Enrico Tomaselli

La presidencia de Trump, lo que representa y expresa, est谩 todav铆a en sus primeras etapas, por muy deslumbrante que sea, por lo que no es f谩cil entender completamente c贸mo se desarrollar谩, en qu茅 direcci贸n (y sobre todo c贸mo) intentar谩 llevar a Estados Unidos y al mundo. Sin embargo, algunos elementos comienzan a vislumbrarse y se basan en lo que se pod铆a prever, incluso f谩cilmente, a partir de la forma en que se llev贸 a cabo la campa帽a electoral.
El primero de estos elementos es que gran parte de la acci贸n de la nueva administraci贸n se dirige al interior de Estados Unidos; hacer grande a Am茅rica de nuevo, en la visi贸n de ese pedazo de poder estadounidense que llev贸 a Trump a la Casa Blanca, significa en primer lugar desmantelar radicalmente esa red de aparatos e instituciones montadas durante las d茅cadas de dominaci贸n neocon-dem. Una tarea a la que el equipo de Trump se est谩 dedicando con vigor –y, parecer铆a, con cierto asombro por parte de sus v铆ctimas– pero que, m谩s all谩 de los efectos medi谩ticos, requiere tiempo para producir efectos concretos. Evidentemente, la parte destructiva es m谩s f谩cil, a la que en todo caso pronto se opondr谩 la resistencia de los mismos aparatos [1], actualmente todav铆a aturdidos, pero tarde o temprano habr谩 que abordar la cuesti贸n de c贸mo/con qu茅 reemplazarlos. Y esto ser谩 m谩s largo y complejo.
El otro elemento, fuertemente marcado por la personalidad del nuevo presidente, es el mismo enfoque apresurado, rudo y, en 煤ltima instancia, agresivo aplicado en el plano internacional. En cierto sentido, simb贸licamente resumido en la decisi贸n de cambiar el nombre del Golfo de M茅xico por el de Golfo de Am茅rica, es decir, una decisi贸n unilateral, sustancialmente limitada en sus efectos concretos pero muy visible y que, sobre todo, relanza una imagen musculosa de Estados Unidos, que ha decidido dejar de lado las formalidades diplom谩ticas y reafirmar su poder hegem贸nico desde el mismo tono.
Obviamente, aqu铆, como se suele decir, el burro cae, porque si se trata de hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande, significa que no es s贸lo su imagen la que ya no es grande, y por lo tanto este tipo de maquillaje no s贸lo no es suficiente, sino que corre el riesgo de tener un efecto bumer谩n. Porque es toda la realidad mundial la que ha cambiado, no s贸lo los Estados Unidos, y negarse a ver la realidad es el primer paso para comprometer cualquier intento de cambiarla.
Pero m谩s all谩 de estos primeros elementos superficiales, tambi茅n podemos empezar a tener una idea m谩s completa del plan estrat茅gico estadounidense, o al menos de sus perspectivas a corto y medio plazo.
En este contexto, se puede decir que el objetivo es transformar el Occidente colectivo en una especie de fortaleza estadounidense, en la que las periferias del imperio –Europa, Am茅rica Latina, Australia, Jap贸n y Corea del Sur– desempe帽ar谩n el papel de foso protector; ya no ser谩n, pues, pa铆ses vasallos todav铆a dotados de cierta autonom铆a, sino territorios estrechamente integrados en el dispositivo de defensa pol铆tico-militar de la fortaleza continental, y sometidos al mando directo del emperador. Esta maniobra de fortificaci贸n proceder谩 en dos direcciones: por una parte, el coraz贸n del imperio –representado por el continente norteamericano– drenar谩 hacia s铆 el mayor n煤mero posible de recursos (econ贸micos e intelectuales) de los pa铆ses vasallos, y por otra intentar谩 levantar un muro entre los territorios imperiales y el resto del mundo, donde hic sunt leones. La idea b谩sica es aislar a Occidente lo m谩s claramente posible, dejando fuera a todos los dem谩s, con el fin de explotar su (presunta) superioridad tecnol贸gica, militar y econ贸mica, para impedir que otras potencias superen la brecha que los separa de Estados Unidos.
La era de la globalizaci贸n est谩 muerta y enterrada. Estados Unidos se ha dado cuenta de que la creaci贸n de un mercado global -que ha favorecido la desindustrializaci贸n occidental, y en particular la norteamericana- ha dado a los grandes y peque帽os competidores la oportunidad de crecer, hasta el punto de amenazar la supremac铆a de Washington, y por lo tanto es necesario invertir radicalmente la tendencia: devolver la capacidad de producci贸n a Estados Unidos, mantener el dominio tecnol贸gico (y por lo tanto militar), reducir dr谩sticamente el comercio Este-Oeste -marginando a los pa铆ses m谩s peligrosos y cooptando a los potencialmente 煤tiles-.
Desde esta perspectiva, la hostilidad hacia los BRICS (destinada a agravarse) no surge tanto de la idea de que sea el embri贸n de un bloque antioccidental, sino de la necesidad de dividir a sus miembros, llevando a algunos a su propia esfera de influencia (India, Brasil) y empujando a los dem谩s a los m谩rgenes.
