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Imperialismo y mundializaci贸n

OPINI脫N de Yann C茅zard.- [En los a帽os 80 la ofensiva pol铆tica neoliberal de determinados gobiernos (Reagan, Thatcher…) se combin贸 con un ramillete de estrategias de diferentes actores del capitalismo para cambiar radicalmente el mundo. La nueva mundializaci贸n y el nuevo imperialismo presentan cambios importantes respecto al pasado; este art铆culo se dedica a analizarlos.]
“El peligro amarillo que amenaza a Europa puede definirse de la forma siguiente: ruptura violenta del equilibrio internacional sobre el que est谩 actualmente establecido el r茅gimen social de las grandes naciones industriales de Europa; ruptura provocada por la brusca, anormal e ilimitada competencia de un inmenso pa铆s nuevo”. El economista Edmon Th茅ry expresaba as铆 horror en su libro El peligro amarillo… en 1901.

El mundo ha cambiado mucho desde entonces, pero el fantasma permanece. Salvo que entonces China era entonces v铆ctima de imperialismos rivales. Hoy es el “taller del mundo”. La “primera mundializaci贸n” capitalista vio el triunfo de Occidente. ¿Ver谩 la de hoy su declive? ¿Se puede seguir hablando de imperialismo? Una confusi贸n extrema, pol铆ticamente delet茅rea, reina hoy en las conciencias.

El peor de los m茅todos es la miop铆a, aislar tal o cual hecho de una visi贸n clara del conjunto. Es una comodidad que permite a unos extasiarse sobre el fin del imperialismo (y por qu茅 no, un “imperialismo al rev茅s”: ¿no inunda China Occidente de productos industriales?); a otros afirmar la persistencia, tal cual, del imperialismo descrito por Lenin en 1916 (¿no sigue Occidente interviniendo militarmente en los cuatro rincones del planeta?). Entonces m谩s vale ir directos a lo esencial: puesto que el imperialismo de la “Belle 茅poque” era la forma que tomaba entonces la mundializaci贸n capitalista, ¿cu谩l es el imperialismo de “nuestra mundializaci贸n”?

De una mundializaci贸n a la otra

La econom铆a capitalista conoci贸 una primera ola de internacionalizaci贸n a finales del siglo XIX. Tras la Primera Guerra Mundial, las relaciones econ贸micas internacionales se dislocaron de forma duradera, y la recuperaci贸n de la internacionalizaci贸n fue bastante lenta tras 1945. La importancia del comercio exterior en el PIB mundial solo volvi贸 al nivel de 1913 ¡en 1973! Luego las cosas se ampliaron r谩pidamente.

Pero lo que vivimos desde hace treinta a帽os no es un simple retorno a la mundializaci贸n de 1900, justo a un nivel m谩s elevado. El proceso es diferente. Hace poco m谩s de un siglo, la Europa industrializada se puso a exportar masivamente capitales, por un lado hacia los “nuevos pa铆ses europeos” (Estados Unidos, Canad谩,…), por otro, hacia colonias o semicolonias. A los primeros Europa exportaba tambi茅n sus hombres y mujeres (60 millones de europeos abandonaron el “viejo continente” durante el siglo XIX) y, con ellos, las relaciones capitalistas m谩s avanzadas. Pero en los otros, agrarios y pobres, se trataba sobre todo de construir infraestructuras para robarles sus recursos naturales, inundar sus mercados con productos industriales occidentales (o japoneses), o atrapar a sus estados con deudas infinitas.

Los pa铆ses bajo tutela, estrangulados financieramente, eran invitados a entrar en el juego “beneficioso para todos” del libre cambio con la metr贸poli colonial. India lo pag贸 caro. Su artesanado textil fue arrasado por la competencia de las manufacturas inglesas, y el pa铆s, lejos de industrializarse fue “incitado” a especializarse en sus “ventajas comparativas”, por ejemplo la producci贸n de opio que se pod铆a cambiar por el t茅 chino, para gran desgracia de los dos pueblos y beneficio de la City. La distancia de la renta media entre India e Inglaterra, era de 1 a 2 en 1820 y pas贸 de 1 a 4 a finales del siglo XIX.

