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El paraíso y el infierno; el Caribe y los huracanes

OPINIÓN de Adriana Bianco.- Vivo en el paraíso: en el Caribe, en Florida, playas, sol, vegetación tropical y mar azul. Pero quien ha pasado los huracanes: Andrew, Katrina, Wilma, Harvey y ahora Irma y María, sabe que el paraíso tiene su infierno: los ciclones.

Devastación, cortes eléctricos y de comunicaciones, techos volados, árboles caídos, falta de agua, lluvia, inundaciones, vientos extremos y marea ciclónica. Soledad y pérdidas. La furia de la naturaleza sin control.

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Colapso en las autovías de Florida por la evacuación provocada por el huracán Irma

Yo no sabía hasta que le vi la cara a Andrew en 1992, reportando la región sur de la península, parecía una zona bombardeada. Nunca pensé que la fuerza de los vientos huracanados podría levantar techos y balcones, carros y barcos…

En 1998, el Mitch, no llegó hasta Estados Unidos pero provoco desastres en Centroamérica, recuerdo la cobertura de prensa del viaje de Hillary Clinton visitando las zonas devastadas de Honduras.

Fue en el 2005 cuando viví dos de los huracanes más potentes de la historia, que dejaron pérdidas millonarias. En agosto, con vientos de 300k/h, el Katrina, enorme animal que abarcaba todo el golfo de México, tocó tierra en Nueva Orleans, anegando el 80 % de la ciudad y convirtiéndose en la mayor vergüenza de la ingeniería civil americana. Recuerdo que había visitado el lugar pocos días atrás y comentaba con una amiga ingeniera, mientras paseábamos por el río Misissippi, la debilidad de las protecciones y diques costeros fluviales. Katrina arrasó todo produciendo gigantescas inundaciones. Hubo una investigación que dejó a muchos directores sin cabeza y reformas serias en la reconstrucción de los diques.

El gran fotógrafo norteamericano Polidoro, creador del Movimiento Post-catástrofe; dejó mudos a sus contemporáneos con sus testimonios visuales de una Nueva Orleans irreconocible, yo alcancé a ver la importante exposición llevada a cabo en el Museo Metropolitano de New York.

Katrina, no fue solo un huracán que dejo muchas perdidas materiales, casi 2000 muertos, medio millón de desplazados, fue un golpe de advertencia que se tomó en cuenta y el comienzo de reconsideraciones y planeación para estar mejor preparados para la emergencia. Fue también el despertar de la gran solidaridad y responsabilidad social de este pueblo americano, tan criticado por los europeos, y sin embargo, tan dispuesto ayudar siempre de manera rápida y firme. La unión y la fuerza estalla como otro gran viento ante el desastre y saca lo mejor de las personas, para superar la adversidad, mas allá de divisiones políticas y descontentos.

En 2002, me tocó reportear Sandy, con el gran apagón de Nueva York y Nueva Jersey, respetando su enorme diámetro de 1520 kilómetros y sus vientos huracanados, y con sorpresa de que un huracán llegara a la gran metrópoli.

Luego, sobreviví Wilma, que nos llegó el mismo 2005, en octubre, pasando el ojo sobre mi pequeña ciudad, dejándome sin auto, con ventanales rotos, sin comunicación, guarecida en la cocina mientras soplaban los vientos y por los ventanales veía la negrura y sentía la lluvia, asustada porque mi piso noveno oscilaba al compás del ulular del viento.

Con estos eventos del paraíso aterrice en el infierno.

A partir de entonces tomo muy en cuenta las informaciones meteorológicas y las indicaciones que los boletines y los partes oficiales nos indican.

Los huracanes se clasifican según la escala Saffer-Simpson en función de la velocidad de los vientos y la marejada ciclónica:
Categoría 1 vientos 119-153 km/h.
Categoría 2. 154-177km/h.
Categoría 3. 178-209km/h.
4. 210-240km/h. y
5. Vientos de 250km/h.

