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El Cuerpo y El Espíritu


Mauricio Castaño H
Historiador
Colombiakrítica

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El cuerpo refleja el espíritu, refracta cada uno de sus movimientos, imprime el mundo que se vive en nosotros. Es posible decir: la vida y el mundo se viven en mí. Vivo, existo, luego pienso. Primero la experiencia, lo real, luego el pensar. Primero el objeto, lo real, el mundo, luego el cogito, el cerebro: existo, luego pienso. No es un determinismo, más bien un devenir. La vida es devenir. La mano con la herramienta que fabrican, exteriorizan al Ser. 


Por sus obras los conoceréis. Cuerpo que secunda el alma, primero la materia, luego el espíritu. Somos lo que hacemos. «sólo somos a través de lo que fabricamos, de lo que edificamos… En rigor, incluso, esculpimos nuestro cuerpo, nos imprimimos sobre él, podemos leer en él, el ser que se expresa y expone.» Homenaje a  François Dagognet, acá lo seguimos, Cambio de Perspectiva, el Adentro y el Afuera, 2002. (p.3). Todo tiene que ver con todo. El afuera devela, revela el adentro ante la mirada atenta. Es toda una Filosofía del Exterior.


No importa su denominación, son dos realidades complementarias, solidarias unas de otras, para nada se oponen, no son adversas, ni mucho menos duales, ni una más superior a la otra. Cierta tradición filosófica, el aristotelismo por ejemplo, ha privilegiado lo sólo interior, alma o espíritu, en menoscabo de lo exterior, cuerpo, mundo, materia: los esclavos eran cosas, estaban despojados de alma, simples herramientas, por tanto devaluación de lo material y de las técnicas. Pero todo se manifiesta en la materia, en la obra realizada, allí se impregna el espíritu. Las ideas mismas vienen del afuera, se procesan en nuestro interior para luego salir esculpidas, procesadas, decantadas que serán dichas con cierto grado de satisfacción.


Alma, Respiración, Suspiro


Tan sólo ver que llegamos y nos vamos de este mundo con el primer y con el último suspiro. Vale la referencia a los conceptos de alma y espíritu. La vida está asociada con el aire que respiramos, el que anima nuestro cuerpo. Alma quiere decir animus. Ni somos totalmente internos ni externos, el afuera se refleja en el adentro, son dos hechos de una misma realidad. «El aparecer es suficiente para decir el ser que no deja nunca de exhibirse por algún lado; por lo demás, si se lo sabe: ‹ocultar es mostrar›, ganamos al no caer en la seudo disminución… seguramente que nos traicionará.» (ibid. p.6). El afuera es un interfaz entre el mundo y nosotros. Lo más profundo es la piel, todo está en la superficie. En las profundidades nos perdemos, todo tan oscuro nos enceguece. El sentir y su efecto de nuestra presencia en el mundo se nos presenta a la vista, en especial, ante los ojos atentos que saben mirar.


Sentir, Sentidos, empiria, experiencia


La experiencia, el sentir es filtro particular de cada quien, todo depende de las circunstancias de monumento y lugar. El sentir, los sentidos, nos abre al mundo exterior, pero el sufrimiento nos repliega sobre nosotros mismos, nos hunde, añade un mal al mal, se quita toda utilidad, no sirve para anunciar lo que nos amenaza y más bien se limita a intensificarlo. Recordar el duelo se supera con un sustituto, y luego, más allá, con el transcurrir del tiempo, el recuerdo se vuelve, se convierte en puro amor, ya no hay nada de aflicción, de dolor, sólo amor, puro amor del ser amado. No sobra anotar que un cuerpo, un ser amenazado, es un ser esclavo del peligro, todo el tiempo, a toda hora vive resguardado, atento del cuidado. El relax, la tranquilidad le es tan ajena y extraña como rara. El depredador no deja tener paz a la presa.

