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Sobre la violencia

OPINI脫N de Hibai Arbide.- “Inventar-te lleis pa que te quadren 茅s VIOL脠NCIA” [Orxata Soud System]

Este art铆culo no es un alegato a favor de la violencia. Repito, por si no queda claro: no pretendo animar a nadie a que utilice medios violentos para lograr sus reivindicaciones pol铆ticas. Solamente es una arenga a favor del rigor y en contra del alarmismo.

Si no tienes ganas de leerlo entero te lo resumo en una frase (larga): el estallido de rabia que estos d铆as vive Catalunya no es 煤nico, ni imprevisible, ni especialmente intenso si lo comparamos con movilizaciones recientes en pa铆ses de nuestro entorno y la sobreactuaci贸n de pol铆ticos, tertulianos y polic铆as s贸lo es fruto de intereses obscenos.

Me veo tentado a repetir en cada p谩rrafo que este texto no tiene por objetivo justificar nada. S贸lo mostrar lo que pasa en otros pa铆ses europeos para relativizar unos hechos que los medios espa帽oles presentan sin contexto, sin mesura y sin rigor.

La violencia es mala. La violencia es un fracaso colectivo. Pero no es excepcional en la historia de los movimientos pol铆ticos. De casi todos los movimientos, en un momento u otro. Es absurdo gesticular como si nunca antes hubiera habido barricadas ardiendo, en Barcelona y en todas las ciudades europeas.

La violencia es, tambi茅n, un gran tab煤. Los debates p煤blicos sobre la misma son hip贸critas por varias razones. No hay debate posible si no se puede defender abiertamente el uso de la violencia como herramienta pol铆tica sin miedo a las consecuencias penales. Adem谩s, en la pr谩ctica resulta imposible definir qu茅 es violencia.

La legitimidad de la acci贸n de un movimiento social var铆a en funci贸n de muchos factores: el consenso interno que genera, el enemigo contra el que lucha, la percepci贸n de si es 煤til o contraproducente, la represi贸n que provoca, lo que dice la ley, etc. Hay m煤ltiples variables que determinan si el repertorio de acci贸n empleado se percibe como “violencia” o como leg铆timo.

No hay una regla universal que defina qu茅 es violencia en una movilizaci贸n. Violencia es siempre lo de los otros.Hace dos d铆as, los pensionistas en Madrid rompieron a empujones un cord贸n policial, pero nadie lo considera violencia porque el grado de fuerza utilizado se percibe como proporcional frente a la gran legitimidad de luchar por el futuro de las jubilaciones. En Hong Kong hace meses que el movimiento lanza c贸cteles molotov, bloquea aeropuertos, da patadas voladoras a los antidisturbios y utiliza catapultas en las barricadas, pero sigue siendo multitudinario y ampliamente percibido como democr谩tico por la mayor铆a de los medios europeos. S贸lo los muy fachas consideran hoy que parar un desahucio es violencia, aunque en ocasiones los activistas emplean empujones contra los polic铆as. Los mineros de Asturies lanzan cohetes a la Guardia Civil. En 2009 trabajadores de la f谩brica de tractores Caterpillar, en Francia, mantuvieron como rehenes a cuatro de sus jefes en protesta por el recorte de empleos y, a pesar de eso, los diarios publicaron que “no se ha informado de hechos de violencia”. Los ejemplos son infinitos.
Un breve repaso alrededor

En Grecia, donde vivo, la percepci贸n de lo que es violencia o “fuerza leg铆tima” es muy diferente a la que se tiene en el Estado Espa帽ol. Aqu铆 nadie se escandaliza porque las manifestaciones se auto-protejan con varias l铆neas de activistas pertrechados con cascos y bastones. Lo hacen desde los anarquistas hasta el Partido Comunista, pasando por los sindicatos o el movimiento estudiantil. No se percibe como un gesto violento. A menudo, sindicalistas se enfrentan cuerpo a cuerpo a polic铆as. El uso de ‘molotovs’ es tan habitual que cuando “s贸lo son unos pocos ‘molotov’ como cualquier s谩bado” ni siquiera es noticia. En 2013, monjes ortodoxos del Monte Athos respondieron lanzando ‘molotovs’ al intento de desalojo de su monasterio en un conflicto eclesi谩stico interno. En 2008, tras el asesinato de un adolescente a manos de un polic铆a, se quemaron todos los bancos de Atenas y hubo disturbios ininterrumpidos durante un mes. Vuelvo a repetir: ¿estoy diciendo que porque en Grecia se tiren ‘molotovs’ est谩 bien lanzarlos? No; lo que digo es que en cada lugar y cada momento var铆a lo que se percibe como violencia o autodefensa.