¡Se comprende porque los pa铆ses que conquistaron (realmente) su independencia tras 1945 se apresuraron a menudo a cerrar sus fronteras para lanzar su propio proceso de industrializaci贸n! Pero fue en gran medida un fracaso. Sufrieron un estancamiento en el momento en que los grandes polos de la econom铆a capitalista mundial (Europa, Estados Unidos, Jap贸n) as铆 como los “tigres asi谩ticos” conocieron un fuerte crecimiento durante m谩s de dos decenios; los gobiernos de los pa铆ses pobres, entre la muerte de Mao hasta la ca铆da del Muro de Berl铆n, volvieron casi todos a la gran mesa del mercado mundial. El capitalismo mundial pudo apoderarse r谩pidamente de inmensas regiones del globo, precisamente cuando sus capitalistas estaban cada vez m谩s ansiosos por encontrar puntos de inversi贸n fuera de sus econom铆as que perd铆an el aliento de los Treinta Gloriosos, e intentaban internacionalizar cada vez m谩s sus negocios. Estos gobiernos estaban sin duda acorralados. O muy deseosos de entablar fruct铆feros negocios con las multinacionales sobre las espaldas de sus pueblos. Pero el capitalismo y los gobiernos de los pa铆ses ricos ten铆an algo que ofrecer a algunos, m谩s all谩 de la especializaci贸n en la producci贸n de bananas y muebles de bamb煤 o la depredaci贸n financiera pura y dura.

Una mundializaci贸n “productiva”

Una verdadera ofensiva pol铆tica (“neoliberal”) de determinados gobiernos (Reagan, Thatcher…) en los a帽os 1980 se combin贸 con un ramillete de estrategias de diferentes actores del capitalismo para cambiar radicalmente el mundo en dos decenios. La globalizaci贸n financiera ha permitido circular a los capitales (casi) por todas partes y ha puesto en competencia, de hecho, a los trabajadores, los Estados y los sistemas sociales de todo el planeta.

Las multinacionales, apoyadas en esta libertad reencontrada del capital financiero, han invertido masivamente en algunos pa铆ses suficientemente grandes como para aparecer como futuros mercados apetecibles y suficientemente pobres para ofrecer una mano de obra barata (M茅xico, China). Han “segmentado” a nivel mundial sus cadenas de producci贸n, para aprovecharse mejor de las ventajas de cada tipo de pa铆s (bajos salarios en China, componentes intermedios en Taiwan, investigaci贸n en los Estados Unidos, por ejemplo). Esta nueva divisi贸n mundial del trabajo solo fue posible porque los pa铆ses ricos abrieron sus fronteras, incitando a sus multinacionales a desplazar sus capacidades de producci贸n y al capital nacional de ciertos pa铆ses pobres a orientarse hacia industrias de exportaci贸n /1.

La industria mundial se ha dirigido masivamente de los pa铆ses de la OCDE hacia los grandes pa铆ses emergentes, China a la cabeza. Durante decenios, los “emergentes” conocieron tasas de crecimiento m谩s elevadas que los pa铆ses desarrollados. Seg煤n el FMI, la parte en el PIB mundial de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) ha pasado del 5 al 21% entre 1992 y 2013 (Estados Unidos, del 27% al 23%, la Uni贸n Europea del 33% al 23%).

¿En beneficio de qui茅n? La burgues铆a-burocracia china ha sacado muy bien las casta帽as del fuego, otros tambi茅n. De R铆o a Shanghai, estamos lejos de las burgues铆as “compradoras” del tiempo de las colonias, p谩lidas intermediarias de la explotaci贸n de sus compatriotas por los capitalistas occidentales o japoneses, que les soltaban de paso una comisi贸n.

Pero m谩s en general, centenares de millones de seres humanos han visto que se les ofrec铆an nuevas perspectivas gracias a esta industrializaci贸n, la m谩s impetuosa de la historia. La pobreza ha retrocedido, y mucho, en un cierto n煤mero de esos pa铆ses emergentes. Pero ha sido con todos los horrores del capitalismo, con la explotaci贸n brutal de los trabajadores, con desigualdades enormes y con un saqueo del medio ambiente, puesto que Occidente y Jap贸n al mismo tiempo que sus f谩bricas han deslocalizado sus tubos de escape.

Chinam茅rica

Ya no estamos por tanto en la 茅poca del imperialismo tal como lo describ铆an Lenin o Rosa Luxemburgo. Los pa铆ses m谩s desarrollados no son ya forzosamente exportadores de mercanc铆as ni siquiera de capitales, sino a menudo importadores netos. El ejemplo m谩s llamativo, que adem谩s es el coraz贸n de la econom铆a mundial es Chinam茅rica: los bienes de consumo manufacturados en China que se esparcen por el mercado de los Estados Unidos hacen aumentar su d茅ficit, que el banco central chino contribuye a financiar en gran medida … comprando bonos del tesoro del Estado americano.

