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Los favores espirituales de una santa (I)

Por Jorge Majfud  

Los escritores, intelectuales e hispanistas rebeldes (Am茅rico Castro, Juan Goytisolo, Eduardo Subirats, etc.) han hablado y escrito extensamente contra la tradici贸n purista del nacionalcatolicismo espa帽ol. Por cualquier lado que se estudie la cultura europea desde la Edad Media se ver谩 la gran diversidad de la pen铆nsula ib茅rica, la que comienza a ser castigada, negada y arrasada con especial brutalidad en tiempos de los c茅lebres reyes cat贸licos Fernando e Isabel a fines del siglo XV y que durar谩 por lo menos hasta el apogeo del franquismo en el siglo XX. La idea de patria o naci贸n basada en la unicidad (una lengua, una raza, una religi贸n) en lugar de la uni贸n, en la exclusi贸n en lugar de la inclusi贸n, no se demora en eufemismos. Todos los que no se adaptaban a este genocidio 茅tnico y cultural eran irremediablemente perseguidos por “malos cristianos” primero y “malos espa帽oles” despu茅s. En diversas oleadas, la mayor铆a debi贸 abandonar su pa铆s o su religi贸n por la fuerza. Ninguno logr贸 la tan ansiada purificaci贸n de sangre aunque en algunos casos se hicieron meritorios esfuerzos por ocultar su condici贸n de “cristianos nuevos”. Una gran cantidad de intelectuales (por no mencionar m茅dicos y contadores) eran cualquier cosa menos “castellanos viejos”. Probablemente fray Bartolom茅 de las Casas era un jud铆o converso o descendientes de familias impuras, al igual que Fray Luis de Le贸n y Santa Teresa. No obstante, tienen en com煤n el haber servido la religi贸n cat贸lica. De las Casas oponi茅ndose a los abusos del establishment; Santa Teresa apoy谩ndolo con una pasi贸n que no se encontraba en los Papas de su 茅poca, lo cual no la salv贸 de alguna visita a la c谩rcel.

Como m铆stica, Santa Teresa es un individuo sensual o sensualista, deseoso de liberaci贸n individual; poco ortodoxa, ya que el misticismo cat贸lico de la 茅poca est谩, como el Quijote de Cervantes, marcado por la cultura isl谩mica y jud铆a, aunque negado por la tradici贸n de los “hombres de letras”.

El dualismo de la santa es el dualismo de la sociedad. Con una ambig眉edad muy pr贸xima al lapsus, exclama: “Qu茅 mayor ni m谩s miserable cautiverio que estar el alma suelta en el alma de su criador” (1958, 700). La mujer que pensaba que “morir y padecer han de ser nuestros deseos” (1958, 929), es conocida y famosa la descripci贸n de uno de estos raptos espirituales que la santa tuvo en 1559 con un hermoso 谩ngel que, con dolor y placer, le incrustaba en el coraz贸n hasta las entra帽as, repetidas veces, una flecha dorada con fuego en la punta. Esta experiencia divina, narr贸 la santa en 1559, la llevaban a proferir quejidos de placer f铆sico y espiritual que dos siglos m谩s tarde el papa Benedicto XIII valor贸 como parte del di谩logo divino y otros incr茅dulos asociaron con experiencias m谩s terrenales.

Como pensadora, Santa Teresa es un soldado autoritario que articula y expresa la ideolog铆a dominante de su propia sociedad y, especialmente, de un siglo mis贸gino y represor entre otras particularidades.

El pensamiento de Santa Teresa y sus impulsos emotivos m谩s profundos no coinciden. Son contradictorios pero no inexplicables. Son una caracter铆stica del pueblo peninsular, movido por la pasi贸n de los sentidos y la aventura y removidos por la sistem谩tica represi贸n, religiosa, pol铆tica y moral que recomienda “palo y mano dura” para evitar lo peor. (Quiz谩s lo mismo podemos entender de la cultura isl谩mica, sensual y austera hasta el l铆mite de violentas contradicciones sensuales como la danza del vientre y el r铆gido vestido negro de sus mujeres).

