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Las muertes de Allende y Frei como secretos de estado

OPINI脫N de Juan Pablo C谩rdenas


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Aunque se diga que el tiempo logra desentra帽ar todo los grandes misterios de la historia, lo cierto es que en algunos casos esto parece imposible. Especialmente dif铆cil cuando est谩 en la intenci贸n de los propios estados que algunos acontecimientos nunca se esclarezcan.

A poco menos de cincuenta a帽os de la muerte de Salvador Allende todo dice que quedar谩 siempre en la nebulosa si su deceso fue a consecuencia de un suicidio o del crimen perpetrado por los militares que irrumpieron en La Moneda aquel 11 de septiembre de 1973. La larga investigaci贸n judicial llevada a cabo sin duda  dej贸 sin resolver muchos enigmas; al mismo tiempo que los actores que se encontraban en La Moneda siempre tuvieron versiones diferentes, como la de aquellos j贸venes soldados que por largo tiempo se ufanaron de haber asesinado al Presidente y aquellos testimonios que aseguran que el propio mandatario se quit贸 la vida. Todo en medio de largas horas, adem谩s,  en que no se sab铆a qu茅 pasaba con el cuerpo de Allende, la oscura y  apresurada forma en que se sepultaron sus restos y un sinn煤mero de dudas respecto, incluso, de algunos restos jam谩s encontrados de su cad谩ver y que podr铆an haber comprobado que a este le dispararon en la sien. Cuesti贸n que coincide con las declaraciones de uno de los oficiales que se refirieron posteriormente en Estados Unidos a su “heroica” irrupci贸n armada al palacio de gobierno.

Siempre hubo versiones distintas de los forenses que revisaron sus restos, pero lo m谩s sospechoso de todo fue la forma en que el gobierno de Patricio Aylwin organiz贸 su sepultura oficial y evitara todo esfuerzo serio por despejar las interrogantes que ven铆an acumul谩ndose por largo tiempo. Un sepelio a cargo del ministro Enrique Correa hoy reconocido como uno de los personajes m谩s sinuosos de la llamada Transici贸n a la Democracia.

Es obvio que a Pinochet y los militares golpistas siempre les convino la hip贸tesis del suicidio presidencial. Muchos piensan que el destino de la Dictadura habr铆a sido otro si el mundo se hubiera enterado del magnicidio. Tampoco era c贸modo para los Estados Unidos haber alentado un golpe militar con el agravante de haber asesinado al presidente de la Rep煤blica en Ejercicio. Lo mejor era, entonces, darle curso a la idea del suicidio, lo que tambi茅n fuera f谩cil de aceptar por dem贸crata cristianos y otros opositores de la Unidad Popular que alentaron la conspiraci贸n y que a la postre llegar铆an a suceder al Dictador.

Para quienes estuvimos cerca de aquellos sucesos, jam谩s podremos olvidar c贸mo el m茅dico Enrique Par铆s sali贸 detenido de La Moneda voceando que al Presidente lo hab铆an asesinado, para 茅l mismo despu茅s encontrar una brutal muerte durante su detenci贸n, sin que por largos a帽os se desconociera el lugar de su sepultura.

El deceso del ex presidente Eduardo Frei Montalva sigue sin resolverse despu茅s de treinta y nueve a帽os. Otro dilatado proceso judicial termin贸 con la condena de primera instancia de seis personas que, a juicio del pr贸ximo Presidente de la Corte de Apelaciones, Alejandro Madrid, se concertaron para asesinarlo en la Cl铆nica donde se someti贸 a una intervenci贸n quir煤rgica. De nuevo, las versiones de su fallecimiento fueron desde el comienzo contradictorias, a lo que no ayud贸 mucho una sentencia condenatoria que dej贸 muchas dudas, adem谩s de adolecer de faltas de ortograf铆a, redacci贸n y de otros vicios gramaticales, como se ha anotado. Pero la sentencia era clara: al ex presidente lo hab铆an ultimado.

Es posible que los profesionales que atendieron al Presidente Frei no cometieran dolo y solo incurrieran en negligencia m茅dica, pero lo que es indudable es que entre los condenados en primera instancia al menos hay dos sujetos que formaban parte de los siniestros aparatos represivos de Pinochet, uno de los cuales contin煤a preso por otros delitos de lesa humanidad en el Penal de Punta Peuco.

