OPINI脫N de Jos茅 Carlos Garc铆a Fajardo
“La salida de espa帽oles se dispara casi un 40 por ciento este a帽o por la crisis. 50.000 espa帽oles han emigrado este a帽o. Uno de cada tres recala en la UE”.
Son titulares en nuestros medios de comunicaci贸n. Algunos inconscientes hablan de “sangr铆a”, cuando recibir mano de obra formada era el sue帽o del Reino Unido, Francia y Alemania cuando se firm贸 el tratado de Schengen, que apostaba por la movilidad intraeuropea. ¿Hubieran preferido que se incrementaran las cifras del paro, pero que permanecieran en su peque帽a patria? Porque la movilidad de profesionales no ha cesado desde hace d茅cadas.
Algunos medios inducen a confusi贸n porque los espa帽oles no “emigran” de Barcelona a Madrid, o de cualquier ciudad o comunidad a otra. Los t茅rminos sobre migraciones han quedado obsoletos por la revoluci贸n de las comunicaciones, tanto en la utilizaci贸n de medios de transporte como en el de las relaciones interpersonales a trav茅s de Internet. Alumbran otra civilizaci贸n mutuamente enriquecida.
A las migraciones de pueblos sucedieron migraciones de grupos en busca de mejores condiciones de vida o de trabajo atra铆dos por la fascinaci贸n de los “modos” de vida que les llegaban en canciones, pel铆culas y teleseries infumables. En tiempos no lejanos, europeos de distintos pa铆ses emigraron a Am茅rica. Por eso, cuando llegaron a Espa帽a el turismo y la burbuja econ贸mica, les fue f谩cil repetir el camino que nosotros hab铆amos utilizado durante 500 a帽os. Se daba un cierto desarraigo porque “emigraban” en busca de fortuna y s贸lo regresaban de visita los “indianos” a quienes les hab铆a ido bien.
Cuando toc贸 el turno a sudamericanos y africanos ya no vivieron tan desarraigados porque mantuvieron el contacto telef贸nico o por Internet. Y pensar que algunos “nacionalistas” europeos se sirvieron de esa mano de obra y luego los acusaron de “robarles” puestos de trabajo. Qu茅 hipocres铆a y cortedad de miras. Ignorancia.
Lo mismo sucede entre los ciudadanos de la Uni贸n Europea (UE). Nuestros pasaportes son iguales y no los precisamos para ir de un pa铆s a otro. Basta con nuestros documentos de identidad.
Un ciudadano nacido en Venecia o en Sevilla puede trabajar en cualquier lugar de los 27 pa铆ses, con la misma naturalidad que en Roma o Paris.
As铆 est谩 establecido en los Tratados y hemos conformado nuestros sistemas educativos para una homologaci贸n perfecta entre los dem谩s estados. Al fin y al cabo, una vaca holandesa tiene la misma anatom铆a que una portuguesa o una griega.
Es necesario dominar una segunda “lengua franca”, en general el ingl茅s, aparte de la propia y de la del pa铆s adonde pretendamos ir a desarrollar nuestra actividad profesional. Hoy ya es obligatorio ese estudio desde la escuela infantil p煤blica y privada.
Hace d茅cadas que lo hacemos estudiantes en universidades de otros pa铆ses. Muchos encontraron trabajo en otros pa铆ses pero permanecen en contacto con sus familias.
Ning煤n ciudadano del espacio de la UE es extranjero en cualquiera de los dem谩s pa铆ses. As铆 est谩 reflejado en la composici贸n de instituciones de la UE: En el Parlamento Europeo los diputados no se sientan por “nacionalidades” sino por afinidades pol铆ticas.
Es imperiosa la necesidad de construir los “Estados Unidos de Europa”, para que esa unidad pol铆tica sea coherente con el euro, la fiscalidad, la libre circulaci贸n de ciudadanos y de productos, la seguridad y el desarrollo.
Pero esas libertades exigen la adaptaci贸n a los lugares en los que trabajemos. No se pueden convertir en guetos los barrios en los que viven. Como tampoco costumbres contrarias a nuestro ordenamiento legal que produjo ese bienestar que los inmigrantes desean disfrutar.
Porque eso de la nacionalidad como determinante de la patria, es un concepto obsoleto. Ya Cicer贸n declaraba que mi patria est谩 all铆 en donde puedo vivir con dignidad.
Existen atavismos que est谩n siendo superados por la revoluci贸n de las comunicaciones. Pero algunos pretenden explotar ideolog铆as fundamentalistas, religiones, orgullos de naci贸n como si pudieran ser determinantes de nuestra personalidad. Son admirables tradiciones, costumbres, h谩bitos, arte, folklore, gastronom铆as muy respetables pero que no se pueden alzar con afirmaciones excluyentes.
Por eso, que 50.000 espa帽oles “hayan hecho las maletas con rumbo al extranjero” no es correcto, al menos para los que han marchado a pa铆ses miembros de la UE y que deben considerarse como los cambios de trabajo dentro de las antiguas y artificiales fronteras.
Las causas de esos traslados no pueden determinarse s贸lo por la actual crisis, sino tambi茅n por opciones personales de vivir en otros lugares que est谩n a unas horas de avi贸n o a un golpe de tel茅fono o de tecla en un ordenador.
No podemos conducir veh铆culos de gran cilindrada con la mirada puesta en el retrovisor. Mucho menos, con los medios de comunicaci贸n social que superan las distancias y han acercado a los pueblos.
