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Austeridad institucionalizable

OPINI脫N de Emilio Cafassi, Uruguay.- El presidente uruguayo Jos茅 Mujica viene atrayendo crecientemente la atenci贸n internacional mediante una mir铆ada de gestos personales entre in茅ditos e infrecuentes para la naturalizada concepci贸n y pr谩ctica de privilegios materiales y simb贸licos que, unidos al boato y esplendor, caracterizan a la totalidad (o casi) de los pol铆ticos en el Estado burgu茅s (y no faltar谩n ejemplos hist贸ricos en los que signos proporcionales se hayan dado o se den en otros estados pretendidamente poscapitalistas y/o obreros). Actitudes consistentes que van desde la donaci贸n de la casi totalidad de su salario, hasta continuar habitando su modesta chacra rechazando la mansi贸n presidencial. O movilizarse oficialmente en un Corsa (al igual que su esposa, tercera en la l铆nea de sucesi贸n) o en su propio veh铆culo, un viejo Fusca, y carecer de todo servicio dom茅stico, encarg谩ndose la propia pareja de la limpieza de su vivienda o de la casa de hu茅spedes de la estancia presidencial cuando all铆 se alojan transitoriamente, entre otras actitudes coherentes entre s铆 que pueden caracterizarse resumidamente como de consecuente austeridad radical. Sin embargo, con todo lo admirable de tales posicionamientos personales, no se desprende intenci贸n alguna -ni en 茅l, ni en la fuerza pol铆tica que lo sustenta, ni en la opini贸n p煤blica nacional e internacional- de b煤squeda de institucionalizaci贸n alguna de estas pr谩cticas que permitan la extensi贸n de lo valorado hacia el r茅gimen pol铆tico y el dispositivo de poder.

Lo que el presidente resigna en t茅rminos materiales por decisi贸n exclusivamente personal, le es devuelto en t茅rminos simb贸licos (aunque no exista unidad de medida equivalencial) como reconocimiento y hasta idolatr铆a, cosa que seguramente acaricie componentes narcisistas de la personalidad, tanto como conserve la estructura que le otorga la posibilidad de diferenciaci贸n radical con la usanza dominante en una espiral de realimentaci贸n. En t茅rminos m谩s simples a煤n, para poder rechazar un privilegio, tal privilegio debe existir y conservarse. No propongo despreciar la personalidad generosa, austera o m谩s sint茅ticamente, la bonhom铆a, de cuya sinceridad en este caso, no tengo por qu茅 dudar. S贸lo intento se帽alar que no altera la estructura de poder o, peor a煤n, refuerza el culto a la personalidad, concentr谩ndolo. A lo sumo podr谩 inducir a trav茅s del ejemplo a algunos compa帽eros a acompa帽ar la actitud, cosa que en la izquierda uruguaya, por su cultura y tradiciones, no es nada infrecuente, como lo ejemplifica por caso el intendente De los Santos, perteneciendo inclusive a otra rama pol铆tica del frentismo uruguayo, entre varios otros valorables ejemplos similares. No es casual que estas actitudes emerjan cuando en las izquierdas ascienden l铆deres de extracci贸n popular, como adem谩s de los uruguayos mencionados, ha sucedido con Lula o Evo Morales, quienes adem谩s debieron enfrentar una corrupci贸n end茅mica.

Fue precisamente el presidente boliviano qui茅n intent贸 superar el mero gesto personal, cuando se dirigi贸 a los candidatos y jerarcas de su partido, el MAS, de forma p煤blica. All铆 sostuvo “que empobrecerse es otra forma de hacer pol铆tica” inst谩ndolos “a renunciar si no est谩n preparados para eso” (…) “quien de verdad entra a este juego democr谩tico no lo hace para mejorar su econom铆a. Tiene que empobrecerse, esa es la verdadera autoridad”. Su propuesta, restringida a su propia fuerza pol铆tica, es simple y contundente: la asunci贸n de responsabilidades p煤blicas, al igual que toda otra forma de militancia, no debe traer beneficios materiales o usufructo personal, sino inversamente, hasta algunos perjuicios. Pero lo que despierta atenci贸n y admiraci贸n no son los discursos, sino la coherencia entre ellos y las pr谩cticas de quienes los profieren. Aunque si queda librado a la conciencia, a una mera actitud personal moralizante, la pol铆tica no se moralizar谩 sist茅micamente, sino s贸lo circunstancialmente algunos de sus exponentes, bajo el continuismo hegem贸nico del r茅gimen liberal y fiduciario perviviente.

En pa铆ses con altos 铆ndices de corrupci贸n (como buena parte de los latinoamericanos, a excepci贸n de Chile y Uruguay) la personalizaci贸n de la pol铆tica es mucho mayor a煤n, disolviendo cualquier an谩lisis del r茅gimen, cosa que obstruye a煤n m谩s la posibilidad de que la ciudadan铆a pueda comprender las razones estructurales de los comportamientos pol铆ticos que ella misma condena. Se genera entonces un verdadero c铆rculo vicioso: cada vez que el ciudadano percibe en los pol铆ticos profesionales corrupci贸n o abuso de poder, tiende a juzgar s贸lo a las personas que los protagonizan, a personalizar la pol铆tica, que es la expresi贸n de una concepci贸n esterlizante e ingenua que normalmente culmina en la recomendaci贸n de votar por “pol铆ticos honestos”. Para ello cuentan con el gran auxilio de la propia clase pol铆tica y los medios de comunicaci贸n. ¿C贸mo puede percibirse la naturaleza del r茅gimen pol铆tico, la 铆ndole de las instituciones que lo configuran, si los propios pol铆ticos y los medios s贸lo se ocupan de personas que gobiernan o quieren gobernar? ¿C贸mo distinguir el r茅gimen del gobierno y 茅ste 煤ltimo un gobernante en particular?