Si el lector no est谩 de acuerdo conmigo en este punto, no est谩 solo. Una larga tradici贸n de siglos lo acompa帽a, aparte de un combativo ej茅rcito de teresianos que sigue muy activo hoy en d铆a y al cual no niego el derecho de defensa de una religiosa e intelectual sobresaliente.

Pero tal vez podr茅 defender mi punto de vista con algunas lecturas de la santa.

La primera l铆nea del prologo a Las fundaciones resume su pensamiento:

“Por experiencia he visto, dejando lo que en muchas partes he le铆do, el gran bien que es para un alma, no salir de obediencia. Aqu铆 se halla la quietud, que tan preciada es en las almas que desean contentar 谩 Dios; porque si de verdad se han resignado a esta santa obediencia, y rendido el entendimiento 谩 ella, no queriendo tener otro parecer del que su confesor, y si son religiosos, el de su prelado” (1847, 1).

Como hoy, muchos l铆deres religiosos creen conocer las emociones de Dios, aunque no aparezcan explicitas en ning煤n texto sagrado. Santa Teresa no duda en que la obediencia es la mayor virtud humana y, como cualquier cosa buena, trata de extenderla a todos los 谩mbitos de la sociedad. Para un m铆stico, cuya relaci贸n individual con la divinidad es lo m谩s importante, esta obsesi贸n social es una nueva curiosidad. ¿Pero obediencia a quien? A las autoridades ya establecidas por la tradici贸n eclesi谩stica, de estamentos sociales y de g茅nero. Cualquier desviaci贸n a esta desviaci贸n es herej铆a y desobediencia. La segunda palabra m谩s importante, la “libertad” es maldita. Es la noche de la primera, el contrapeso de un mundo desgarrado por dualismos del bien y el mal, del d铆a y la noche, de la santidad y el pecado, del hombre y la mujer.

En este pr贸logo, adem谩s, la santa justifica el haber escrito las Fundaciones por orden de sus confesores. “Su Majestad nos enviaba all铆 [San Josef] lo necesario sin pedirlo” (1847, 5). En Carta a Lorenzo de Cepeda (23 de diciembre de 1561), describe un proyecto de monasterio donde s贸lo podr谩n estar quince monjas enclaustradas: “que es hacer un monasterio, donde ha de haber s贸lo quince, sin poder crecer de n煤mero, con grand铆simo encerramiento, as铆 de nunca salir, como de no ver si no han velo delante del rostro, fundadas en oraci贸n y en mortificaci贸n” (1958, 985).

En el siglo XX, la santidad del claustro ser谩 cuestionada como mero ego铆smo por los te贸logos de la liberaci贸n, quienes propon铆an el compromiso con los problemas del resto de la sociedad y no la b煤squeda de la santidad pura alej谩ndose del mundo pecaminoso que proporcionaba los recursos para que otros salvaran sus almas. Y si la enclaustrada no estaba all铆 por virtud sino para ser corregida, necesario era predicar sobre los peligros del mundo exterior: “porque no puede nadie entender, sino quien lo ha visto, los grand铆simos inconvenientes que hay, y la puerta que se abre al demonio para tentaciones, si piensan que puede ser posible salir de su casa” (1847, 244).

Pero la santa, famosa por sus levitaciones en 茅xtasis m铆stico (tambi茅n conocidos como “raptos” o “favores espirituales”), condena esos mismos arrebatos en las dem谩s monjas. Las s煤bditas deb铆an saber que as铆 como no es lo mismo santidad que pecado, tampoco es lo mismo cordura que locura. Todo lo cual se resuelve obedeciendo las opiniones de los superiores.

“Yo conozco algunas personas, que no les falta casi nada para del todo perder el juicio, mas tienen almas humildes, y tan temerosas de ofender a Dios, que aunque se est谩n deshaciendo en l谩grimas ente s铆 mesmas, no hacen m谩s de lo que se les manda” (1847, 44).



BIBLIOGRAFIA: Jes煤s, Santa Teresa de. Obras de Santa Teresa de Jes煤s. [1573] Barcelona: Juan Olivares, 1847.

Jes煤s, Santa Teresa de. Obras Completas. Madrid: Editorial Plenitud, 1958.

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