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Mariam Souleye Maiga (en rojo) con un grupo de ex refugiadas © ACNUR/Mark Henley |
Despu茅s de que el conflicto expuls贸 a los residentes de Gao, la financiaci贸n de la UE para pozos y asociaciones comunitarias los est谩 ayudando a retornar y comenzar de nuevo.
Don Murray y Horaci Garcia Marti en Gao, Mali.- Esta es una ciudad que vive con cicatrices. Muchas son visibles, otras no.
Pero bajo el c谩lido sol de la ma帽ana en el distrito de Aljanabandia de Gao, en la ciudad de poco m谩s de 100.000 habitantes, hay risas mientras 20 mujeres hacen fila para sacar agua del pozo para el almuerzo.
El pozo se instal贸 en 2018 con dinero del Fondo Fiduciario de Emergencia de la Uni贸n Europea para 脕frica administrado por el ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Es uno de los dos pozos que se extrajeron el a帽o pasado a un costo de CFA14,4 millones (€ 21.500) cada uno.
Para los residentes de Gao, la vida cambi贸 el d铆a en que grupos extremistas armados asaltaron su ciudad en 2012, lo que llev贸 a unas 80.000 personas a huir con sus familias, algunas a otras partes de Mali y otras a pa铆ses vecinos. Para los que regresan, el pozo ha sido vital.
“La bomba ha hecho una gran diferencia”, dijo Mariam Souleye Maiga. Huy贸 con sus cuatro hijos a N铆ger y solo regres贸 16 meses despu茅s, cuando los combatientes armados hab铆an sido expulsados.
“Antes, las personas sin grifo ten铆an que levantarse en medio de la noche para recolectar lo que necesitaban. Fue agotador, especialmente en verano cuando el agua es valiosa”.
“La bomba ha hecho una gran diferencia”.
Mariam Abu Bakr huy贸 con su familia en 2012 a un campamento de refugiados en N铆ger. Ella pas贸 20 meses all铆. Decidi贸 volver a casa despu茅s de que los combatientes armados fueron expulsados de la ciudad.
“No hubo dudas, este es mi hogar. Ten铆a que regresar”, dijo ella.
Su anhelo y determinaci贸n de volver a casa es compartido por otros retornados.
Justo al final de la calle donde se encuentra el pozo comunal hay una asociaci贸n llamada Fini de Courir (Fin de la Huida). Su existencia es testimonio del cambio de visi贸n. Dirigida por Mariam Souleye Maiga, se cre贸 en 2016 y ahora cuenta con 47 miembros, todas personas ex refugiadas, desplazadas internas o migrantes. Con la ayuda de ACNUR y socios como Terre Sans Fronti猫res(Mundo sin Fronteras), comenzaron a trabajar.
Cada miembro contribuye semanalmente a comprar ingredientes para hacer platos de cusc煤s y s茅mola de trigo. Luego venden sus productos y dividen las ganancias cada nueve meses.
“Nos reunimos y decidimos que no quer铆amos seguir pidiendo apoyo financiero”, dijo, “y esta asociaci贸n nos ayudar铆a a defendernos por nuestra propia cuenta”.
Situados cerca del r铆o N铆ger se encuentra un espectacular huerto. Esto tambi茅n es obra de 18 mujeres locales, fundada en 2007 con una concesi贸n de una hect谩rea de tierra del municipio. Vinieron cada d铆a, desyerbaron y regaron, y vendieron sus zanahorias, tomates, lechugas y otras verduras.
La asociaci贸n prosper贸. Despu茅s la ciudad fue invadida en 2012, y seis de las mujeres huyeron con sus familias. Los dem谩s se quedaron, decididos a no renunciar a su tesoro.
“Fue muy dif铆cil bajo los islamistas”, dijo Boshira Tour茅, presidenta de la asociaci贸n. “Nos trataron mal, tuvimos que cubrirnos por completo. Pero nunca abandonamos nuestro jard铆n. Lo mantuvimos en marcha”.
Los combatientes fueron expulsados, las mujeres que huyeron regresaron y, en 2018, la asociaci贸n recibi贸 una subvenci贸n de 1 mill贸n (€ 1.500) de CFA para comprar semillas, herramientas y un motor m谩s potente para operar su bomba de agua.
