OPINI脫N Carola Ch谩vez, Venezuela.- “Seguiremos desacatando todas las desiciones anti-constitucionales del r茅gimen, de la salaincontitucional tsj y de la sala electoral tsj” – Tuiteaba Ramos Allup pocas horas antes de que los diputados de Amazonas se desincorporaran de la Asamblea Nacional, precisamente, acatando una decisi贸n del mismo Tribunal Supremo de Justicia que Ramos aseguraba no iban a acatar. Una pataleta tuitera como para complacer a el club de furibundos virtuales que, incre铆blemente, marcan la pauta a la MUD.

Si la calle fuera como el Twitter, nos estar铆amos matando. Los insultos m谩s grotescos, las m谩s s谩dicas amenazas ser铆an las palabras que escuchar铆amos en la panader铆a, el supermercado, el colegio de los ni帽os, en el vecindario… donde a diario los venezolanos hacemos vida com煤n. Del insulto a la amenaza vendr铆a el pu帽etazo y de ah铆 el s谩lvese qui茅n pueda. La realidad de la calle, por complicada que sea, est谩 muy lejos de parecerse a esa que pinta la furibunda oposici贸n tuitera.
Furibunda e incoherente: uno lee un tuit terrible de alguien que clama estar muri茅ndose de hambre, culpemaduro, pero que dos tuits m谩s arriba publica la foto de una bandeja de sushi que se zamp贸 en la cena. Tuiteros en cuyas biograf铆as se describen como cristianos, dem贸cratas, amantes de la paz y pero son capaces de sintetizar en 140 caracteres el odio y la violencia m谩s venenosa.
Tan venenosos son, su odio tuitero es tan grande que luego de descargar contra cuanto chavista se les atraviese en las redes, les sobra para lanzarle con la misma inclemencia a su gente de la MUD.
Esa dirigencia opositora que tanto us贸 el miedo como herramienta pol铆tica: “se van a llevar a tus hijos, te van a quitar la casa, cuidado que los bombillos te esp铆an”… Ese miedo que deriv贸 en odio ciego contra todo lo que hiciera el gobierno, que traducir铆an en votos no exigen m谩s propuesta que el fin del chavismo y por ah铆 se lanzan aunque sea al vac铆o. Esa dirigencia que en el odio solo vio beneficios, hoy es reh茅n de ese mismo odio que ellos con tanto esmero sembraron.
Por eso vemos esa torp铆sima MUD bipolar, que acude al di谩logo, que firma acuerdos y los lee en voz alta y clara, que acata al TSJ, y a la vez se desdice a punta de tuits furibundos en un vano intento de apaciguar a sus furibunditos que ya ni los quieren, ni les creen.

Si la calle fuera como el Twitter, nos estar铆amos matando. Los insultos m谩s grotescos, las m谩s s谩dicas amenazas ser铆an las palabras que escuchar铆amos en la panader铆a, el supermercado, el colegio de los ni帽os, en el vecindario… donde a diario los venezolanos hacemos vida com煤n. Del insulto a la amenaza vendr铆a el pu帽etazo y de ah铆 el s谩lvese qui茅n pueda. La realidad de la calle, por complicada que sea, est谩 muy lejos de parecerse a esa que pinta la furibunda oposici贸n tuitera.
Furibunda e incoherente: uno lee un tuit terrible de alguien que clama estar muri茅ndose de hambre, culpemaduro, pero que dos tuits m谩s arriba publica la foto de una bandeja de sushi que se zamp贸 en la cena. Tuiteros en cuyas biograf铆as se describen como cristianos, dem贸cratas, amantes de la paz y pero son capaces de sintetizar en 140 caracteres el odio y la violencia m谩s venenosa.
Tan venenosos son, su odio tuitero es tan grande que luego de descargar contra cuanto chavista se les atraviese en las redes, les sobra para lanzarle con la misma inclemencia a su gente de la MUD.
Esa dirigencia opositora que tanto us贸 el miedo como herramienta pol铆tica: “se van a llevar a tus hijos, te van a quitar la casa, cuidado que los bombillos te esp铆an”… Ese miedo que deriv贸 en odio ciego contra todo lo que hiciera el gobierno, que traducir铆an en votos no exigen m谩s propuesta que el fin del chavismo y por ah铆 se lanzan aunque sea al vac铆o. Esa dirigencia que en el odio solo vio beneficios, hoy es reh茅n de ese mismo odio que ellos con tanto esmero sembraron.
Por eso vemos esa torp铆sima MUD bipolar, que acude al di谩logo, que firma acuerdos y los lee en voz alta y clara, que acata al TSJ, y a la vez se desdice a punta de tuits furibundos en un vano intento de apaciguar a sus furibunditos que ya ni los quieren, ni les creen.