En una entrevista al colectivo anarquista Rouvikonas de la que ya habl茅 en CR脥TIC anteriormente, les pregunt茅 si aceptan la acusaci贸n de ser violentos que les lanza la prensa conservadora. No eludieron la pregunta y creo que plantearon una respuesta llena de matices y aspectos interesantes: “Antes que nada, quiero decir que la violencia es algo malo. Nadie que est谩 en su sano juicio quiere resolver sus conflictos con violencia. Por otro lado, la violencia es parte de la pol铆tica desde que existe la violencia. Es parte de la sociedad, es una arma de doble filo. Lo dir茅 de otra forma, por un lado est谩 la violencia del poder, la violencia del Estado y el capital, y la m谩s directa represi贸n del ej茅rcito, as铆 como la indirecta que se ejerce a trav茅s de la explotaci贸n, y por el otro lado est谩 la violencia de los oprimidos, la lucha de clases y la violencia desde la base. Hasta d贸nde llega cada una de estas violencias en cada uno de los lados tiene que ver con la relaci贸n de fuerzas, dentro del poder y en contra del poder. En lo que respecta a Grecia y al grupo Rouvikonas, hemos elegido el nivel de violencia, hasta qu茅 punto llegamos, en base a diferentes razones. Una raz贸n es nuestra seguridad, otra es cu谩nto somos capaces y un tercera variante es cu谩nto puede asumir la gente de nuestra base social. Nosotros somos un movimiento con base social, y as铆 actuamos. Usamos un cierto nivel de violencia y no pasamos de ah铆. Y esto es una decisi贸n pol铆tica a largo plazo, siempre coherente con las circunstancias. Las acciones de Rouvikonas, en estas circunstancias, van desde lo simb贸lico, cuando tiramos octavillas irrumpiendo en un edificio p煤blico, hasta romper algunos cristales con un determinado objetivo. Hasta aqu铆 hemos llegado por el momento. As铆 que s铆, aceptamos la violencia como instrumento pol铆tico y creemos que todos los espacios pol铆ticos aceptan violencia, institucional o no, como instrumento pol铆tico y act煤an como si no lo hicieran. Nosotros decidimos qu茅 nivel de violencia usamos”.

Los Chalecos Amarillos llevan m谩s de 50 fines de semana movilizados en Francia. Hemos visto im谩genes de ‘molotovs’, pirotecnia y adoquines lanzados a la polic铆a, que en muchas ocasiones se ha visto obligada a retroceder ante la dureza de los manifestantes. Es un movimiento multitudinario y complejo. Sus portavoces nacionales tienen cuatro temas sobre los que tienen prohibido pronunciarse; uno de ellos es la violencia. Han acordado no contestar preguntas sobre ella porque en el movimiento no hay consenso y no quieren hacer ni apolog铆a ni condena.

En 2018, las movilizaciones en Hamburgo (Alemania) contra el G8 fueron much铆simo m谩s duras que las manifestaciones de estos d铆as en Barcelona. No se acab贸 el mundo.La id铆lica Dinamarca vivi贸 varias noches seguidas de disturbios en 2007 tras el desalojo de Ungdomshuset. Entre el 6 y el 10 de agosto de 2011, en Londres se quemaron mucho m谩s que papeleras; decenas de edificios ardieron tras el asesinato policial de Mark Duggan. Los da帽os materiales se cifraron en 240 millones de euros y hubo 3.100 detenidos. Durante las 煤ltimas dos d茅cadas ha habido tantos disturbios en Italia que no he sabido cu谩l seleccionar para poner de ejemplo. En Val di Susa se resiste al TAV desde los a帽os 90 con toda clase de m茅todos. A pesar de los intentos de criminalizaci贸n, que incluyen encarcelamientos con cargos de terrorismo, el apoyo popular sigue siendo multitudinario. ¿Hacen falta m谩s ejemplos?
¿Violencia organizada?

¿De verdad alguien se cree que cada noche “grupos perfectamente organizados y entrenados” se dan cita para arrasar Barcelona como soldaditos enviados por Torra? Ese tipo de mensajes produce una distancia insalvable entre quien se arroga la exclusividad de dictar qu茅 es leg铆timo y quien enciende papeleras. El tertuliano est谩 tan aislado como “los violentos” (sic); a los chavales que se hacen selfies en las barricadas se la suda lo que digan en la tele. Su rabia no tiene por objetivo convencer a quien nunca les pregunt贸 ni les quiso escuchar.

Un movimiento no gana, ni pierde, “por ser violento”. Gana y pierde en funci贸n del consenso que consigue suscitar y la violencia es s贸lo uno de los muchos factores que operan al respecto. Provoca sonrojo escuchar la repetici贸n machacona de que lo de Barcelona est谩 perfectamente planificado. Cualquiera que haya presenciado disturbios organizados de verdad percibe las diferencias a simple vista. Me gustar铆a que el mosso Toni Castej贸n pasara una noche de disturbios en Estambul, Par铆s o Atenas para que pudiera comparar. Tal vez se le quitar铆a la tendencia a la hip茅rbole que demuestra cada vez que va a la tele.

Piensa en un chaval de 20 a帽os que lleva media vida escuchando que no hay que usar la violencia “porque es lo que ellos quieren”, que aguant贸 estoicamente el 1 de octubre y que ve que pacifistas recalcitrantes como Jordi Cuixart son condenados a 9 a帽os de prisi贸n por convocar movilizaciones pac铆ficas. Expl铆cale que por des贸rdenes p煤blicos la pena m谩xima son 3 a帽os. Piensa en este chaval cuando el gobierno auton贸mico de Torra env铆a a los Mossos para hostiarle porque s贸lo est谩 preocupado de mantener el cargo y controlar un movimiento que se ha independizado del ‘processisme’.



https://www.elcritic.cat/opinio/hibai-arbide/sobre-la-violencia-38187

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