Jos茅 Carlos Garc铆a Fajardo
“La salida de espa帽oles se dispara casi un 40 por ciento este a帽o por la crisis. 50.000 espa帽oles han emigrado este a帽o. Uno de cada tres recala en la UE”.
Son titulares en nuestros medios de comunicaci贸n. Algunos inconscientes hablan de “sangr铆a”, cuando recibir mano de obra formada era el sue帽o del Reino Unido, Francia y Alemania cuando se firm贸 el tratado de Schengen, que apostaba por la movilidad intraeuropea. ¿Hubieran preferido que se incrementaran las cifras del paro, pero que permanecieran en su peque帽a patria? Porque la movilidad de profesionales no ha cesado desde hace d茅cadas.
Algunos medios inducen a confusi贸n porque los espa帽oles no “emigran” de Barcelona a Madrid, o de cualquier ciudad o comunidad a otra. Los t茅rminos sobre migraciones han quedado obsoletos por la revoluci贸n de las comunicaciones, tanto en la utilizaci贸n de medios de transporte como en el de las relaciones interpersonales a trav茅s de Internet. Alumbran otra civilizaci贸n mutuamente enriquecida.
A las migraciones de pueblos sucedieron migraciones de grupos en busca de mejores condiciones de vida o de trabajo atra铆dos por la fascinaci贸n de los “modos” de vida que les llegaban en canciones, pel铆culas y teleseries infumables. En tiempos no lejanos, europeos de distintos pa铆ses emigraron a Am茅rica. Por eso, cuando llegaron a Espa帽a el turismo y la burbuja econ贸mica, les fue f谩cil repetir el camino que nosotros hab铆amos utilizado durante 500 a帽os. Se daba un cierto desarraigo porque “emigraban” en busca de fortuna y s贸lo regresaban de visita los “indianos” a quienes les hab铆a ido bien.
Cuando toc贸 el turno a sudamericanos y africanos ya no vivieron tan desarraigados porque mantuvieron el contacto telef贸nico o por Internet. Y pensar que algunos “nacionalistas” europeos se sirvieron de esa mano de obra y luego los acusaron de “robarles” puestos de trabajo. Qu茅 hipocres铆a y cortedad de miras. Ignorancia.
Lo mismo sucede entre los ciudadanos de la Uni贸n Europea (UE). Nuestros pasaportes son iguales y no los precisamos para ir de un pa铆s a otro. Basta con nuestros documentos de identidad.
Un ciudadano nacido en Venecia o en Sevilla puede trabajar en cualquier lugar de los 27 pa铆ses, con la misma naturalidad que en Roma o Paris.
As铆 est谩 establecido en los Tratados y hemos conformado nuestros sistemas educativos para una homologaci贸n perfecta entre los dem谩s estados. Al fin y al cabo, una vaca holandesa tiene la misma anatom铆a que una portuguesa o una griega.
Es necesario dominar una segunda “lengua franca”, en general el ingl茅s, aparte de la propia y de la del pa铆s adonde pretendamos ir a desarrollar nuestra actividad profesional. Hoy ya es obligatorio ese estudio desde la escuela infantil p煤blica y privada.
Hace d茅cadas que lo hacemos estudiantes en universidades de otros pa铆ses. Muchos encontraron trabajo en otros pa铆ses pero permanecen en contacto con sus familias.
Ning煤n ciudadano del espacio de la UE es extranjero en cualquiera de los dem谩s pa铆ses. As铆 est谩 reflejado en la composici贸n de instituciones de la UE: En el Parlamento Europeo los diputados no se sientan por “nacionalidades” sino por afinidades pol铆ticas.
Es imperiosa la necesidad de construir los “Estados Unidos de Europa”, para que esa unidad pol铆tica sea coherente con el euro, la fiscalidad, la libre circulaci贸n de ciudadanos y de productos, la seguridad y el desarrollo.
Pero esas libertades exigen la adaptaci贸n a los lugares en los que trabajemos. No se pueden convertir en guetos los barrios en los que viven. Como tampoco costumbres contrarias a nuestro ordenamiento legal que produjo ese bienestar que los inmigrantes desean disfrutar.
Porque eso de la nacionalidad como determinante de la patria, es un concepto obsoleto. Ya Cicer贸n declaraba que mi patria est谩 all铆 en donde puedo vivir con dignidad.
Existen atavismos que est谩n siendo superados por la revoluci贸n de las comunicaciones. Pero algunos pretenden explotar ideolog铆as fundamentalistas, religiones, orgullos de naci贸n como si pudieran ser determinantes de nuestra personalidad. Son admirables tradiciones, costumbres, h谩bitos, arte, folklore, gastronom铆as muy respetables pero que no se pueden alzar con afirmaciones excluyentes.
Por eso, que 50.000 espa帽oles “hayan hecho las maletas con rumbo al extranjero” no es correcto, al menos para los que han marchado a pa铆ses miembros de la UE y que deben considerarse como los cambios de trabajo dentro de las antiguas y artificiales fronteras.
Las causas de esos traslados no pueden determinarse s贸lo por la actual crisis, sino tambi茅n por opciones personales de vivir en otros lugares que est谩n a unas horas de avi贸n o a un golpe de tel茅fono o de tecla en un ordenador.
No podemos conducir veh铆culos de gran cilindrada con la mirada puesta en el retrovisor. Mucho menos, con los medios de comunicaci贸n social que superan las distancias y han acercado a los pueblos.
Jos茅 Carlos Garc铆a Fajardo