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Las mujeres, calladitas

OPINI脫N de Juan Torres L贸pez.- No solo en la patronal espa帽ola de empresarios cuecen habas machistas. Hace unos d铆as, el director general de Microsoft, Satya Nadell, afirm贸 en un coloquio que las mujeres no deben pedir aumentos de sueldo sino “saber y tener fe en que el sistema los dar谩 con el tiempo”. Las que no los reclaman, dijo Nadell, tienen “superpoderes adicionales” porque actuar as铆 les “proporciona buen karma”.

Aunque trat贸 de rectificar enseguida diciendo que se refer铆a a su experiencia personal ya fue imposible disimular que detr谩s de sus palabras est谩 una de las razones que explican que las mujeres cobren menos que los hombres (20% en Espa帽a) cuando realizan el mismo trabajo: negocian sus condiciones laborales menos y peor que sus colegas masculinos.

As铆 lo demostraron las investigadoras Linda Babcock y Sara Laschever en su libro Las mujeres no se atreven a pedir en el que indican que los hombres piden aumentos de sueldo en sus empresas cuatro veces m谩s que ellas y que esa mayor renuncia de las mujeres desde su primer empleo les cuesta en Estados Unidos medio mill贸n de d贸lares por t茅rmino medio a lo largo de su carrera profesional.

Es l贸gico que ocurra as铆 porque mientras que los hombres nos habituamos desde el principio a actuar en la esfera p煤blica en donde prima la competencia, la imposici贸n y la fuerza, a las mujeres se les ense帽a a ser m谩s cuidadosas y condescendientes, a renunciar al inter茅s propio en beneficio de los dem谩s o a conseguir que los conflictos se diluyan en lugar de hacerlos estallar violentamente. Son habilidades, humanamente hablando, mucho m谩s virtuosas y valiosas pero que cuando se desarrollan en un medio ambiente masculinizado resultan muy perjudiciales. Lo que explica que tantas mujeres tengan que decidir entre comportarse de esa forma asumiendo las desventajas consiguientes o hacerlo del mismo modo en que lo hacen los hombres.

Los hechos demuestran que no lleva raz贸n Nadell. Las mujeres, o los hombres, que no reclaman aumentos salariales no los consiguen con el tiempo sino que se quedan sin ellos, como demuestra el sueldo m谩s bajo de las mujeres, que los piden en menor medida, o el techo de cristal que solo se rompe a base de conquistar d铆a a d铆a mejores condiciones de trabajo.

La cuesti贸n tiene mucha trascendencia en la Espa帽a de nuestros d铆as. Nos advierte del gran incremento de la desigualdad que producir谩 el desmantelamiento de la negociaci贸n colectiva y que es imposible acabar con la discriminaci贸n si, adem谩s de proteger la negociaci贸n, no se act煤a sobre la cultura y los valores que desde peque帽os nos diferencian artificialmente a mujeres y hombres. Ni las empresas ni la sociedad sobreviven cuando lo que piden a las mujeres es que se resignen y callen.

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