Pedro de la Hoz • Cuba lajiribilla.- Leer fue una de las grandes pasiones de Fidel Castro. H谩bito adquirido desde la etapa escolar, la letra impresa form贸 parte inseparable de sus h谩bitos cotidianos, aun ante las m谩s dif铆ciles circunstancias o en medio de arduas y colosales tareas. Se sabe que una de sus rutinas como estadista consist铆a en devorar a diario, muchas veces a primera hora y luego de largas sesiones de trabajo nocturno, decenas de informaciones contenidas en despachos cablegr谩ficos y publicaciones peri贸dicas.

Fidel Castro junto a Gabriel Garc铆a M谩rquez. Foto: Alex Castro (exposici贸n accesible en la Casa del Alba hasta el 15 de septiembre)
Colaboradora suya desde finales de los 90 hasta el final de su existencia, la escritora y periodista Katiuska Blanco ofreci贸 en 2007 la siguiente estampa de la significaci贸n de la lectura en la formaci贸n intelectual del l铆der revolucionario:
“Siempre ha dicho que se fascin贸 primero por los grandes h茅roes de la Antig眉edad, por los grandes mitos de la historia universal: An铆bal, Alejandro, C茅sar, Napole贸n... Luego se deslumbr贸 ante los h茅roes de nuestra regi贸n como Sim贸n Bol铆var, Jos茅 Artigas, San Mart铆n, Sucre, Benito Ju谩rez, y de ese sentimiento pas贸 a la admiraci贸n por los hombres de nuestra historia patria: Carlos Manuel de C茅spedes, M谩ximo G贸mez, Antonio Maceo y Jos茅 Mart铆. Influyeron marcadamente en 茅l los diarios de G贸mez, el epistolario de Maceo, las cr贸nicas de Mir贸 Argenter y toda la obra martiana. En presidio tuvo tiempo para leer y lo hizo infatigablemente. Entre sus libros favoritos menciona siempre la novela Juan Crist贸bal, de Romain Rolland, y las biograf铆as de Stefan Zweig, la de Balzac... Creo que 茅l puede haber recibido alguna influencia de Balzac en los m茅todos y ritmo de trabajo, los horarios, la din谩mica de su quehacer, y sobre todo la obsesi贸n por el p谩rrafo perfecto, la l铆nea perfecta, la palabra exacta”.
Gabriel Garc铆a M谩rquez, desde la cercan铆a de la amistad, revel贸 en el pr贸logo que introdujo en 1988 el libro del periodista italiano Gianni Min谩 sobre Fidel, que “en sus autom贸viles, desde el Oldsmobile prehist贸rico y los sucesivos Zil sovi茅ticos, hasta el Mercedes actual, ha habido siempre una luz para leer de noche: muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada, y a la ma帽ana siguiente lo comenta”.
En ese mismo texto, Garc铆a M谩rquez apunta un dato interesante: el dominio del ingl茅s por parte de Fidel. Dice que lo lee, pero no lo habla. El novelista ignoraba que el l铆der hab铆a concedido varias entrevistas a periodistas norteamericanos, al menos durante el primer lustro de la Revoluci贸n en el poder, en las que respondi贸 de manera fluida todas las interrogantes. Un programa de la TV Cubana recuper贸, en meses pasados, una de esas piezas memorables: el di谩logo sostenido con Lisa Howard, de la cadena ABC, en febrero de 1964.
Una foto de 1959 tambi茅n resulta reveladora. En ella se ve al joven comandante sumergido en la lectura de Mount Vernon: The Story of a Shrine (Mount Vernon: la historia de un santuario) (1953), volumen que resume los esfuerzos de una asociaci贸n de mujeres por rescatar y rehabilitar la estancia que perteneci贸 a George Washington, Virginia.
Su autor, Gerald White Johnson (1890-1980), fue un escritor liberal que hizo 茅poca en Estados Unidos en los tiempos de la Guerra Fr铆a cuando se atrevi贸 a escribir en 1950 un art铆culo titulado “Por qu茅 los comunistas son valiosos”, a contrapelo de los aires macartistas que comenzaban a respirarse. Se consider贸 un defensor de los valores patri贸ticos del pueblo norteamericano, sin resbalar por la pendiente del chovinismo.