Somos un reflejo del mundo


El sentir, los sentidos, no se reducen a un juicio de lo mero cerebral, más bien la piel y el cerebro coexisten en una especie de simbiosis complementaria. «La sensación no nos entrega un ‹reflejo› de lo real sino más bien el efecto de nuestra presencia en este mundo, el anuncio de lo que nos ocurrirá.» El afuera es un interfaz entre el mundo y nosotros.


Los recuerdos dependen de la retención, son ser registrados después de ser seleccionados, y por el contrario, se pierde la facultad de recordar cuando se renuncia a la capacidad de retención… la memoria es selectiva. El sentir está ligado a nuestras necesidades, el mundo a nuestra semejanza. Arriba anotábamos que el recuerdo es selectivo, vital para preservar la persistencia de la vida. Y es así como la sensación, los sentidos aprehenden el mundo, el psiquismo los confecciona, los fabrica, no cesamos de ordenarlo, el mundo es cambiante y ondeante como el mar. El yo no se puede engendrar sin la ayuda del sentir, de las sensaciones. Los sentidos nos informan del mundo, son nuestra impiria, nuestra propia experiencia, incluso deformada, el mundo es la medida de mis sentidos, la subjetividad prima.


El Afuera y El Ser Social


Estar solos ya es demasiada compañía. Nunca estamos solos, incluso si hacemos el retiro a nuestra isla de intimidad, nuestros fantasmas nos acompañan. Nos debemos al mundo en el que vivimos, él nos moldea, nos incorporamos a sus ritmos y vaivenes, al espíritu de una época, el hombre es un animal social, en la soledad nos perdemos. Nunca estamos solos «Robinson Crusoe sigue en su isla en contacto con los otros hombres, porque las herramientas que ha salvado del naufragio, y sin las cuales no saldría adelante, lo mantienen en la civilización.» F. Dagognet. Ibídem) Lo individual y lo Social son indisociables, no se puede acceder al uno sin pasar por el otro del que no se separan.


Es de lógica, es normal, uno no puede condenarse así mismo, uno busca salidas, válvulas de escape donde aliviar sus angustias, el ser no puede ser condenado al repliegue y a la extenuación, a la timidez, él debe manifestarse, irradiar, revelar su potencia. El  tener constituye al Ser, se constituyen, se compenetran el uno al otro. Y sólo nos encerramos en sí mismos para volver, para regresar al combate mas fortalecidos, de por sí, tan sólo recordar que la vida son las funciones, son las fuerzas que resisten a las adversidades, a la muerte.

Interior y Exterior


El interior y el exterior son inseparables y complementarios, no sin vivir en permanente tensión, en bipolaridad. El exterior trata de imponerse sin lograrlo o bien el interior nos encierra en una prisión de una subjetividad aislada y debilitada, cerrarse sobre sí mismo, lo mismo con lo mismo termina por empobrecerse (Dagognet). En el pensamiento no es posible pensarse así mismo


«El adentro no deja de manifestarse en el afuera, el inconsciente ni está alojado en el fondo de nuestro ser, en una especie de oscuridad, se expresa a plena luz; pero en el sentido contrario, el adentro nace él mismo de la interiorización de un afuera impregnante; tampoco nos sorprende que él pueda de alguna manera volver a la superficie de donde viene.» (Dagognet). El yo se exterioriza, se despliega por el mundo, no se repliega sobre sí mismo.


El afuera es el mundo del hombre exteriorizado, somos lo que hacemos y cómo lo hacemos, nuestro yo interior se entrega al afuera a cielo abierto. «No somos lo que somos, somos lo que devenimos; no cesamos de esculpirnos. Pero lo esencial se deja ver, incluso si no lo vemos o lo vemos mal.» (Dagognet, p.78). Aunque no podemos dejar por fuera la educación. La educación es el afuera que modela, el término refiere a un viaje en compañía, el entorno educa y potencia para lo mejor y lo peor nuestras capacidades. Vamos del mundo sensible al inteligible que lo aclara.





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