OPINI脫N de Jorge Majfud
Dilma y Lula (del libro La frontera salvaje, 2021)
Bras铆lia, Brasil. 17 de abril de 2016—En el Congreso Nacional se realiza un carnaval llamado impeachment. A los gritos, el diputado y capit谩n Jair Messias Bolsonaro vota por la condena a la presidenta “contra el comunismo, por la libertad, por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el terror de Dilma Rousseff, por el ej茅rcito de Caxias, por las Fuerzas Armadas, por Brasil por encima de todo… y por Dios por encima de todo…” Lo mismo o m谩s fuerte grita su hijo en la C谩mara para justificar su voto, invocando a Dios y a los “militares del 64”. Su apasionado discurso concluye con una profec铆a a medias y una declaraci贸n de intenciones sin ambig眉edades: “¡Dilma y Lula a la c谩rcel!”.
Eduardo Bolsonaro es oficial de polic铆a de San Pablo y tambi茅n es diputado. Como varios otros miembros de la familia, ser谩 acusado de lavado de dinero del narcotr谩fico y de apoyar a la mafia paramilitar (esquadr玫es da morte), la que se inicia con la dictadura promovida por Washington en 1964. Cuando su padre se convierta en presidente, tres a帽os m谩s tarde, ser谩 designado embajador en Estados Unidos.
El coronel Brilhante Ustra fue responsable de decenas de asesinatos y de torturas a cientos de personas durante la dictadura, entre ellas la actual presidenta. Por no hablar de una dictadura que renov贸 el terror impune y los votos de obediencia de millones de brasile帽os. Las ideas del capit谩n Bolsonaro son simples como un sonajero y consistentes con la cultura militarista del continente. En 1999, en una entrevista en la cadena de televisi贸n Bandeirantes de R铆o de Janeiro, hab铆a afirmado que “los problemas de Brasil van a mejorar cuando marchemos hacia una guerra civil, haciendo lo que los militares no hicieron, matando a 30.000 personas, comenzando con el presidente Fernando Henrique Cardoso; no expuls谩ndolos del pa铆s, no, mat谩ndolos; van a morir inocentes, pero en todas las guerras mueren inocentes”. Un representante protot铆pico de los oficiales de las fuerzas armadas latinoamericanas. A la corta lista de ideas se suman: los indios son una especie de vagabundos casi humanos; a los hijos homosexuales hay que corregirlos a fuerza de garrote; Dios est谩 de acuerdo con nosotros y por eso nos ama y odia a los revoltosos.
Cuando sea electo presidente en 2018, Bolsonaro no se cansar谩 de alabar el golpe de Estado de 1964 contra un presidente constitucional y demasiado progresista, Jo茫o Goulart; no se cansar谩 de alabar a los dictadores que le siguieron, como Castelo Branco y Ernesto Geisel. La insistente referencia a la pasada dictadura tiene m煤ltiples significados. Castelo Branco y sus sucesores no s贸lo hab铆an removido en 1964 al presidente leg铆timo con la ayuda de Washington y de los terratenientes m谩s poderosos de Brasil, no s贸lo hab铆an asesinado a disidentes y hab铆an organizado escuadrones de la muerte (idea promovida por el enviado de John Kennedy, el general William Yarborough), tambi茅n hab铆an secuestrado, torturado y recluido por a帽os a Dilma Rousseff, la primera vez cuando era una estudiante de 22 a帽os. La militarizaci贸n de la sociedad brasile帽a impulsada por Washington y la clase alta de S茫o Paulo, la perseverante evangelizaci贸n de los misioneros anglosajones y la m谩s antigua feudalizaci贸n de la pol铆tica del “Caf茅 con leche” enquistadas en el subconsciente brasile帽o, renacen como la gripe en invierno. No por casualidad, Brasil, una copia del sistema econ贸mico, social e ideol贸gico del Sur de Estados Unidos, fue el 煤ltimo pa铆s de las Am茅ricas en abolir la esclavitud en 1888; y no por casualidad, muchos derrotados confederados de la Guerra Civil de Estados Unidos emigraron a Brasil a finales del siglo XIX. Esclavizar o morir.
Ahora, “el terror de Dilma” y el de muchos otros l铆deres sociales regresa como un espectro para montar el mayor carnaval de la historia de Brasil, para inaugurar una nueva generaci贸n de golpes de Estado (esta vez con el Poder Judicial como protagonista central, legitimado por su funci贸n, pero igual de corrupto que los anteriores golpes) y para poner en la c谩rcel al ex presidente Lula da Silva, la figura pol铆tica m谩s popular y el candidato favorito en las elecciones de 2018, seg煤n todas las encuestas.