La estrategia de Trump (de su bloque de poder) es tambi茅n una estrategia que puede definirse como m谩s all谩 del liberalismo, que pretende superar la fase del neoliberalismo (supremac铆a de las oligarqu铆as econ贸micas sobre las pol铆ticas), para llegar a una nueva fase en la que las primeras ocupen el espacio de las segundas [2]. No es casualidad que tanto Trump como su alter ego-mariscal de campo Musk sean precisamente dos oligarcas econ贸micos.
En conclusi贸n, Estados Unidos se encamina hacia un cambio radical en sus relaciones internacionales, pero tambi茅n en sus relaciones sociales internas. El objetivo es crear un bloque occidental militarizado (en el sentido pol铆tico, no en el literal), bajo el estricto mando estadounidense, que, al abrigo de una nueva cortina de hierro, recupere su potencial y restaure su supremac铆a, a la espera de que este proceso madure y vuelva a poner a Estados Unidos en posici贸n de asestar el golpe final a su principal competidor, China, poniendo as铆 a todos los dem谩s de nuevo en su lugar.
Se trata, como es bien sabido, de un plan muy ambicioso, y para nada obvio, que en todo caso requiere un periodo de calma necesaria -al menos dos o tres d茅cadas-, que es la raz贸n (una de las razones...) por la que Trump intenta desentenderse del conflicto ucraniano, ganando incluso dos veces con 茅l [3], y calmar el tempestuoso Oriente Medio.
Aparte de las inc贸gnitas internas mencionadas, este plan estrat茅gico parece no tener en cuenta algunos factores decididamente importantes. En primer lugar, la supremac铆a tecnol贸gica que Estados Unidos presume de tener es en realidad mucho m谩s limitada y menos real de lo que cree. Desde la inteligencia artificial hasta los sistemas de armas m谩s avanzados, China y Rusia est谩n por delante en muchos sectores, e incluso Ir谩n y Corea del Norte son decididamente competitivos. Al fin y al cabo, China es capaz de invertir en investigaci贸n y desarrollo tanto como Estados Unidos, si no m谩s, y en estos pa铆ses el n煤mero de graduados en disciplinas cient铆ficas y tecnol贸gicas es decididamente superior a la media occidental. Parad贸jicamente, la pol铆tica de sanciones adoptada desde hace tiempo contra pa铆ses considerados hostiles, incluso en t茅rminos de desarrollo tecnol贸gico, ha demostrado ser contraproducente; de hecho, estos pa铆ses han buscado soluciones aut谩rquicas, que excluyen el uso de componentes de hardware/software occidentales, desarrollando productos equivalentes, a veces incluso mejores, y a menudo m谩s baratos. El caso de la inteligencia artificial china DeepSeek, o de los misiles hipers贸nicos rusos e iran铆es, es emblem谩tico.
Incluso en el plano militar, la superioridad occidental a煤n no se ha recuperado. Los ej茅rcitos europeos, con la 煤nica excepci贸n quiz谩 del polaco, est谩n empobrecidos, sufren una profunda falta de preparaci贸n para la guerra contempor谩nea [4] y, sobre todo, pagan el precio de un enfoque doctrinal obsoleto, concebido en otras 茅pocas, para otros escenarios y, sobre todo, para otros adversarios. El dominio ruso e iran铆 en materia de misiles (la OTAN no tiene misiles hipers贸nicos...) es total. En el plano convencional, la producci贸n de blindados y artiller铆a en Rusia y China supera ampliamente a la de todos los pa铆ses de la OTAN, los veh铆culos son m谩s robustos y flexibles y cuestan mucho menos que los de Occidente. En el 谩mbito de la guerra electr贸nica, Rusia est谩 decididamente por delante de todos. En el terreno de los aviones no tripulados, Rusia e Ir谩n est谩n a la vanguardia.
Tradicionalmente, se cree que la superioridad occidental reside sobre todo en la fuerza a茅rea y la marina. Pero el rendimiento del cazabombardero ruso de quinta generaci贸n, el Su-57, se considera asombroso y, una vez que entre en producci贸n en masa, podr铆a cambiar el equilibrio de poder en el aire. En cuanto a la marina, solo la marina china tiene ahora un mayor n煤mero de buques, muchos de ellos m谩s modernos, que la marina estadounidense. Las flotas china, rusa e iran铆, que a menudo realizan ejercicios conjuntos, probablemente ya sean capaces de competir con las occidentales.
Y, por supuesto, el arsenal nuclear ruso es el m谩s grande del mundo.
En resumen, no parece nada f谩cil llevar a cabo un plan que, en un tiempo relativamente corto, logre completar todos los objetivos fijados, a saber: reconstrucci贸n del potencial productivo estadounidense, adaptaci贸n de la fuerza militar, fortalecimiento de la supremac铆a tecnol贸gica, defensa del poder del d贸lar como moneda internacional de cambio. Incluso si se lograran todos ellos, hay que tener en cuenta que incluso los pa铆ses oponentes seguir谩n con su desarrollo tecnol贸gico y militar, y por lo tanto no es seguro que sean suficientes para llenar el vac铆o. De ello se deduce que incluso una perspectiva optimista puede no ser suficiente para el desaf铆o final, y ser谩 necesario dividir el frente enemigo.
Es lo que podr铆amos llamar el plan A. Pero para que 茅ste determine las condiciones que permitan enfrentar y vencer al adversario n煤mero uno, es decir, China, es esencial, precisamente, garantizar que Pek铆n llegue solo al momento decisivo.
En este sentido, Washington espera poder distanciar a Rusia de su aliado chino [5], y probablemente eliminar a Ir谩n a su debido tiempo [6].
