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Putin, Trump y los neoNATOs

OPINI脫N de Adrian Mac Liman.- Vientos de p谩nico soplan desde hace unos d铆as en los pa铆ses de la OTAN situados en los confines con la Federaci贸n Rusa. P谩nico y preocupaci贸n por la posible respuesta del Kremlin tras la decisi贸n de Donald Trump de abandonar el Tratado sobre la Prohibici贸n de Armas Nucleares de Corto y Medio Alcance (INF) firmado en 1987 por el presidente Reagan y el primer secretario del PCUS Mija铆l Gorbachov. En aquel entonces, los europeos viv铆an los 煤ltimos coletazos de la Guerra Fr铆a, el conflicto ideol贸gico que dividi贸 el Viejo Continente durante cuatro d茅cadas.

Cuando Washington y Mosc煤 apostaron por renunciar al enfrentamiento, los pobladores de la vieja Europa confiaron en poder redescubrirse, en reanudar las cordiales relaciones existentes en los ef铆meros momentos de calma del per铆odo interb茅lico. Los europe铆stas de los a帽os 50 y 60, fervientes defensores de la unificaci贸n del continente, so帽aban con la materializaci贸n de su ansiado proyecto: el establecimiento de los Estados Unidos de Europa. Sin embargo…

La desaparici贸n del llamado “campo socialista” y el ocaso de la ideolog铆a marxista precipitaron la integraci贸n de los pa铆ses de Europa oriental en las estructuras socio-pol铆tico-militares de Occidente. Curiosamente, la Uni贸n Europea supeditaba la adhesi贸n de los nuevos candidatos a su integraci贸n en la OTAN, la estructura militar que pod铆a enorgullecerse de haber derrotado a su rival sovi茅tico – el Pacto de Varsovia – sin disparar un solo tiro. Pero el desmantelamiento de la OTAN, acordado por las superpotencias en los a帽os 90, jam谩s lleg贸 a producirse. De hecho, con el paso del tiempo las estructuras de la Alianza Atl谩nticas se fueron trasladando hacia el Este. Hoy en d铆a, la frontera entre los dos mundos antag贸nicos no se halla en la famosa l铆nea Oder-Niesse, sino en la nueva demarcaci贸n B谩ltico-mar Negro.

Si en los 煤ltimos lustros Mosc煤 se limitaba a elevar t铆midas protestas contra la expansi贸n de la OTAN hacia el Este, el tono empez贸 a cambiar a partir de 2015, cuando la Administraci贸n Obama dio luz verde al incremento de la presencia militar estadounidense en el flaco Este de la Alianza.

Para Mosc煤, la llegada de contingentes norteamericanos estacionados en Alemania y Holanda desencaden贸 el sistema de alarma. La guerra h铆brida de Ucrania, la presencia de tanques americanos en la Rep煤blica Moldova, supon铆an una aut茅ntica provocaci贸n. La OTAN, por su parte, se escudaba detr谩s del “peligro de invasi贸n” rusa de sus nuevos aliados de Europa oriental.

La situaci贸n experiment贸 un notable deterioro tras la llegada de Donad Trump a la Casa Blanca. En comparaci贸n con su antecesor, Barack Obama, el problem谩tico Premio Nobel de la Paz que acompa帽贸 con buenas palabras la ofensiva estrat茅gica hacia el Este, Trump se decant贸 por un lenguaje duro, que nada tiene que ver con los usos y costumbres de la diplomacia tradicional. Un estilo que, lamentablemente, se est谩 afianzando. Y si a ello se suma el hecho de que gran parte de los asesores presidenciales son ac茅rrimos enemigos de la convivencia con Rusia, se llega f谩cilmente a la conclusi贸n de que la retirada de Washington del INF podr铆a presagiar un primer paso hacia el abandono progresivo de los acuerdos internacionales de desarme.

La respuesta del Kremlin no tard贸; Vlad铆mir Putin advirti贸 al inquilino de la Casa Blanca que Rusia se ver谩 obligada a atacar a los pa铆ses europeos que aceptaran acoger en su territorio instalaciones bal铆sticas estadounidenses. Una alusi贸n directa a Polonia y Ruman铆a, que facilitaron la presencia de bases militares americanas.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, insiste en que las estructuras bal铆sticas ubicadas en la l铆nea B谩ltico – mar Negro no est谩n dirigidas contra Rusia. M谩s a煤n; que la OTAN no tiene intenci贸n alguna de aumentar el n煤mero de ojivas nucleares en suelo europeo. Sin embargo, Rusia, que rechaza tajantemente las acusaciones de Trump relativas a posibles violaciones del tratado INF en los 煤ltimos a帽os, advierte: la nueva generaci贸n de misiles intercontinentales rusos tendr谩n trayectorias dif铆ciles de anticipar. Adem谩s, podr谩n lanzar ataques simult谩neos en varias direcciones, que el sistema de intercepci贸n de la OTAN ser谩 incapaz de detectar.

El general Serguey Karakayev, comandante de las Fuerzas Estrat茅gicas Nucleares de la Federaci贸n rusa, asegura que los proyectiles de 煤ltima generaci贸n no tendr铆an dificultad alguna en aniquilar las instalaciones “defensivas” de la OTAN situadas en Polonia o Ruman铆a. ¿Defensivas?

Si bien los estrategas occidentales aseguran que el “escudo antimisiles” instalado en la frontera con Rusia sirve sola y 煤nicamente para proteger a los aliados contra un hipot茅tico ataque ¡iran铆!, los militares rusos insisten en que una simple modificaci贸n de los programas inform谩ticos utilizados por la Alianza podr铆a convertir el sistema defensivo en una espectacular fuerza de combate.

Aparentemente, a los estrategas rusos no les preocupan sobremanera las maniobras conjunta llevadas a cabo por los ej茅rcitos de Polonia, los pa铆ses b谩lticos, Ruman铆a y Bulgaria, ni la presencia de tropas estadounidenses en la zona; lo que de verdad inquieta es la perspectiva de un ataque masivo de la Alianza contra el territorio de la Federaci贸n.

Por su parte, los expertos de la Alianza no disimulan su inquietud ante la guerra h铆brida iniciada por Mosc煤 en la d茅cada de los 80, cuando las grandes compa帽铆as rusas se adue帽aron de empresas petroqu铆micas o sider煤rgicas de Europa oriental. Los estrategas de la OTAN denuncian las reiteradas violaciones del espacio a茅reo del mar Negro por aviones de combate rusos, el incremento de la presencia de agentes moscovitas en la rep煤blica de Moldova, el excesivo inter茅s del Kremlin por los yacimientos de gas natural del mar Negro, controlados no s贸lo por el Gobierno de Bucarest, sino tambi茅n por multinacionales energ茅ticas estadounidenses.

“Creo que nuestra pertenencia a la OTAN supone m谩s inconvenientes que ventajas. Nuestros muchachos se est谩n convirtiendo en carne de ca帽贸n”, confesaba recientemente un oficial de alta graduaci贸n del Ej茅rcito rumano. La sinceridad le vali贸 un expediente disciplinario. No fue el primero y, probablemente, tampoco el 煤ltimo.

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