El d铆a anterior a la votaci贸n del impeachment a la presidenta, el New York Times hab铆a recordado que el sesenta por ciento de los congresistas que discursan sobre moral y corrupci贸n tiene cuentas pendientes con la justicia de su pa铆s por corrupci贸n: “El 60 por ciento de los 595 miembros del Congreso brasile帽o enfrenta serios cargos ante la justicia por corrupci贸n, coimas, fraude electoral, deforestaci贸n ilegal, secuestro y homicidio”. 脡der Mauro, por ejemplo, es uno de los acusados de extorsi贸n y tortura cuando era oficial de polic铆a en Bel茅m. Otro congresista, Beto Mansur ha sido acusado de mantener a 46 trabajadores en condiciones de esclavitud en sus plantaciones de soja de Goi谩s. Paulo Maluf, uno de los congresistas que m谩s ha criticado la corrupci贸n del gobierno, conocido como “rouba, mas faz (roba pero hace)”, tiene varias cuentas pendientes ante la justicia brasile帽a y es acusado en Estados Unidos no por hacer sino por robar 11,6 mil millones de d贸lares. Maluf hab铆a sido condenado a prisi贸n por lavado de dinero, por evasi贸n de impuestos y, por si fuera poco, hab铆a sido requerido por la Interpol. Ser谩 condenado este mismo a帽o en Francia por lavado de dinero y en 2017 en su pa铆s, pero se acoger谩 a la ley que permite que ancianos criminales mayores de 70 a帽os puedan cumplir sus condenas en sus casas. Diferente, el expresidente Lula de Silva, condenado de urgencia por el juez S茅rgio Moro, no podr谩 presentarse como candidato a las elecciones presidenciales de 2018 (para las cuales las encuestas lo daban como claro favorito) y deber谩 permanecer en prisi贸n pese a que, para entonces, tendr谩 73 a帽os. Nada de esto escandaliza ni a la gran prensa brasile帽a, tradicional portavoz de la clase dirigente en nombre del pueblo, ni a millones de brasile帽os que s贸lo tienen tiempo de leer la prensa dominante.
Por su parte, el procurador general Jos茅 Eduardo Cardozo, ante el carnaval en Brasilia, reconoce su confusi贸n: “estamos ante un proceso kafkiano en el cual la acusada no sabe de qu茅 se la acusa”. El New York Times agrega: “Mrs. Rousseff es un caso raro entre los pol铆ticos importantes del pa铆s: no es acusada de robar para enriquecerse”. En cambio, como lo resume The Atlantic el 2 de mayo de 2016, “Muchos de los legisladores que han votado por el impeachment, incluido el presidente de la C谩mara de diputados, quien lidera la campa帽a en contra de la presidenta, han sido implicados en el multimillonario esc谩ndalo de la petrolera estatal Petrobras”.[1]
Durante la segunda presidencia de Rousseff se hab铆a producido una ca铆da de la econom铆a brasile帽a. Para entonces, los brasile帽os se hab铆an acostumbrado al optimismo, a una peligrosa euforia de la izquierda y al bombardeo narrativo de los pol铆ticos del Caf茅 con leche de la derecha. Luego de las conocidas mega crisis de la 煤ltima etapa del ciclo neoliberal latinoamericano de los 90s, entre 2003 y 2014 el PIB de Brasil hab铆a pasado de 558 mil millones a casi 2,5 billones de d贸lares hasta sobrepasar el PIB del Reino Unido. Brasilia hab铆a logrado organizar el Mundial de f煤tbol de 2014 y las olimp铆adas de 2016 y el antiguo sue帽o de “Brasil, el pa铆s del futuro” parec铆a a un paso de realizarse.
En 2010, en plena D茅cada dorada en varios pa铆ses de Am茅rica latina, uno de sus l铆deres m谩s reconocidos, el presidente “Lula” da Silva, hab铆a propuesto la creaci贸n de una nueva divisa mundial y de un nuevo banco internacional. Aunque el BRIC era una comunidad fantasma (por la diversidad y la desconexi贸n de sus miembros) sus propuestas eran justas y altamente peligrosas para la hegemon铆a mundial de Washington. El presidente Obama hab铆a elogiado a Lula cada vez que pudo, pero el viejo Washington parec铆a estar en otro cap铆tulo, en su cap铆tulo preferido.
En su monumental libro The Great Leveler, el profesor de Stanford University, Walter Scheidel, no s贸lo explic贸 la din谩mica de las crecientes desigualdades sociales seguidas de mortales crisis a lo largo de milenios, sino que confirm贸 que el estancamiento de Am茅rica Latina se debi贸 a la carencia de una profunda revoluci贸n que destrozara su tradici贸n colonialista. El mismo Scheidel observar谩 que hubo momentos en la historia en que esta vuelta al equilibrio social se logr贸 a trav茅s de cambios graduales y no tan violentos. La misma oportunidad hab铆a tenido Am茅rica Latina con los nuevos gobiernos progresistas: “Aunque la reducci贸n de la brecha social en Am茅rica Latina a partir de la primera d茅cada del siglo XXI convierte a esa regi贸n en el principal candidato para reducir la brecha social de forma pac铆fica, lo cierto es que estos cambios no han sido del todo suficientes y su sobrevivencia es m谩s bien incierta”. Aparte del crecimiento econ贸mico (con la excepci贸n de Honduras, Costa Rica y Guatemala) “por primera vez en la historia de los registros, la desigualdad se redujo… en 14 de 17 pa铆ses considerados” seg煤n el 铆ndice GINI. Incierta no; como era de esperar, esta revoluci贸n democr谩tica, moderada y pac铆fica fue destruida.