El camino que lleva a la realizaci贸n del plan A, como ya se ha dicho, requiere un per铆odo de tregua, al menos en lo que se refiere a los conflictos cin茅ticos. Por ello, la necesidad de poner fin a los dos principales –en los que Estados Unidos est谩 muy implicado– o al menos de salir de ellos, se convierte en un objetivo primordial. Sin embargo, ambos presentan bastantes dificultades para su resoluci贸n. En lo que respecta a Ucrania, estas dificultades se pueden resumir esencialmente en la absoluta falta de voluntad de Rusia para llegar a soluciones de compromiso al nivel m谩s bajo y en la necesidad –no menos relevante– de evitar una derrota manifiesta de la OTAN y de Estados Unidos (la sustancial es inevitable). En lo que respecta a Palestina, en cambio, se trata de la imposibilidad de abandonar a Israel y de la imposibilidad de lograr una paz duradera sin poner fin a la existencia de un Estado sionista en Tierra Santa.
A pesar de la gran falta de escr煤pulos de Trump, y a pesar de la fuerte voluntad de llevar a cabo este decisivo cambio de direcci贸n respecto de la estrategia seguida hasta ahora por Washington, parece evidente que los m谩rgenes de 茅xito, especialmente en los primeros pasos internacionales, son extremadamente problem谩ticos y limitados.
Como es evidente que estas dificultades no surgieron de la nada el d铆a de la investidura de Trump, sino que eran bien conocidas incluso antes, es razonable suponer que en los think tanks vinculados al bloque de poder trumpiano se las examin贸 a tiempo y que, por tanto, se imaginaron soluciones para afrontarlas. Lo que podr铆amos definir como un plan B, que apunta a los mismos objetivos pero en tiempos y formas menos ambiciosos.
Esta segunda versi贸n del plan estrat茅gico se articula en torno a dos ideas rectoras: a corto plazo, intentar desarrollar relaciones bilaterales con Rusia, sobre la base de una suerte de asociaci贸n para la seguridad global, y a medio plazo llegar a la definici贸n de un Yalta 2.0, que implique -en distintos grados- tambi茅n a China, y que apunte a establecer nuevas reglas de coexistencia erga omnes. Desde el punto de vista estadounidense, un planteamiento de este tipo responder铆a siempre al objetivo de recuperar su capacidad de ejercer hegemon铆a, pero reconociendo que para ello se necesita una fase m谩s larga.
Este tipo de planteamiento probablemente contar铆a en un primer momento con el apoyo de Mosc煤, que tendr铆a todo el inter茅s en resolver (al menos temporalmente) las zonas y sectores de crisis que le afectan directamente: Ucrania, obviamente, pero tambi茅n la presencia de la OTAN (EE.UU.) en Europa, el mar B谩ltico, el oc茅ano 脕rtico y, en menor medida, Oriente Medio. Para Washington, esta segunda hip贸tesis tendr铆a la ventaja (potencial) de ofrecer margen de maniobra para intentar insinuar una cu帽a entre Rusia y China, aunque esta posibilidad estar铆a limitada por otros factores.
En primer lugar, porque los dirigentes rusos han asimilado bien la falta de fiabilidad y la duplicidad occidentales, pero tambi茅n porque en ese marco Europa quedar铆a marginada y pol铆ticamente reducida, y en todo caso claramente separada de Rusia; por tanto, el centro de gravedad pol铆tico-econ贸mico ruso seguir铆a orientado hacia el Este, hacia Asia –y por tanto hacia China.
A juzgar por el tono con el que la administraci贸n Trump aborda su primer acercamiento a Mosc煤, parece que a煤n no se ha decidido entre la estrategia del palo y la zanahoria y una m谩s suave, salpicada de halagos y ofertas. En definitiva, a medio camino entre el plan A y el plan B... Y por el momento parece ser correspondida de la misma manera por la dirigencia rusa. Queda por ver si este idilio inicial tendr谩 continuidad cuando comiencen las negociaciones reales. En cuyo camino pesan dos obst谩culos tan grandes como rocas: la clara negativa de Rusia a permitir cualquier congelamiento del conflicto y la voluntad precisa de Mosc煤 de aceptar la confrontaci贸n s贸lo en el contexto de un acuerdo de seguridad mutua m谩s amplio. La distancia entre las partes, en definitiva, es significativa y no ser谩 f谩cil superarla, si es que eso es posible. El entusiasmo (o la consternaci贸n) con el que se est谩 acogiendo este primer paso, muy peque帽o, la llamada telef贸nica de Trump a Putin, parece realmente excesivo, casi como si la reanudaci贸n de un di谩logo implicara autom谩ticamente una r谩pida resoluci贸n de los problemas. Algo de lo que todav铆a estamos muy lejos.
Adem谩s, es evidente que este camino, adem谩s de accidentado, es necesariamente largo y que en el tiempo que se necesite para desarrollarlo pueden pasar muchas cosas. No es posible predecir si Europa reaccionar谩 y c贸mo (aparte de la frustraci贸n inicial). Tampoco es posible predecir las reacciones en Ucrania, que, como Europa, est谩 siendo claramente marginada. Es necesario entender c贸mo se posicionar谩 China al respecto, que mientras tanto ha propuesto una cumbre trilateral entre Estados Unidos, Rusia y China para llegar a un acuerdo en Ucrania sin la participaci贸n de Kiev, con Pek铆n dispuesto a actuar como garante de cualquier acuerdo alcanzado.