Si se contemplara el imperialismo como un mecanismo forzosamente depredador de los pa铆ses agrarios por parte de las potencias capitalistas industrializadas, a trav茅s de la exportaci贸n de mercanc铆as y luego de capitales del “norte” hacia el “sur” (criterio central del imperialismo moderno para Lenin!), no se entender铆a nada…

El reino de las multinacionales…

Sin embargo han sido las multinacionales de los pa铆ses desarrollados las grandes organizadoras de esta nueva mundializaci贸n. Han organizado la producci贸n internacional para maximizar sus ganancias, encontrar una mano de obra m谩s barata en un pa铆s, pagar menos impuestos en otro, gozar de personal m谩s calificado y de tecnolog铆as m谩s avanzadas en otros… Desde este punto de vista es interesante calcular los beneficios del comercio internacional en t茅rminos de valor a帽adido. Los Estados Unidos, que importan todos sus iPhones de China, declaraban en 2009 un d茅ficit comercial de 1,9 millardos de d贸lares con China, pero solo de 73 millones de valor a帽adido (¡contra 680 millones respecto a Jap贸n y 300 respecto a Alemania!). Las ganancias van primero y sobre todo a accionistas americanos. El par de zapatillas Nike vendido a 75 d贸lares en los Estados Unidos, significa 3 d贸lares como media para los obreros indonesios que lo producen. Esta mundializaci贸n es una palanca formidable para presionar, poni茅ndoles en competencia, a los Estados y los sistemas sociales tanto en los pa铆ses ricos como en los pa铆ses pobres.

Vivimos m谩s que nunca en la era de los grandes oligopolios, aunque por otra parte se entreguen a una competencia renovada sin cesar. Todas las multinacionales intentan tomar posiciones dominantes para impedir la irrupci贸n de nuevos competidores: mediante las econom铆as de escala, la especializaci贸n de las diferentes etapas de la producci贸n, la conquista de rentas de situaci贸n – rentas tecnol贸gicas, t铆tulos de propiedad intelectual, monopolios simb贸licos. El principio monopol铆stico “the winner takes it all” (el ganador se lleva todo, como se dice en el p贸ker) tiene sus s铆mbolos, Google, Nike o Barbie: cabellos sint茅ticos japoneses, pl谩stico filipino, ensamblaje indonesio… y como resultado un triste s铆mbolo americano, la rubia de pl谩stico.

… y la pol铆tica de los Estados

Ahora bien, los Estados desarrollados, tambi茅n “presionados”, han apoyado con entusiasmo este proceso de apertura de las fronteras para las mercanc铆as y los capitales. Nunca se habr铆a hecho sin ellos. Normal, ¿no es, para los marxistas, uno de los rasgos m谩s importantes del imperialismo desde el comienzo del siglo XX, la uni贸n de las “茅lites” pol铆ticas con los trusts industriales y financieros?

Pero hay que mirar m谩s all谩: los gobiernos occidentales y japon茅s est谩n al servicio no solo de las multinacionales, sino tambi茅n de la din谩mica general de “su” capitalismo en su conjunto, al servicio de todos los poseedores de fortunas y de todos los patronos. Incluso los que poseen salones de peluquer铆a o garajes. Sin embargo las importaciones masivas de bienes a bajo precio, que est谩n en las estanter铆as de WalMart, permiten contener el salario de los trabajadores americanos, y hacer bajar el “coste del trabajo”, subir la tasa de explotaci贸n “en su propio suelo”. Los d茅ficits del Estado americano se a帽aden para dinamizar el consumo dom茅stico y la actividad econ贸mica. Los Estados Unidos son el ejemplo m谩s logrado de lo que ha ocurrido en todo el mundo desarrollado.

Nos hemos alejado del imperialismo de la 茅poca de Lenin, porque el imperialismo ha cambiado de formas (y a veces los flujos de sentido), pero nos hemos alejado todav-铆a m谩s de un mundo “plano”, sin naciones dominantes y dominadas, sin explotaci贸n de las poblaciones de los pa铆ses pobres por el capital de los pa铆ses ricos, sin grandes oligopolios dominando la econom铆a mundial.

Tambi茅n debemos decir adi贸s a un cierto “tercermundismo”, que tuvo su momento de gloria cuando hab铆a a煤n un “tercer mundo”, un conjunto de pa铆ses (la mayor铆a de la humanidad) que no era ni el bloque sovi茅tico industrializado ni el bloque capitalista desarrollado. Esta corriente de ideas tuvo el m茅rito, sum谩ndose as铆 a las diversas corrientes del marxismo despu茅s de 1945, de denunciar el saqueo y la opresi贸n de los pueblos de los pa铆ses pobres por el capital de los pa铆ses ricos.