Ver tambi茅n: Una refugiada de Mali rechaza un matrimonio forzado para poder seguir yendo a la escuela
Una historia de 茅xito, que pero se desarrolla en el contexto de una ciudad a煤n perseguida por su pasado. En las calles, el ganado y las cabras pastan, indiferentes a las paredes detr谩s de ellos llenas de agujeros de bala. La Plaza de la Independencia, hace solo siete a帽os, era un teatro espeluznante donde se realizaban ejecuciones p煤blicas frente a multitudes que deb铆an asistir.
La violencia sigue acechando. Desde noviembre de 2018, se han producido al menos 15 enfrentamientos mortales en Gao y en suburbios y ciudades cercanas.
Mientras grupos armados contin煤an dominando y causando estragos en pueblos y aldeas m谩s peque帽as de la regi贸n, Gao es el hogar de una gran base militar internacional. Hay aproximadamente 13.000 soldados de 56 pa铆ses que integran las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU que trabaja para estabilizar el pa铆s.
A pesar de las amenazas persistentes, para muchos en la ciudad de Gao, hay esperanza. M谩s de 71.000 personas que huyeron han regresado. Residentes como Mariam Abu Bakr todav铆a hablan de miedo pero, dijo, “ahora, poco a poco, tenemos menos miedo. Las cosas est谩n mejorando”.
En Aljanabandia, el agua fluye desde la nueva bomba de agua y, en la asociaci贸n Fini de Courir, todo est谩 listo para preparar eventos.
“Si tenemos un pedido para un matrimonio”, dijo Mariam, “todos nuestros miembros tienen que venir y trabajamos toda la semana”.
El siguiente paso, dijo, es expandir la producci贸n. Quieren comenzar a vender en ciudades m谩s all谩 de Gao. El tiempo en que tuvieron que huir, esperan, ya pas贸.
La asociaci贸n prosper贸. Despu茅s la ciudad fue invadida en 2012, y seis de las mujeres huyeron con sus familias. Los dem谩s se quedaron, decididos a no renunciar a su tesoro.
“Fue muy dif铆cil bajo los islamistas”, dijo Boshira Tour茅, presidenta de la asociaci贸n. “Nos trataron mal, tuvimos que cubrirnos por completo. Pero nunca abandonamos nuestro jard铆n. Lo mantuvimos en marcha”.
Los combatientes fueron expulsados, las mujeres que huyeron regresaron y, en 2018, la asociaci贸n recibi贸 una subvenci贸n de 1 mill贸n (€ 1.500) de CFA para comprar semillas, herramientas y un motor m谩s potente para operar su bomba de agua.
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Una historia de 茅xito, que pero se desarrolla en el contexto de una ciudad a煤n perseguida por su pasado. En las calles, el ganado y las cabras pastan, indiferentes a las paredes detr谩s de ellos llenas de agujeros de bala. La Plaza de la Independencia, hace solo siete a帽os, era un teatro espeluznante donde se realizaban ejecuciones p煤blicas frente a multitudes que deb铆an asistir.
La violencia sigue acechando. Desde noviembre de 2018, se han producido al menos 15 enfrentamientos mortales en Gao y en suburbios y ciudades cercanas.
Mientras grupos armados contin煤an dominando y causando estragos en pueblos y aldeas m谩s peque帽as de la regi贸n, Gao es el hogar de una gran base militar internacional. Hay aproximadamente 13.000 soldados de 56 pa铆ses que integran las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU que trabaja para estabilizar el pa铆s.
A pesar de las amenazas persistentes, para muchos en la ciudad de Gao, hay esperanza. M谩s de 71.000 personas que huyeron han regresado. Residentes como Mariam Abu Bakr todav铆a hablan de miedo pero, dijo, “ahora, poco a poco, tenemos menos miedo. Las cosas est谩n mejorando”.
En Aljanabandia, el agua fluye desde la nueva bomba de agua y, en la asociaci贸n Fini de Courir, todo est谩 listo para preparar eventos.
“Si tenemos un pedido para un matrimonio”, dijo Mariam, “todos nuestros miembros tienen que venir y trabajamos toda la semana”.
El siguiente paso, dijo, es expandir la producci贸n. Quieren comenzar a vender en ciudades m谩s all谩 de Gao. El tiempo en que tuvieron que huir, esperan, ya pas贸.