Pero lo que m谩s se puede predecir es lo que ocurrir谩 sobre el terreno, donde las fuerzas rusas siguen aplastando a las ucranianas, desde donde, sin embargo, no se puede descartar que se intenten movimientos desesperados. Si los puntos de partida ya est谩n bastante alejados, es evidente que los cambios significativos en la l铆nea de batalla podr铆an afectar considerablemente a la ubicaci贸n del punto de llegada.
Una cosa est谩 clara, sin embargo. Sea cual sea el resultado, la apertura de una fase de negociaciones entre Washington y Mosc煤 marca un antes y un despu茅s. Y la elecci贸n de la Casa Blanca podr铆a depender de c贸mo termine: plan A o plan B.
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Notas
1 – No hay que olvidar ni subestimar el aspecto sist茅mico del choque en curso en los Estados Unidos. De hecho, no se trata de una simple polarizaci贸n de derecha contra izquierda (suponiendo que estos t茅rminos tengan alg煤n sentido con respecto al marco pol铆tico estadounidense); el proceso desencadenado por el grupo de poder trumpiano es m谩s amplio y m谩s profundo que un simple realineamiento de la pol铆tica federal, con la consiguiente eliminaci贸n/modificaci贸n de herramientas institucionales, sino que implica a la vez una transferencia real de poder (del p煤blico al privado), y una reducci贸n dr谩stica del gasto. Y esto significa que no ser谩n s贸lo las 茅lites vinculadas a los dem贸cratas en varios niveles las que se ver谩n desbordadas, sino que la onda expansiva descender谩 m谩s abajo, golpeando tambi茅n a las clases bajas y medias. En perspectiva, en resumen, la recuperaci贸n del sistema estadounidense no simplemente abrir谩 una fractura ideol贸gica (rep vs. dem贸cratas), sino que tendr谩 repercusiones sociales. Y no es del todo seguro que la superposici贸n entre estas dos l铆neas de falla no conduzca a un nivel de conflictividad tan alto que supere el umbral de seguridad: un sistema democr谩tico, incluso con fuertes connotaciones olig谩rquicas como el estadounidense, corre el riesgo de derrumbarse si faltan los presupuestos comunes entre los partidos.
2 – Desde cierto punto de vista, nos encontramos ante el amanecer de un nuevo modelo pol铆tico y social, que representa la realizaci贸n efectiva de ciertas utop铆as del capitalismo liberal. Al respecto, v茅ase “La nueva utop铆a capitalista” , Enrico Tomaselli, Meer
3 – Despu茅s de haberse beneficiado de la ruptura del enlace energ茅tico Rusia-Europa, que llev贸 a los pa铆ses vasallos a comprar GNL americano mucho m谩s caro y a perder competitividad, despu茅s de haber impulsado la industria militar norteamericana (tradicionalmente motor de la recuperaci贸n econ贸mica de los Estados), ahora exige que los ucranianos compensen a Washington, entregando 500 mil millones de tierras raras y similares con capital americano.
4. Los ej茅rcitos de la OTAN libraron su 煤ltima guerra en Afganist谩n (y la perdieron), pero se trat贸 de algo muy distinto del conflicto ucraniano, m谩s bien de una acci贸n de contrainsurgencia y de contraguerrilla, ni siquiera de un conflicto asim茅trico. No conoc铆an ning煤n conflicto sim茅trico desde los a帽os 50, desde la guerra de Corea. Al fin y al cabo, basta con observar la guerra en Ucrania para ver c贸mo todas las ofensivas del ej茅rcito de Kiev, planificadas por los mandos de la OTAN bas谩ndose en sus propias doctrinas de combate, terminaron en fracasos desastrosos. Incluso el entrenamiento proporcionado por el personal de la OTAN es, seg煤n los militares ucranianos que lo recibieron, absolutamente inadecuado; en la mayor铆a de los casos, los estudiantes ten铆an m谩s experiencia que los instructores.
5 – A pesar de todo, EEUU sigue considerando a Rusia como un adversario menor, creyendo que la diferencia en el PIB es m谩s significativa que todo lo dem谩s. En este sentido, siguen convencidos en lo sustancial de lo que pensaban durante la administraci贸n Biden, solo prolongando un poco los c谩lculos en el tiempo. Si antes en Washington contaban con que las sanciones y el coste de la guerra llevar铆an a Mosc煤 de rodillas en un par de a帽os, ahora creen que en 2030 el r茅gimen podr铆a incluso derrumbarse… En cualquier caso, creen que pueden ejercer una mezcla de presi贸n y seducci贸n, suficiente para empujarlo a romper la alianza con China.
6 – B谩sicamente, la cuesti贸n del programa nuclear iran铆 est谩 ah铆. Tambi茅n est谩 relacionada, por supuesto, con la seguridad y la disuasi贸n de Israel, pero sobre todo Washington no quiere encontrarse en una situaci贸n similar a la de Corea, con un pa铆s hostil que posee armas nucleares y con el que, por tanto, debe llegar a un acuerdo. Por ello, es muy probable que, tarde o temprano, Estados Unidos considere la posibilidad de atacar a Teher谩n, considerado (sin armas nucleares) el eslab贸n m谩s d茅bil de la cadena (China, Rusia, Corea del Norte, Ir谩n).