Pero en los a帽os 1960 y 1970 “tercermundista” serv铆a tambi茅n para designar no solo una solidaridad, sino tambi茅n la opini贸n de que pa铆ses actualmente pobres no podr铆an jam谩s “desarrollarse” en un marco capitalista, que solo la revoluci贸n socialista podr铆a sacarles de su extrema pobreza, y cambiar profundamente la jerarqu铆a de las potencias. La emergencia (sin duda ca贸tica) de pa铆ses gigantescos, que va acompa帽a da una vez m谩s de todos los horrores del capitalismo “en desarrollo”, y el advenimiento de China (capitalista) como “gran potencia (pol铆tica y econ贸mica) pobre”, conduce a relativizar estos pron贸sticos…. En cuanto a la idea de que los obreros del norte habr铆an sido hasta tal punto beneficiarios de la explotaci贸n de los proletarios del sur, que no podr铆an decididamente ser ya la “clase revolucionaria” esperada, hoy est谩 claro que aunque proletarios occidentales puedan gozar de cacao y textiles m谩s baratos “gracias” a la opresi贸n del tercer mundo, los mecanismos de la mundializaci贸n actual sirven tambi茅n para hacer bajar sus salarios y explotarles a煤n m谩s.

A la inversa, saludamos la solidaridad de las burgues铆as de (casi) todos los pa铆ses. Esta entente es ciertamente relativa, pero m谩s pac铆fica que en tiempos de las colonias. Se hacen la competencia y se enfrentan, pero no se hacen ya la guerra por los recursos y los mercados. Y todas las grandes fortunas, incluso (a veces especialmente) de pa铆ses econ贸micamente marginados, comparten m谩s o menos la gran olla com煤n de las finanzas globalizadas.

Un mundo inestable y violento

La coexistencia (relativamente) pac铆fica de las potencias capitalistas no impide sin embargo que el mundo capitalista sea inestable. Pues en su libre juego el capitalismo reduce a la miseria regiones enteras, engendra una crisis ecol贸gica enormemente importante, y no armoniza las econom铆as y las condiciones de existencia. Las polariza. La renta media de numerosos asi谩ticos ha alcanzado muy parcialmente a la del Occidente, pero miles de millones de personas viven en barriadas de chabolas, los pa铆ses m谩s pobres son a煤n m谩s pobres y en todas partes estallan las desigualdades. El capitalismo sigue siendo una gran centrifugadora.

Tanto m谩s en la medida que la mundializaci贸n actual es profundamente ambivalente. Ha mezclado cosas muy nuevas (el cambio de la industria mundial) con cosas muy antiguas, pues la depredaci贸n imperialista “estilo antiguo” no ha desaparecido en absoluto. La trampa de la deuda contin煤a estrangulando a pueblos enteros. Numerosos Estados (y sus criminales castas dirigentes) han aceptado planes de ajuste estructural del FMI, vendido sus empresas nacionales en rebajas y entregado sus recursos naturales a multinacionales extranjeras. Estas diferentes formas de expoliaci贸n han devastado decenas de pa铆ses (los a帽os 1980 fueron el “decenio perdido” en Am茅rica Latina, una epidemia de “Estados fallidos” y guerras civiles contin煤a barriendo 脕frica)... antes de volver a golpear la “periferia” de la propia Europa.

El libre cambio ha reducido a la miseria a centenares de millones de campesinos de los pa铆ses m谩s pobres del planeta. La “oportunidad” del mercado mundial se ha transformado en tragedia en numerosas ocasiones. En 2008, hubo tal subida de los precios agr铆colas en un mercado que se hab铆a hecho mundial que las poblaciones de las grandes ciudades africanas no pod铆an comprar ya su arroz tailand茅s o americano, mientras que los productores de cereales locales hab铆an sido desde hac铆a tiempo excluidos del mercado de las ciudades por la competencia de los granos de los pa铆ses m谩s competitivos (o m谩s subvencionados).

Competencia exacerbada, desigualdades monstruosas, “agujeros de aire” geopol铆ticos, crisis por venir… ¿C贸mo gobernar este gran desorden mundial?

Necesidad de Estado, deseo de derecho

En primer lugar, los Estados cuentan m谩s que nunca. Son el brazo armado de los intereses de sus capitalistas y, para los m谩s ricos y m谩s fuertes, los garantes del orden financiero indispensable para el capitalismo. La crisis de 2008 lo ha recordado una vez m谩s. Es cierto tambi茅n para los Estados de los pa铆ses emergentes. No son los Estados d茅biles y entregados a todos los vientos del liberalismo los que han podido insertarse mejor en la nueva estructura del capitalismo mundial. Ha sido el Estado chino heredero de la revoluci贸n mao铆sta, unificado, nacionalista y armado, el que, a cambio de su mercado potencial y de su mano de obra, se ha mostrado capaz de negociar (poniendo en competencia socios e inversores) aperturas de mercado, instalaciones de capacidades productivas, transferencias de tecnolog铆a.