Es de sobra conocida la simpat铆a de Fidel hacia Ernest Hemingway y abundan los testimonios del trato cordial que se dispensaron entre 1959 y 1960, antes de que el norteamericano partiera de la isla hacia su pa铆s donde puso fin a su vida. Como para disipar cualquier duda sobre los v铆nculos del estadista con el escritor, en junio pasado Valerie Hemingway, nuera del narrador y quien convivi贸 con este durante aquella etapa, declar贸 en La Habana: nunca ocult贸 su admiraci贸n por Fidel Castro. “Era su amigo y se sent铆a satisfecho de serlo y confiaba en que la Revoluci贸n ser铆a beneficiosa para los cubanos. (…) Tener que salir de Cuba en 1960, tras el deterioro de los v铆nculos entre ambos pa铆ses y la presi贸n de las autoridades norteamericanas, lo entristeci贸 hasta la depresi贸n. Nos separamos definitivamente en Madrid, desde donde part铆 para Dublin y Hemingway hacia su casa en Ketchum, Estados Unidos”.
Antes del conocimiento personal, Fidel hab铆a situado entre sus lecturas favoritas la novela Por qui茅n doblan las campanas. Se ha citado con frecuencia la confesi贸n que le hiciera en 1975 a los norteamericanos Kirby Jones y Frank Mankiewicz: “Yo le铆 Por qui茅n doblan las campanas cuando era un estudiante. Hemingway habl贸 sobre diferenciar un grupo combatiente guerrillero de un ej茅rcito convencional. La novela fue uno de los trabajos que me ayud贸 a trazar estrategias para pelear contra el ej茅rcito de Batista”.
No se ha insistido tanto sobre el Fidel lector de ficciones movido por el simple placer de asistir a una aventura de la imaginaci贸n. Otro gran amigo suyo, el ya desaparecido comandante sandinista y poeta Tom谩s Borge, en la entrevista titulada Un grano de ma铆z (1992), le arranc贸 esta confesi贸n:
“Se me acaban los libros y entonces tengo que salir a buscar. Anoche estaba leyendo una novelita de ficci贸n que se llama El perfume, de Patrick S眉skind. Es un tema inusitado, muy interesante, muy ameno. (…) Tengo libros, algunos son m谩s pesados, otros son menos pesados. Tengo en remojo otra que se llama La muerte es un asunto solitario, de Bradbury, tambi茅n de ficci贸n. Todo depende, Tom谩s, del trabajo que tenga, de las actividades en que est茅 envuelto”.
Es posible entonces divisar a un hombre, atribulado por responsabilidades y acosado por el implacable paso de un tiempo humano que sabe insuficiente de cara a las tantas realidades por transformar y los tantos desaf铆os por vencer, mientras descifra, curioso y gustoso, los secretos del alma del perfumista Jean Baptiste Grenouille, quien roba a sus bellas v铆ctimas los fluidos corporales para la elaboraci贸n de esencias perturbadoras, o se pregunta c贸mo fue a parar, en la novela de Bradbury, el cad谩ver de un anciano encerrado en una jaula de leones que aparece de noche en un lugar de la costa californiana.
Fidel Castro junto a Gabriel Garc铆a M谩rquez. Foto: Alex Castro (exposici贸n accesible en la Casa del Alba hasta el 15 de septiembre)
Colaboradora suya desde finales de los 90 hasta el final de su existencia, la escritora y periodista Katiuska Blanco ofreci贸 en 2007 la siguiente estampa de la significaci贸n de la lectura en la formaci贸n intelectual del l铆der revolucionario:
“Siempre ha dicho que se fascin贸 primero por los grandes h茅roes de la Antig眉edad, por los grandes mitos de la historia universal: An铆bal, Alejandro, C茅sar, Napole贸n... Luego se deslumbr贸 ante los h茅roes de nuestra regi贸n como Sim贸n Bol铆var, Jos茅 Artigas, San Mart铆n, Sucre, Benito Ju谩rez, y de ese sentimiento pas贸 a la admiraci贸n por los hombres de nuestra historia patria: Carlos Manuel de C茅spedes, M谩ximo G贸mez, Antonio Maceo y Jos茅 Mart铆. Influyeron marcadamente en 茅l los diarios de G贸mez, el epistolario de Maceo, las cr贸nicas de Mir贸 Argenter y toda la obra martiana. En presidio tuvo tiempo para leer y lo hizo infatigablemente. Entre sus libros favoritos menciona siempre la novela Juan Crist贸bal, de Romain Rolland, y las biograf铆as de Stefan Zweig, la de Balzac... Creo que 茅l puede haber recibido alguna influencia de Balzac en los m茅todos y ritmo de trabajo, los horarios, la din谩mica de su quehacer, y sobre todo la obsesi贸n por el p谩rrafo perfecto, la l铆nea perfecta, la palabra exacta”.
Gabriel Garc铆a M谩rquez, desde la cercan铆a de la amistad, revel贸 en el pr贸logo que introdujo en 1988 el libro del periodista italiano Gianni Min谩 sobre Fidel, que “en sus autom贸viles, desde el Oldsmobile prehist贸rico y los sucesivos Zil sovi茅ticos, hasta el Mercedes actual, ha habido siempre una luz para leer de noche: muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada, y a la ma帽ana siguiente lo comenta”.