La presidencia de Trump, lo que representa y expresa, est谩 todav铆a en sus primeras etapas, por muy deslumbrante que sea, por lo que no es f谩cil entender completamente c贸mo se desarrollar谩, en qu茅 direcci贸n (y sobre todo c贸mo) intentar谩 llevar a Estados Unidos y al mundo. Sin embargo, algunos elementos comienzan a vislumbrarse y se basan en lo que se pod铆a prever, incluso f谩cilmente, a partir de la forma en que se llev贸 a cabo la campa帽a electoral.
El primero de estos elementos es que gran parte de la acci贸n de la nueva administraci贸n se dirige al interior de Estados Unidos; hacer grande a Am茅rica de nuevo, en la visi贸n de ese pedazo de poder estadounidense que llev贸 a Trump a la Casa Blanca, significa en primer lugar desmantelar radicalmente esa red de aparatos e instituciones montadas durante las d茅cadas de dominaci贸n neocon-dem. Una tarea a la que el equipo de Trump se est谩 dedicando con vigor –y, parecer铆a, con cierto asombro por parte de sus v铆ctimas– pero que, m谩s all谩 de los efectos medi谩ticos, requiere tiempo para producir efectos concretos. Evidentemente, la parte destructiva es m谩s f谩cil, a la que en todo caso pronto se opondr谩 la resistencia de los mismos aparatos [1], actualmente todav铆a aturdidos, pero tarde o temprano habr谩 que abordar la cuesti贸n de c贸mo/con qu茅 reemplazarlos. Y esto ser谩 m谩s largo y complejo.
El otro elemento, fuertemente marcado por la personalidad del nuevo presidente, es el mismo enfoque apresurado, rudo y, en 煤ltima instancia, agresivo aplicado en el plano internacional. En cierto sentido, simb贸licamente resumido en la decisi贸n de cambiar el nombre del Golfo de M茅xico por el de Golfo de Am茅rica, es decir, una decisi贸n unilateral, sustancialmente limitada en sus efectos concretos pero muy visible y que, sobre todo, relanza una imagen musculosa de Estados Unidos, que ha decidido dejar de lado las formalidades diplom谩ticas y reafirmar su poder hegem贸nico desde el mismo tono.
Obviamente, aqu铆, como se suele decir, el burro cae, porque si se trata de hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande, significa que no es s贸lo su imagen la que ya no es grande, y por lo tanto este tipo de maquillaje no s贸lo no es suficiente, sino que corre el riesgo de tener un efecto bumer谩n. Porque es toda la realidad mundial la que ha cambiado, no s贸lo los Estados Unidos, y negarse a ver la realidad es el primer paso para comprometer cualquier intento de cambiarla.
Pero m谩s all谩 de estos primeros elementos superficiales, tambi茅n podemos empezar a tener una idea m谩s completa del plan estrat茅gico estadounidense, o al menos de sus perspectivas a corto y medio plazo.
En este contexto, se puede decir que el objetivo es transformar el Occidente colectivo en una especie de fortaleza estadounidense, en la que las periferias del imperio –Europa, Am茅rica Latina, Australia, Jap贸n y Corea del Sur– desempe帽ar谩n el papel de foso protector; ya no ser谩n, pues, pa铆ses vasallos todav铆a dotados de cierta autonom铆a, sino territorios estrechamente integrados en el dispositivo de defensa pol铆tico-militar de la fortaleza continental, y sometidos al mando directo del emperador. Esta maniobra de fortificaci贸n proceder谩 en dos direcciones: por una parte, el coraz贸n del imperio –representado por el continente norteamericano– drenar谩 hacia s铆 el mayor n煤mero posible de recursos (econ贸micos e intelectuales) de los pa铆ses vasallos, y por otra intentar谩 levantar un muro entre los territorios imperiales y el resto del mundo, donde hic sunt leones. La idea b谩sica es aislar a Occidente lo m谩s claramente posible, dejando fuera a todos los dem谩s, con el fin de explotar su (presunta) superioridad tecnol贸gica, militar y econ贸mica, para impedir que otras potencias superen la brecha que los separa de Estados Unidos.
La era de la globalizaci贸n est谩 muerta y enterrada. Estados Unidos se ha dado cuenta de que la creaci贸n de un mercado global -que ha favorecido la desindustrializaci贸n occidental, y en particular la norteamericana- ha dado a los grandes y peque帽os competidores la oportunidad de crecer, hasta el punto de amenazar la supremac铆a de Washington, y por lo tanto es necesario invertir radicalmente la tendencia: devolver la capacidad de producci贸n a Estados Unidos, mantener el dominio tecnol贸gico (y por lo tanto militar), reducir dr谩sticamente el comercio Este-Oeste -marginando a los pa铆ses m谩s peligrosos y cooptando a los potencialmente 煤tiles-.
Desde esta perspectiva, la hostilidad hacia los BRICS (destinada a agravarse) no surge tanto de la idea de que sea el embri贸n de un bloque antioccidental, sino de la necesidad de dividir a sus miembros, llevando a algunos a su propia esfera de influencia (India, Brasil) y empujando a los dem谩s a los m谩rgenes.