Estamos muy lejos del Imperio de Hardt y Negri, que profetizaba una “tierra plana” entregada a la libertad total de un capital transnacional independiente de los Estados, levant谩ndose solo, sin mediaciones pol铆ticas, frente a la “multitud”. El imperialismo de hoy, es m谩s bien un mundo dominado por la actividad de las multinacionales y del capital financiero, pero estructurado por un sistema de Estados que se hacen la competencia y cooperan. Hay una especie de “imperialismo colectivo” que se apa帽a, bien o mal, para garantizar la seguridad de los intercambios, de las inversiones, de los flujos de materias primas y de energ铆a, a veces mediante la fuerza m谩s brutal.

Este sistema est谩 jerarquizado. En su cima: los Estados capitalistas m谩s ricos y m谩s fiables (no solo para su propia burgues铆a, sino para las fortunas del mundo entero). En lo m谩s alto, el Estado americano. Su hegemon铆a no se mide por sus partes de mercado en el mundo. Es la clave de b贸veda de todo el sistema: su poder铆o garantiza la libertad de los “flujos” financieros y materiales, su mercado financiero “l铆quido y profundo” es un refugio para todos los capitales inquietos, su moneda equilibra todos los pagos. Por supuesto, el imperialismo americano se hace pagar sus esfuerzos sobre la bestia, ejerciendo su derecho dese帽oreaje (derecho econ贸mico que se reservaba al pr铆ncipe o soberano por la fabricaci贸n de moneda; ndt) por su pol铆tica monetaria y financiera, abusando de su fuerza militar para intereses “ego铆stas”. Pero ni Jap贸n ni Europa (que no existe) quieren discutir con 茅l. Pek铆n y Mosc煤 no pueden hacerlo m谩s que de forma marginal. Todos, por supuesto, no dudan si es preciso en usar los armamentos m谩s terribles para su pol铆tica.

Y en lo que se refiere al Estado, el capitalista cuenta con 茅l pero desconf铆a de 茅l. La democracia puede ser peligrosa para el capital financiero y las multinacionales. La dictadura tambi茅n: camarillas incontroladas pueden querer hacer que todo cambie en su propio beneficio, o hacer “demagogia”. Las buenas constituciones est谩n hechas para desvitalizar la democracia, contener al pueblo. Estado fuerte s铆, pero que no pongatrabas a los negocios.

Lo anterior tambi茅n es cierto para las relaciones econ贸micas internacionales. Los capitalistas, hostiles a las reglamentaciones (sociales, medioambientales, sanitarias, etc.) que ponen trabas a su libertad de producir, invertir y explotar, las reclaman para asegurar sus inversiones en los pa铆ses extranjeros, garantizar la apertura de las fronteras y el derecho a repatriar sus ganancias, limitar los impuestos, proteger la propiedad intelectual. De ah铆 la especie de internacionalismo jur铆dico descarnado de las multinacionales, que se traduce en la puesta en pie de organizaciones internacionales como la OMC, y la negociaci贸n de los tratados de librecambio. Como el tratado Tafta (TTIP) en curso de discusi贸n entre la comisi贸n europea y las autoridades americanas que intenta nivelar por abajo las normas comunes a las dos riberas del Atl谩ntico, y someter a los estados a tribunales arbitrales internacionales, a los que pueden dirigirse las multinacionales. Los grupos farmac茅uticos hab铆an alcanzado ya grandes niveles de cinismo batallando a finales de los a帽os 1990, en el seno de la OMC, para impedir la producci贸n de los medicamentos gen茅ricos por los pa铆ses pobres, lo que significaba prohibir las triterapias de decenas de millones de enfermos de SIDA.

As铆, incluso bajo la apariencia de “derecho”, la barbarie imperialista causa estragos en nuestro mundo.


*https://npa2009.org/idees/international/imperialisme-et-mondialisation. Traducci贸n: Faustino Eguberri para VIENTO SUR


1/ Se pueden leer an谩lisis de estos procesos por ejemplo en La mundializaci贸n del Capital de Fran莽ois Chesnais (1994) o en Une trajectoire du capital de Isaac Johsua (2006). Textos de Fran莽ois Chesnais en la red: http://www.rebeldemule.org/foro/biblioteca/tema7834.html

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