Estas categorías ayudan a saber la importancia de los vientos y comenzar a cubrir ventanas y puertas de vidrio. Retirar todo tipo de objeto de balcones o patios que pueden volar por el aire y dañar la casa.

Proveerse de agua, de alimentos no perecederos y prepararse para la falta de electricidad. Tener el ánimo alto y rezar para que se desvíe de su ruta. Algo que sucedió con el huracán Irma, derivándose y no impactando el centro de Florida. Por eso, aunque no tuve luz y agua, puedo contar esta historia.

Estos fenómenos surgen por varias condiciones, y cubren los meses de agosto-noviembre, llamada la temporada ciclónica del Caribe. Se suma el calentamiento de los océanos, por ser el verano tropical; el agua cálida alimenta la masa de nubes o bandas tropicales que giran sobre su ojo central. El aire que se mueve hacia arriba va girando y a medida que se eleva forma el ojo, a veces muy visible. El huracán se debilita al tocar tierra, diluyéndose en fuertes tormentas y lluvia.

El paraíso invita y a pesar de los huracanes, amo Florida, amo Miami.

Finalmente los huracanes son como una gran catarsis que nos desborda y nos devuelve la dimensión de lo que somos: humanos. Indefensos frente a la gran Naturaleza, pero también cada vez mas conscientes de nuestro cuidar el planeta y presionar para que se respeten las reglas ecológicas. Cada vez más conscientes de nuestra relación con esta madre natura que no perdona.

Estos miedos y estas reverencias a las fuerzas naturales también la vivieron los conquistadores españoles que llegaron a estas costas, Colón hace referencia en su diario a las grandes tempestades del Atlántico. El Caribe era temido no solo por los piratas, sino por los ciclones que llegaban arrasando con todo. Es a partir de los galeones hundidos en el Caribe que se puede llevar una cierta cronología de los huracanes. El Archivo General de la Indias guarda los secretos de estas navegaciones y de estos gigantes atmosféricos, que hoy se registran a través de los satélites de la Nasa y las estaciones meteorológicas, que determinan sus itinerarios posibles y el poder que han adquirido en su desarrollo.

El nacimiento de Key West, ese conjunto de islas paradisíacas rodeadas de mar, se debió a la necesidad de crear un lugar de rescate para los barcos ante las tormentas y huracanes en el siglo XVII. Hoy, irónicamente, el lugar de refugio y ayuda está arrasado por Irma y lentamente se reacomoda para volver a la normalidad. Aunque se están evaluando determinadas zonas para ver si realmente pueden ser nuevamente habitadas.

Durante dos semanas, con cobertura de los medios televisivos, radio y prensa hemos seguido e informado paso a paso la catástrofe de Irma, a la que ahora se suma el huracán José y María que devastó Puerto Rico y el terremoto de México, un hecho descomunal en la tierra Azteca que es región sísmica.

Las islas menores de las Antillas están devastadas con evacuaciones masivas, Puerto Rico, el sur de la Florida y Texas en Estados Unidos son zonas de emergencia.

Otro huracán humano se esta desarrollando a través de la solidaridad, la pronta asistencia del gobierno americano, que ya está limpiando las zonas afectadas y facilitando créditos de ayuda a los ciudadanos, como los toques de queda que evitan saqueos y desmanes, son medidas usuales, operativas, que empujan a la cadena civil a crear redes de ayuda por medio del internet, las iglesias, instituciones, televisoras que organizan donaciones y centros de acopio, facilitando la ayuda y coordinándola para la Cruz Roja Americana. Este huracán de amor y de unión es lo que nos mueve a seguir viviendo, a reponernos de las pérdidas y el dolor.

Esta mañana, cuando caminé por la playa viendo el mar suavemente ondulante y el sol nacer, supe que los huracanes son terribles pero más terrible es la estupidez humana que niega los problemas ambientales o piensa en cohetes y guerra.

También supe que el paraíso esta en nosotros, en la unión, el amor, el trabajo y la solidaridad humana.




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