La estrategia de Trump (de su bloque de poder) es tambi茅n una estrategia que puede definirse como m谩s all谩 del liberalismo, que pretende superar la fase del neoliberalismo (supremac铆a de las oligarqu铆as econ贸micas sobre las pol铆ticas), para llegar a una nueva fase en la que las primeras ocupen el espacio de las segundas [2]. No es casualidad que tanto Trump como su alter ego-mariscal de campo Musk sean precisamente dos oligarcas econ贸micos.
En conclusi贸n, Estados Unidos se encamina hacia un cambio radical en sus relaciones internacionales, pero tambi茅n en sus relaciones sociales internas. El objetivo es crear un bloque occidental militarizado (en el sentido pol铆tico, no en el literal), bajo el estricto mando estadounidense, que, al abrigo de una nueva cortina de hierro, recupere su potencial y restaure su supremac铆a, a la espera de que este proceso madure y vuelva a poner a Estados Unidos en posici贸n de asestar el golpe final a su principal competidor, China, poniendo as铆 a todos los dem谩s de nuevo en su lugar.
Se trata, como es bien sabido, de un plan muy ambicioso, y para nada obvio, que en todo caso requiere un periodo de calma necesaria -al menos dos o tres d茅cadas-, que es la raz贸n (una de las razones...) por la que Trump intenta desentenderse del conflicto ucraniano, ganando incluso dos veces con 茅l [3], y calmar el tempestuoso Oriente Medio.
Aparte de las inc贸gnitas internas mencionadas, este plan estrat茅gico parece no tener en cuenta algunos factores decididamente importantes. En primer lugar, la supremac铆a tecnol贸gica que Estados Unidos presume de tener es en realidad mucho m谩s limitada y menos real de lo que cree. Desde la inteligencia artificial hasta los sistemas de armas m谩s avanzados, China y Rusia est谩n por delante en muchos sectores, e incluso Ir谩n y Corea del Norte son decididamente competitivos. Al fin y al cabo, China es capaz de invertir en investigaci贸n y desarrollo tanto como Estados Unidos, si no m谩s, y en estos pa铆ses el n煤mero de graduados en disciplinas cient铆ficas y tecnol贸gicas es decididamente superior a la media occidental. Parad贸jicamente, la pol铆tica de sanciones adoptada desde hace tiempo contra pa铆ses considerados hostiles, incluso en t茅rminos de desarrollo tecnol贸gico, ha demostrado ser contraproducente; de hecho, estos pa铆ses han buscado soluciones aut谩rquicas, que excluyen el uso de componentes de hardware/software occidentales, desarrollando productos equivalentes, a veces incluso mejores, y a menudo m谩s baratos. El caso de la inteligencia artificial china DeepSeek, o de los misiles hipers贸nicos rusos e iran铆es, es emblem谩tico.
Incluso en el plano militar, la superioridad occidental a煤n no se ha recuperado. Los ej茅rcitos europeos, con la 煤nica excepci贸n quiz谩 del polaco, est谩n empobrecidos, sufren una profunda falta de preparaci贸n para la guerra contempor谩nea [4] y, sobre todo, pagan el precio de un enfoque doctrinal obsoleto, concebido en otras 茅pocas, para otros escenarios y, sobre todo, para otros adversarios. El dominio ruso e iran铆 en materia de misiles (la OTAN no tiene misiles hipers贸nicos...) es total. En el plano convencional, la producci贸n de blindados y artiller铆a en Rusia y China supera ampliamente a la de todos los pa铆ses de la OTAN, los veh铆culos son m谩s robustos y flexibles y cuestan mucho menos que los de Occidente. En el 谩mbito de la guerra electr贸nica, Rusia est谩 decididamente por delante de todos. En el terreno de los aviones no tripulados, Rusia e Ir谩n est谩n a la vanguardia.
Tradicionalmente, se cree que la superioridad occidental reside sobre todo en la fuerza a茅rea y la marina. Pero el rendimiento del cazabombardero ruso de quinta generaci贸n, el Su-57, se considera asombroso y, una vez que entre en producci贸n en masa, podr铆a cambiar el equilibrio de poder en el aire. En cuanto a la marina, solo la marina china tiene ahora un mayor n煤mero de buques, muchos de ellos m谩s modernos, que la marina estadounidense. Las flotas china, rusa e iran铆, que a menudo realizan ejercicios conjuntos, probablemente ya sean capaces de competir con las occidentales.
Y, por supuesto, el arsenal nuclear ruso es el m谩s grande del mundo.
En resumen, no parece nada f谩cil llevar a cabo un plan que, en un tiempo relativamente corto, logre completar todos los objetivos fijados, a saber: reconstrucci贸n del potencial productivo estadounidense, adaptaci贸n de la fuerza militar, fortalecimiento de la supremac铆a tecnol贸gica, defensa del poder del d贸lar como moneda internacional de cambio. Incluso si se lograran todos ellos, hay que tener en cuenta que incluso los pa铆ses oponentes seguir谩n con su desarrollo tecnol贸gico y militar, y por lo tanto no es seguro que sean suficientes para llenar el vac铆o. De ello se deduce que incluso una perspectiva optimista puede no ser suficiente para el desaf铆o final, y ser谩 necesario dividir el frente enemigo.
Es lo que podr铆amos llamar el plan A. Pero para que 茅ste determine las condiciones que permitan enfrentar y vencer al adversario n煤mero uno, es decir, China, es esencial, precisamente, garantizar que Pek铆n llegue solo al momento decisivo.
En este sentido, Washington espera poder distanciar a Rusia de su aliado chino [5], y probablemente eliminar a Ir谩n a su debido tiempo [6].
