OPINI脫N de Ram贸n Cotarelo/ Palinuro.- Podemos surgi贸 como una especie de grito de rebeld铆a contra la realidad. El eco inmenso que encontr贸 convenci贸 a sus promotores de que, en efecto, se pod铆a negar la realidad, arrumbarla, sustituirla por otra. Al fin y al cabo estaba hecha de "r茅gimen", "casta", bipartidismo, los "de arriba" (the happy few), vieja pol铆tica, viejos partidos, meros obst谩culos achacosos que se hundir铆an ante el avance incontenible de la unidad popular, simbolizada en Podemos.

El resto de la historia y la evoluci贸n de la organizaci贸n, con sus quisicosas internas, es de general conocimiento.
Hasta que llega el momento en que empiezan a saltar chispas. La primera reacci贸n del partido al comienzo de todo, hace ya algunas fechas, fue la habitual: negar discrepancias y reafirmar la 铆ntima compenetraci贸n entre los dos supuestos l铆deres de unas hipot茅ticas facciones, Iglesias y Errej贸n. Como pasa en todos los partidos siendo as铆 que, cuantos m谩s aspavientos sentimentales se hacen, m谩s se recrudece el conflicto oficialmente no admitido. En esa v铆a de recurso a las m谩s provectas triqui帽uelas partidistas hay quien repite eso de que los trapos sucios se lavan en casa, cosa verdaderamente absurda para un partido que ha nacido y tiene fort铆sima presencia en los medios. Es imposible pasar el d铆a en la televisi贸n sin hablar de lo que pasa en tu casa.
Igualmente enternecedoras son las iniciativas de las bases y los sectores intelectuales buscando el entendimiento, el acuerdo en una controversia que los medios, siempre dados a lo dram谩tico y pl谩stico, presentan como una pelea de gallos. Y tambi茅n un v铆deo de Iglesias, pidiendo perd贸n a las bases por estar avergonz谩ndolas. Y no pasaba nada. Por supuesto, se sigue pidiendo que no se aireen las diferencias, que haya silencio, vamos, pues la unidad prima sobre todas las cosas. Y aqu铆 no es cosa de personas, sino del proyecto que suscriben.
Pero las personas cuentan. Los proyectos se interpretan de muchas maneras y es de suponer que, cuando se recuerda la unidad del proyecto no se est谩 exigiendo aceptaci贸n incondicional de la forma de interpretarlo que tenga el l铆der o la direcci贸n o quien sea. Y ahi est谩 el problema. Y seguir谩 estando. Los partidos los componen personas y estas tienen formas distintas de interpretar el com煤n ideal. Sostener que uno quiere un partido cuyos seguidores coincidan al cien por cien con el l铆der pero lo hagan libremente, por decisi贸n propia, parece una forma peculiar de venir a negar la realidad y cambiarla por mucho que uno crea estar hecho de otra pasta. Se parece m谩s a la en茅sima formulaci贸n del enigma de la filosof铆a pol铆tica, tambi茅n llamado discurso de la servidumbre voluntaria de La Bo茅tie.
La izquierda es negaci贸n, cr铆tica. Le es muy dif铆cil llegar a un acuerdo y m谩s respetando el derecho del otro a discrepar. Y m谩s aun invocando argumentos manidos como ese de someter el debate a la primac铆a de lo que nos une sobre lo que nos separa, donde se admite que algo "nos separa", pero ni por asomo que lo que "nos separa" sea m谩s importante que lo que "nos une".
La realidad est谩 ah铆 fuera y es compleja, contradictoria, incierta, plural y... obstinada.
El resto de la historia y la evoluci贸n de la organizaci贸n, con sus quisicosas internas, es de general conocimiento.
Hasta que llega el momento en que empiezan a saltar chispas. La primera reacci贸n del partido al comienzo de todo, hace ya algunas fechas, fue la habitual: negar discrepancias y reafirmar la 铆ntima compenetraci贸n entre los dos supuestos l铆deres de unas hipot茅ticas facciones, Iglesias y Errej贸n. Como pasa en todos los partidos siendo as铆 que, cuantos m谩s aspavientos sentimentales se hacen, m谩s se recrudece el conflicto oficialmente no admitido. En esa v铆a de recurso a las m谩s provectas triqui帽uelas partidistas hay quien repite eso de que los trapos sucios se lavan en casa, cosa verdaderamente absurda para un partido que ha nacido y tiene fort铆sima presencia en los medios. Es imposible pasar el d铆a en la televisi贸n sin hablar de lo que pasa en tu casa.
Igualmente enternecedoras son las iniciativas de las bases y los sectores intelectuales buscando el entendimiento, el acuerdo en una controversia que los medios, siempre dados a lo dram谩tico y pl谩stico, presentan como una pelea de gallos. Y tambi茅n un v铆deo de Iglesias, pidiendo perd贸n a las bases por estar avergonz谩ndolas. Y no pasaba nada. Por supuesto, se sigue pidiendo que no se aireen las diferencias, que haya silencio, vamos, pues la unidad prima sobre todas las cosas. Y aqu铆 no es cosa de personas, sino del proyecto que suscriben.
Pero las personas cuentan. Los proyectos se interpretan de muchas maneras y es de suponer que, cuando se recuerda la unidad del proyecto no se est谩 exigiendo aceptaci贸n incondicional de la forma de interpretarlo que tenga el l铆der o la direcci贸n o quien sea. Y ahi est谩 el problema. Y seguir谩 estando. Los partidos los componen personas y estas tienen formas distintas de interpretar el com煤n ideal. Sostener que uno quiere un partido cuyos seguidores coincidan al cien por cien con el l铆der pero lo hagan libremente, por decisi贸n propia, parece una forma peculiar de venir a negar la realidad y cambiarla por mucho que uno crea estar hecho de otra pasta. Se parece m谩s a la en茅sima formulaci贸n del enigma de la filosof铆a pol铆tica, tambi茅n llamado discurso de la servidumbre voluntaria de La Bo茅tie.
La izquierda es negaci贸n, cr铆tica. Le es muy dif铆cil llegar a un acuerdo y m谩s respetando el derecho del otro a discrepar. Y m谩s aun invocando argumentos manidos como ese de someter el debate a la primac铆a de lo que nos une sobre lo que nos separa, donde se admite que algo "nos separa", pero ni por asomo que lo que "nos separa" sea m谩s importante que lo que "nos une".
La realidad est谩 ah铆 fuera y es compleja, contradictoria, incierta, plural y... obstinada.