Horripilante parece que al Presidente Frei se le haya realizado una r谩pida autopsia para lo cual fuera colgado por los pies de una escalera en la propia Cl铆nica Santa Mar铆a y no en la Morgue. Un secreto, apresurado e improlijo descuartizamiento de su cad谩ver, que desde el comienzo hizo pensar a muchos de que est谩bamos ante un homicidio. Toda vez que para el Dictador Frei se hab铆a constituido en el principal l铆der de la oposici贸n y candidato muy seguro a sucederlo. Sum谩ndose a la gran cantidad de desprop贸sitos y violaciones a los protocolos cl铆nicos pasar铆an varios a帽os antes de que aparecieran otros restos del cuerpo del Presidente, extra帽a y celosamente guardados en el Hospital de la Universidad Cat贸lica a varias cuadras de distancia del recinto donde muri贸.

Con la resoluci贸n judicial se pens贸 que el crimen quedaba resuelto y comprobado, pero otra apelaci贸n judicial acaba de absolver a sus seis presuntos asesinos, c贸mplices y encubridores. Cuesti贸n que en estos d铆as se considera escandalosa y que ha obligado a los abogados y familiares de la familia del Presidente Frei a presentar un recurso de casaci贸n ante la Corte Suprema. Tr谩mite que amenaza prolongarse por mucho tiempo y del que ya no se conf铆a mucho en que los seis implicados pudieran volver a ser condenados.

Pero, pase lo que pase, este caso busca quedar registrado en la historia como uno m谩s de aquellos enigmas que a los estados les conviene mantener, porque as铆 como el asesinato de Allende parec铆a ser demoledor para las pretensiones del Dictador de aferrarse a La Moneda, el homicidio de Frei se constituye en un bald贸n para nuestro prestigio institucional, integridad de nuestras Fuerzas Armadas y probidad judicial. Mal que mal, nuestra trayectoria republicana, ya cargaba con el suicidio del presidente Jos茅 Manuel Balmaceda y el magnicidio del ministro Diego Portales. Hechos que, sin duda, conspiran contra la pretensi贸n nacional de que aqu铆 no sufrimos de las convulsiones o itinerario criminal de otros pa铆ses de Am茅rica Latina. Una presunci贸n a todas luces desmentida por los sucesivos golpes de estado, conspiraciones, masacres y violaciones sistem谩ticas de los Derechos Humanos de manos de agentes del Estado.

En ambos casos lo raro es que existan entre los propios partidarios de Allende y Frei algunos que aceptan a ciegas las resoluciones de nuestros Tribunales y se allanen a aceptar una “verdad oficial” que cierre estos luctuosos cap铆tulos en bien de la concordia nacional y las “razones de estado”. Que persistan en la versi贸n del suicidio de Allende en vez de aceptar que fue asesinado en el momento que combat铆a personalmente contra los golpistas que quer铆an darle caza. O que sigan prefiriendo la versi贸n de la negligencia m茅dica en el caso de Frei, cuando muchos de sus presuntos autores todav铆a podr铆an reconocer lo sucedido antes que sigan falleciendo.

Muy extra帽as parecen algunas versiones de prensa que ahora se exponen profusamente sobre el sobreseimiento de los que alcanzaron a estar condenados en el Caso Frei. Tenemos la impresi贸n de que en la sentencia un谩nime de los tres jueces que concluyeron en la muerte accidental del Mandatario pudieran haber sido muy bien asistidos por varios colegas de la Jurisprudencia, as铆 como presionados por esos poderes factuales. Quienes en estas materias siempre han preferido esconder la mugre debajo de las alfombras de nuestra institucionalidad.

¡Vaya qu茅 enorme cobertura medi谩tica dada a aquellos “especialistas” que defienden el fallo absolutorio tal como en su 茅poca se les brind贸 tambi茅n a quienes aseguraban que Allende ten铆a como obsesi贸n y promesa auto eliminarse! Testimonios que se desbaratan al revisar los numerosos libros y documentales de quienes investigaron la muerte de Allende para concluir en su asesinato.  O tambi茅n ahora pudieran alcanzar m谩s tribuna los que creen en las razones pol铆ticas como en las pericias m茅dicas y policiales que avalan que Eduardo Frei fue realmente ultimado.

Parece una enorme verdad que la historia la escriben los vencedores.


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