El camino que lleva a la realizaci贸n del plan A, como ya se ha dicho, requiere un per铆odo de tregua, al menos en lo que se refiere a los conflictos cin茅ticos. Por ello, la necesidad de poner fin a los dos principales –en los que Estados Unidos est谩 muy implicado– o al menos de salir de ellos, se convierte en un objetivo primordial. Sin embargo, ambos presentan bastantes dificultades para su resoluci贸n. En lo que respecta a Ucrania, estas dificultades se pueden resumir esencialmente en la absoluta falta de voluntad de Rusia para llegar a soluciones de compromiso al nivel m谩s bajo y en la necesidad –no menos relevante– de evitar una derrota manifiesta de la OTAN y de Estados Unidos (la sustancial es inevitable). En lo que respecta a Palestina, en cambio, se trata de la imposibilidad de abandonar a Israel y de la imposibilidad de lograr una paz duradera sin poner fin a la existencia de un Estado sionista en Tierra Santa.
A pesar de la gran falta de escr煤pulos de Trump, y a pesar de la fuerte voluntad de llevar a cabo este decisivo cambio de direcci贸n respecto de la estrategia seguida hasta ahora por Washington, parece evidente que los m谩rgenes de 茅xito, especialmente en los primeros pasos internacionales, son extremadamente problem谩ticos y limitados.
Como es evidente que estas dificultades no surgieron de la nada el d铆a de la investidura de Trump, sino que eran bien conocidas incluso antes, es razonable suponer que en los think tanks vinculados al bloque de poder trumpiano se las examin贸 a tiempo y que, por tanto, se imaginaron soluciones para afrontarlas. Lo que podr铆amos definir como un plan B, que apunta a los mismos objetivos pero en tiempos y formas menos ambiciosos.
Esta segunda versi贸n del plan estrat茅gico se articula en torno a dos ideas rectoras: a corto plazo, intentar desarrollar relaciones bilaterales con Rusia, sobre la base de una suerte de asociaci贸n para la seguridad global, y a medio plazo llegar a la definici贸n de un Yalta 2.0, que implique -en distintos grados- tambi茅n a China, y que apunte a establecer nuevas reglas de coexistencia erga omnes. Desde el punto de vista estadounidense, un planteamiento de este tipo responder铆a siempre al objetivo de recuperar su capacidad de ejercer hegemon铆a, pero reconociendo que para ello se necesita una fase m谩s larga.
Este tipo de planteamiento probablemente contar铆a en un primer momento con el apoyo de Mosc煤, que tendr铆a todo el inter茅s en resolver (al menos temporalmente) las zonas y sectores de crisis que le afectan directamente: Ucrania, obviamente, pero tambi茅n la presencia de la OTAN (EE.UU.) en Europa, el mar B谩ltico, el oc茅ano 脕rtico y, en menor medida, Oriente Medio. Para Washington, esta segunda hip贸tesis tendr铆a la ventaja (potencial) de ofrecer margen de maniobra para intentar insinuar una cu帽a entre Rusia y China, aunque esta posibilidad estar铆a limitada por otros factores.
En primer lugar, porque los dirigentes rusos han asimilado bien la falta de fiabilidad y la duplicidad occidentales, pero tambi茅n porque en ese marco Europa quedar铆a marginada y pol铆ticamente reducida, y en todo caso claramente separada de Rusia; por tanto, el centro de gravedad pol铆tico-econ贸mico ruso seguir铆a orientado hacia el Este, hacia Asia –y por tanto hacia China.
A juzgar por el tono con el que la administraci贸n Trump aborda su primer acercamiento a Mosc煤, parece que a煤n no se ha decidido entre la estrategia del palo y la zanahoria y una m谩s suave, salpicada de halagos y ofertas. En definitiva, a medio camino entre el plan A y el plan B... Y por el momento parece ser correspondida de la misma manera por la dirigencia rusa. Queda por ver si este idilio inicial tendr谩 continuidad cuando comiencen las negociaciones reales. En cuyo camino pesan dos obst谩culos tan grandes como rocas: la clara negativa de Rusia a permitir cualquier congelamiento del conflicto y la voluntad precisa de Mosc煤 de aceptar la confrontaci贸n s贸lo en el contexto de un acuerdo de seguridad mutua m谩s amplio. La distancia entre las partes, en definitiva, es significativa y no ser谩 f谩cil superarla, si es que eso es posible. El entusiasmo (o la consternaci贸n) con el que se est谩 acogiendo este primer paso, muy peque帽o, la llamada telef贸nica de Trump a Putin, parece realmente excesivo, casi como si la reanudaci贸n de un di谩logo implicara autom谩ticamente una r谩pida resoluci贸n de los problemas. Algo de lo que todav铆a estamos muy lejos.
Adem谩s, es evidente que este camino, adem谩s de accidentado, es necesariamente largo y que en el tiempo que se necesite para desarrollarlo pueden pasar muchas cosas. No es posible predecir si Europa reaccionar谩 y c贸mo (aparte de la frustraci贸n inicial). Tampoco es posible predecir las reacciones en Ucrania, que, como Europa, est谩 siendo claramente marginada. Es necesario entender c贸mo se posicionar谩 China al respecto, que mientras tanto ha propuesto una cumbre trilateral entre Estados Unidos, Rusia y China para llegar a un acuerdo en Ucrania sin la participaci贸n de Kiev, con Pek铆n dispuesto a actuar como garante de cualquier acuerdo alcanzado.