En ese mismo texto, Garc铆a M谩rquez apunta un dato interesante: el dominio del ingl茅s por parte de Fidel. Dice que lo lee, pero no lo habla. El novelista ignoraba que el l铆der hab铆a concedido varias entrevistas a periodistas norteamericanos, al menos durante el primer lustro de la Revoluci贸n en el poder, en las que respondi贸 de manera fluida todas las interrogantes. Un programa de la TV Cubana recuper贸, en meses pasados, una de esas piezas memorables: el di谩logo sostenido con Lisa Howard, de la cadena ABC, en febrero de 1964.
Una foto de 1959 tambi茅n resulta reveladora. En ella se ve al joven comandante sumergido en la lectura de Mount Vernon: The Story of a Shrine (Mount Vernon: la historia de un santuario) (1953), volumen que resume los esfuerzos de una asociaci贸n de mujeres por rescatar y rehabilitar la estancia que perteneci贸 a George Washington, Virginia.
Su autor, Gerald White Johnson (1890-1980), fue un escritor liberal que hizo 茅poca en Estados Unidos en los tiempos de la Guerra Fr铆a cuando se atrevi贸 a escribir en 1950 un art铆culo titulado “Por qu茅 los comunistas son valiosos”, a contrapelo de los aires macartistas que comenzaban a respirarse. Se consider贸 un defensor de los valores patri贸ticos del pueblo norteamericano, sin resbalar por la pendiente del chovinismo.
Es de sobra conocida la simpat铆a de Fidel hacia Ernest Hemingway y abundan los testimonios del trato cordial que se dispensaron entre 1959 y 1960, antes de que el norteamericano partiera de la isla hacia su pa铆s donde puso fin a su vida. Como para disipar cualquier duda sobre los v铆nculos del estadista con el escritor, en junio pasado Valerie Hemingway, nuera del narrador y quien convivi贸 con este durante aquella etapa, declar贸 en La Habana: nunca ocult贸 su admiraci贸n por Fidel Castro. “Era su amigo y se sent铆a satisfecho de serlo y confiaba en que la Revoluci贸n ser铆a beneficiosa para los cubanos. (…) Tener que salir de Cuba en 1960, tras el deterioro de los v铆nculos entre ambos pa铆ses y la presi贸n de las autoridades norteamericanas, lo entristeci贸 hasta la depresi贸n. Nos separamos definitivamente en Madrid, desde donde part铆 para Dublin y Hemingway hacia su casa en Ketchum, Estados Unidos”.
Antes del conocimiento personal, Fidel hab铆a situado entre sus lecturas favoritas la novela Por qui茅n doblan las campanas. Se ha citado con frecuencia la confesi贸n que le hiciera en 1975 a los norteamericanos Kirby Jones y Frank Mankiewicz: “Yo le铆 Por qui茅n doblan las campanas cuando era un estudiante. Hemingway habl贸 sobre diferenciar un grupo combatiente guerrillero de un ej茅rcito convencional. La novela fue uno de los trabajos que me ayud贸 a trazar estrategias para pelear contra el ej茅rcito de Batista”.
No se ha insistido tanto sobre el Fidel lector de ficciones movido por el simple placer de asistir a una aventura de la imaginaci贸n. Otro gran amigo suyo, el ya desaparecido comandante sandinista y poeta Tom谩s Borge, en la entrevista titulada Un grano de ma铆z (1992), le arranc贸 esta confesi贸n:
“Se me acaban los libros y entonces tengo que salir a buscar. Anoche estaba leyendo una novelita de ficci贸n que se llama El perfume, de Patrick S眉skind. Es un tema inusitado, muy interesante, muy ameno. (…) Tengo libros, algunos son m谩s pesados, otros son menos pesados. Tengo en remojo otra que se llama La muerte es un asunto solitario, de Bradbury, tambi茅n de ficci贸n. Todo depende, Tom谩s, del trabajo que tenga, de las actividades en que est茅 envuelto”.
Es posible entonces divisar a un hombre, atribulado por responsabilidades y acosado por el implacable paso de un tiempo humano que sabe insuficiente de cara a las tantas realidades por transformar y los tantos desaf铆os por vencer, mientras descifra, curioso y gustoso, los secretos del alma del perfumista Jean Baptiste Grenouille, quien roba a sus bellas v铆ctimas los fluidos corporales para la elaboraci贸n de esencias perturbadoras, o se pregunta c贸mo fue a parar, en la novela de Bradbury, el cad谩ver de un anciano encerrado en una jaula de leones que aparece de noche en un lugar de la costa californiana.
*Art铆culo publicado en La Jiribilla (http://www.lajiribilla.cu)