Cualquier forma de direcci贸n o representaci贸n, ya sea en el Estado y sus poderes, en sus empresas e instituciones aut贸nomas, en las organizaciones de la sociedad civil ya supone una diferenciaci贸n y privilegio por el mero ejercicio del poder, respecto a quienes son afectados por 茅l. Por eso el instituto m谩s eficaz para acotarlo, aunque no el 煤nico, es el de rotaci贸n (al que le dediqu茅 un art铆culo el domingo pasado). Sin embargo, no surge de ello que adem谩s deba acompa帽arse de privilegios materiales o econ贸micos. Muy por el contrario, si una funci贸n es inconmensurable desde el punto de vista retributivo es el de pol铆tico/a, porque carece de oficio.

Ya en el an谩lisis de la experiencia de la Comuna de Par铆s de 1871 Marx destacaba, entre otras muchas medidas de los comuneros, “la supresi贸n de todos los gastos de representaci贸n, de todos los privilegios pecuniarios de los funcionarios, la reducci贸n de los sueldos de todos los funcionarios p煤blicos al nivel del salario de un obrero”. ¿Podr铆a ser 茅ste un instituto que combinado con el de rotaci贸n permita avanzar un paso m谩s en la transformaci贸n del r茅gimen que vengo intentando insinuar? No por deseable, lo encuentro factible en la actualidad de los pa铆ses del giro progresista latinoamericano. Lo fue en la comuna, mientras dur贸, porque se revolucion贸 la totalidad de las relaciones de propiedad. Ning煤n pa铆s del giro progresista ha dejado de ser capitalista, sino que a lo sumo, con desigualdades entre s铆, ungi贸 gobiernos con sesgo neokeynesiano y redistributivo, dentro de reg铆menes pol铆ticos encuadrados en el estado burgu茅s liberal-fiduciario. Lo que supone la convivencia de la esfera jur铆dico-abstracta del ciudadano (“el gobierno de las leyes”), con la escisi贸n Capital-Trabajo (“el despotismo de los hombres” –propietarios- en la esfera econ贸mica y privada). En suma, la desigualdad estructural.

No obstante, puede concebirse un instituto que a falta de mejor nombre llamar铆a de “desprofesionalizaci贸n” consistente en retribuir a todo representante o dirigente mediante lo que en algunos pa铆ses se conoce como “licencia gremial”. Es decir, con el mismo salario que ten铆a antes de asumir el cargo, conserv谩ndole adem谩s el puesto, para cuando culmine su mandato. En t茅rminos pr谩cticos, la empresa u organismo deber谩 seguir pag谩ndole el salario correspondiente y el estado darle al empleador el dinero para contratar (y despedir o reubicar al retorno de su empleado) a un reemplazante en su funci贸n. Los salarios los determina la lucha de clases en cada oficio o rama, m谩s o menos regulada en los pa铆ses del giro progresista por consejos salariales o paritarias. Pero no existe el oficio de diputado, presidente o ministro, ya que cualquier ciudadano puede ejercer esa funci贸n y lo har谩 de modo muy diferente seg煤n su pertenencia ideol贸gica o partidaria. Tampoco existe el oficio de decano sino de profesor o investigador, ni de director de hospital, sino de m茅dico, ni de dirigente gremial metal煤rgico, sino el de obrero metal煤rgico, etc. Obviamente concibo que qui茅n tiene el privilegio y la responsabilidad de ejercer una funci贸n p煤blica o detentar un poder delegado, debe dedicarse con exclusividad a ello, raz贸n por la cual debe recibir un salario, salvo que viva de rentas en cuyo caso no necesita salario alguno.

Varias objeciones podr谩n realizarse a esta propuesta de instituto cuyos an谩lisis y tratamiento deber谩n quedar para una pr贸xima oportunidad. Las que personalmente concibo (ya que a煤n no lo he discutido con nadie in extenso y, a prop贸sito, las que puedan aportar lectores ser谩n muy bienvenidas) no cuestionan ni el esp铆ritu del instituto ni el fondo del asunto, sino que me sugieren ajustes y precisiones en casos espec铆ficos, que no deber铆an sorprender dadas las inmensas desigualdades en nuestras sociedades. Van desde la supuesta inducci贸n a la corrupci贸n de los m谩s postergados, a diferenciaciones de clase, de perjuicio para los funcionarios de ciudades diferentes a la sede del cargo o de excepciones o marginalidades.

As铆 como la necesaria rotaci贸n no puede ser potestad de la biolog铆a, tampoco la limitaci贸n del usufructo privado puede depender de la encarnaci贸n subjetiva de alg煤n imperativo categ贸rico kanteano.

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