Pero lo que m谩s se puede predecir es lo que ocurrir谩 sobre el terreno, donde las fuerzas rusas siguen aplastando a las ucranianas, desde donde, sin embargo, no se puede descartar que se intenten movimientos desesperados. Si los puntos de partida ya est谩n bastante alejados, es evidente que los cambios significativos en la l铆nea de batalla podr铆an afectar considerablemente a la ubicaci贸n del punto de llegada.
Una cosa est谩 clara, sin embargo. Sea cual sea el resultado, la apertura de una fase de negociaciones entre Washington y Mosc煤 marca un antes y un despu茅s. Y la elecci贸n de la Casa Blanca podr铆a depender de c贸mo termine: plan A o plan B.
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Notas
1 – No hay que olvidar ni subestimar el aspecto sist茅mico del choque en curso en los Estados Unidos. De hecho, no se trata de una simple polarizaci贸n de derecha contra izquierda (suponiendo que estos t茅rminos tengan alg煤n sentido con respecto al marco pol铆tico estadounidense); el proceso desencadenado por el grupo de poder trumpiano es m谩s amplio y m谩s profundo que un simple realineamiento de la pol铆tica federal, con la consiguiente eliminaci贸n/modificaci贸n de herramientas institucionales, sino que implica a la vez una transferencia real de poder (del p煤blico al privado), y una reducci贸n dr谩stica del gasto. Y esto significa que no ser谩n s贸lo las 茅lites vinculadas a los dem贸cratas en varios niveles las que se ver谩n desbordadas, sino que la onda expansiva descender谩 m谩s abajo, golpeando tambi茅n a las clases bajas y medias. En perspectiva, en resumen, la recuperaci贸n del sistema estadounidense no simplemente abrir谩 una fractura ideol贸gica (rep vs. dem贸cratas), sino que tendr谩 repercusiones sociales. Y no es del todo seguro que la superposici贸n entre estas dos l铆neas de falla no conduzca a un nivel de conflictividad tan alto que supere el umbral de seguridad: un sistema democr谩tico, incluso con fuertes connotaciones olig谩rquicas como el estadounidense, corre el riesgo de derrumbarse si faltan los presupuestos comunes entre los partidos.
2 – Desde cierto punto de vista, nos encontramos ante el amanecer de un nuevo modelo pol铆tico y social, que representa la realizaci贸n efectiva de ciertas utop铆as del capitalismo liberal. Al respecto, v茅ase “La nueva utop铆a capitalista” , Enrico Tomaselli, Meer
3 – Despu茅s de haberse beneficiado de la ruptura del enlace energ茅tico Rusia-Europa, que llev贸 a los pa铆ses vasallos a comprar GNL americano mucho m谩s caro y a perder competitividad, despu茅s de haber impulsado la industria militar norteamericana (tradicionalmente motor de la recuperaci贸n econ贸mica de los Estados), ahora exige que los ucranianos compensen a Washington, entregando 500 mil millones de tierras raras y similares con capital americano.
4. Los ej茅rcitos de la OTAN libraron su 煤ltima guerra en Afganist谩n (y la perdieron), pero se trat贸 de algo muy distinto del conflicto ucraniano, m谩s bien de una acci贸n de contrainsurgencia y de contraguerrilla, ni siquiera de un conflicto asim茅trico. No conoc铆an ning煤n conflicto sim茅trico desde los a帽os 50, desde la guerra de Corea. Al fin y al cabo, basta con observar la guerra en Ucrania para ver c贸mo todas las ofensivas del ej茅rcito de Kiev, planificadas por los mandos de la OTAN bas谩ndose en sus propias doctrinas de combate, terminaron en fracasos desastrosos. Incluso el entrenamiento proporcionado por el personal de la OTAN es, seg煤n los militares ucranianos que lo recibieron, absolutamente inadecuado; en la mayor铆a de los casos, los estudiantes ten铆an m谩s experiencia que los instructores.
5 – A pesar de todo, EEUU sigue considerando a Rusia como un adversario menor, creyendo que la diferencia en el PIB es m谩s significativa que todo lo dem谩s. En este sentido, siguen convencidos en lo sustancial de lo que pensaban durante la administraci贸n Biden, solo prolongando un poco los c谩lculos en el tiempo. Si antes en Washington contaban con que las sanciones y el coste de la guerra llevar铆an a Mosc煤 de rodillas en un par de a帽os, ahora creen que en 2030 el r茅gimen podr铆a incluso derrumbarse… En cualquier caso, creen que pueden ejercer una mezcla de presi贸n y seducci贸n, suficiente para empujarlo a romper la alianza con China.
6 – B谩sicamente, la cuesti贸n del programa nuclear iran铆 est谩 ah铆. Tambi茅n est谩 relacionada, por supuesto, con la seguridad y la disuasi贸n de Israel, pero sobre todo Washington no quiere encontrarse en una situaci贸n similar a la de Corea, con un pa铆s hostil que posee armas nucleares y con el que, por tanto, debe llegar a un acuerdo. Por ello, es muy probable que, tarde o temprano, Estados Unidos considere la posibilidad de atacar a Teher谩n, considerado (sin armas nucleares) el eslab贸n m谩s d茅bil de la cadena (China, Rusia, Corea del Norte, Ir谩n).