Ahora, el impeachment y la euforia de la derecha que asegura poder solucionar todos los problemas sociales a fuerza de palo en nombre de Dios y de la patria, es s贸lo un cap铆tulo previsible. A Washington y a la clase mon谩rquica brasile帽a les hab铆a tomado algunos a帽os pero, como en el golpe de 1964, hab铆a logrado remover a la presidenta del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff. Un a帽o antes del carnaval del impeachment y tres d铆as despu茅s de la 煤ltima visita de Rousseff a la Casa Blanca, el ex empleado de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos Edward Snowden hab铆a revelado una de las puntas del iceberg: la presidenta brasile帽a y otros treinta funcionarios de su gobierno hab铆an sido espiados por la NSA a trav茅s de conversaciones telef贸nicas, pr谩ctica que, por mucho menos, en Estados Unidos le cost贸 el cargo a Richard Nixon y que en Brasil le costar谩 el cargo a la v铆ctima. El presidente Obama reconoci贸 la grabaci贸n ilegal a la presidenta Dilma Rousseff, pero este acto simb贸lico no tuvo ninguna consecuencia. Por el contrario, en tono conciliador, el portavoz del Gobierno brasile帽o Edinho Silva asegur贸 que “el Gobierno estadounidense reconoci贸 sus errores”. Los poderosos cometen errores; los d茅biles son responsables por sus cr铆menes.
El error de la presidenta Dilma Rousseff fue actuar como casi siempre act煤a un presidente dem贸crata en Am茅rica latina, es decir, no abusando de su autoridad sino dejando pasar un abuso en su contra como moneda conciliatoria. Este tipo de buena conducta ha sido letal en muchos casos y en muchos pa铆ses de la regi贸n, sobre todo desde el inicio de la Guerra fr铆a con el golpe de Estado a Jacobo 脕rbenz en Guatemala. Poco despu茅s de la remoci贸n de la presidenta brasile帽a, se propondr谩 sin 茅xito la privatizaci贸n de Petrobras, la compa帽铆a m谩s importante de Brasil creada en 1953 por otra v铆ctima del complot internacional, el presidente Get煤lio Vargas. Organismos reformadores como el Instituto Nacional de Colonizaci贸n y Reforma Agraria ser谩n acosados con duros recortes presupuestales. En nombre de los sagrados beneficios, la selva Amaz贸nica sufrir谩 una aceleraci贸n de su destrucci贸n como nunca antes. Como en Colombia, los activistas por los derechos humanos de los de abajo volver谩n a ser perseguidos y asesinados. Por defender sus tierras o por sus protestas contra la cat谩strofe ecol贸gica, decenas de activistas ind铆genas ser谩n asesinados. Esta situaci贸n empeorar谩 con la llegada de Bolsonaro al Planalto. Muchos cr铆menes, sobre todo en 谩reas aisladas, no ser谩n reportados ni investigados, por lo que las v铆ctimas an贸nimas no sumar谩n a las estad铆sticas oficiales.Los cr铆menes for profit contra el ecosistema y contra sus pobladores por parte de las compa帽铆as transnacionales ser谩n m煤ltiples, desde Monsanto hasta las petroleras m谩s poderosas del mundo.[2] Otros casos ser谩n m谩s conocidos, como el asesinato de la activista contra la violencia policial, Marielle Franco, el 14 de marzo de 2019 a manos del paramilitarismo. Los paramilitares ser谩n protegidos por el clan Bolsonaro y las investigaciones sobre la muerte de la activista derivar谩n en la detenci贸n de dos polic铆as pertenecientes a las milicias de R铆o. Uno de los asesinos acusados, 脡lcio Queiroz, es conocido amigo del presidente Jair Bolsonaro y el otro, Ronnie Lessa es un antiguo vecino y padre de la novia de uno de los hijos del futuro presidente. Lessa tambi茅n es miembro del grupo de mercenarios “Escrit贸rio do Crime” el que, aparte, complementa sus ingresos ofreciendo protecci贸n a los comercios de R铆o contra ellos mismos y contribuyendo a las tr谩gicas estad铆sticas de la criminalidad brasile帽a.
[1] En los a帽os por venir, diferentes congresistas que votaron contra la presidenta Dilma Rouseff en el proceso de impeachment, ser谩n condenados por corrupci贸n. Pocos tomar谩n nota.
[2] Aparte de financiar a los paramilitares en Colombia, en Costa Rica la heredera de la United Fruit Company, Chiquita Banana, recientemente expuso a sus trabajadores de Coyol a pesticidas altamente t贸xicos durante a帽os mientras apoyaba grupos privados armados para intimidar a los trabajadores descontentos.
Del libro La frontera salvaje, febrero de 2021.