guerrilla en proceso de desmovilizarse, quedar谩 un vac铆o de poder que pueden ocupar las organizaciones campesinas que las lideran.

Ese empoderamiento ya se est谩 viendo: Anzorc le est谩 apostando a crear guardias campesinas a la imagen de la guardia ind铆gena del Cauca.

La idea es que esos grupos, armados con bastones de mando, sirvan como mediadores de conflictos y creen una red de informantes para evitar que tras la salida de las Farc, otros grupos lleguen a sus territorios.

Si se cristaliza esa idea, las zonas no solo estar铆an saliendo del congelamiento actual para multiplicarse, sino que ganar铆an m谩s fuerza y autonom铆a. Algo que, parad贸jicamente, podr铆a reforzar el estigma. Por eso, aunque el Acuerdo de La Habana les cambia el panorama, no significa que vaya a ser f谩cil que las peticiones que est谩n andando se conviertan en m谩s zonas.

Juanita V茅lez es periodista.
http://lasillavacia.com/historia/zonas-de-reserva-campesina-entre-el-estigma-y-la-oportunidad-59199

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