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Democracia sin decepci贸n

OPINI脫N de Adela Cortina.- Cuando el 15 de junio de 1977 los espa帽oles pudimos participar en las primeras elecciones democr谩ticas que se celebraron despu茅s de 38 a帽os de franquismo, empezamos a aprender por experiencia lo que sab铆amos por cuenta ajena de la democracia y los valores que la impregnan. Hab铆amos seguido los debates de los partidos pol铆ticos presentando sus programas y pod铆amos poner en pr谩ctica el valor de la libertad a trav茅s del voto. Este se dice que es el distintivo m谩s claro de la tradici贸n democr谩tica: el derecho al voto en elecciones regulares. Pero eso es todav铆a poco.

La democracia se ha ido cargando de contenidos a lo largo de la historia y la Constituci贸n de 1978 consagr贸 otras formas de libertad, herencia de las tradiciones liberales: la libertad de conciencia, expresi贸n, reuni贸n y el conjunto de libertades b谩sicas, sin las que no hay aut茅ntica democracia ni sociedad abierta y pluralista. Hasta el punto de que cuando hoy se habla de democracias iliberales, que aceptan las elecciones regulares pero no las libertades b谩sicas, hay que reconocer sin m谩s que no son democracias.

Pero la Constituci贸n incluy贸 valores como la solidaridad y la igualdad en un pa铆s configurado como Estado social y democr谩tico de derecho. Es decir, como una democracia liberal-social, que exige proteger los derechos econ贸micos, sociales y culturales, erradicar la pobreza y reducir las desigualdades, porque es incompatible con la desigualdad radical. Requiere empoderar las capacidades b谩sicas de todos aquellos de los que es responsable, para que puedan sacar lo mejor de s铆 mismos. Eso es lo que significa la igualdad de oportunidades en una democracia que quiere construir la igualdad al alza y no a la baja. Y ah铆 la labor de la educaci贸n es vital. Si hablamos de valores democr谩ticos, libertad, igualdad y solidaridad iban de la mano en el marco del imperio de la ley.

Un paso m谩s en esta l铆nea fue la integraci贸n en la Uni贸n Europea en 1986, la entrada en el modelo de la econom铆a social de mercado. Frente al capitalismo estadounidense de corte neoliberal, capaz de producir riqueza pero con inequidad, la Europa social apostaba por el crecimiento con equidad, que era y es, la clave de la cohesi贸n social.

Nuestra democracia es procedimentalmente leg铆tima, pero para cumplir con su tarea de justicia queda mucho camino por andar.

Esas eran nuestras se帽as axiol贸gicas de identidad en esos a帽os setenta y ochenta, que vivieron el auge de la democracia a nivel mundial, lo que Huntington llam贸 la “tercera ola” de la democratizaci贸n. Pero las tornas han cambiado en el nuevo siglo y se ha producido esa “recesi贸n democr谩tica” de la que habla Diamond: se congela el n煤mero de nuevas democracias, algunas dan paso a nuevas formas de autoritarismo (Rusia, Turqu铆a, Venezuela, etc) y disminuye la calidad democr谩tica incluso en pa铆ses que tradicionalmente lo son. Tambi茅n en Espa帽a se habla de desafecci贸n y desencanto. ¿Qu茅 nos ha pasado?

Sin duda quienes se socializaron en un pa铆s con libertades civiles y pol铆ticas, que hab铆an sido tan dif铆ciles de conquistar, las dan por supuestas y apenas las valoran; como si perderlas no fuera una amenaza real. Y la crisis que estall贸 en 2007, y de la que apenas empezamos a salir, fue el detonante de la insatisfacci贸n. El auge de la construcci贸n y de la especulaci贸n financiera, la fiebre consumista y los infinitos vericuetos de la corrupci贸n, movidos por el individualismo posesivo, hicieron creer que la calabaza era carroza, y los ratones, caballos. Pero sonaron las doce y se esfum贸 el hechizo, dejando a la vista m谩s pobreza, desempleo e inequidad de los que cab铆a pensar. ¿Qu茅 hacer?

En principio, no pedir a la democracia lo que ni puede ni debe dar. Pedirlo es la f贸rmula infalible para decepcionar y para no cumplir con lo que realmente corresponde.

La democracia es solo una forma de organizaci贸n pol铆tica, no una doctrina de salvaci贸n, por eso los pol铆ticos deben ser facilitadores y no caudillos. Pero tampoco es cosa suya garantizar el bienestar, sino la justicia. El Estado social debe asegurar las bases necesarias para que quienes viven en nuestra sociedad, ciudadanos, refugiados, inmigrantes puedan llevar adelante sus proyectos de vida, empoderando sus capacidades b谩sicas.

Nuestra democracia es procedimentalmente leg铆tima, pero para cumplir con su tarea de justicia queda mucho camino por andar. No ayudar谩n a recorrerlo los discursos del odio, los promotores del conflicto, las eternas trifulcas en el seno de los partidos y entre ellos por conquistar los puestos de poder, sino quienes se empleen a fondo en los problemas acuciantes: erradicar la pobreza, potenciar la igualdad de oportunidades, generar empleo desde la creaci贸n de riqueza con equidad.



Adela Cortina

Catedr谩tica de 脡tica y Filosof铆a Pol铆tica Universidad de Valencia

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