OPINIÓN de Carlos Taibo | El lector desmemoriado.- Cuando era joven trabajé unos años como corrector de estilo. Aunque cierto es que, condenado a galeras, acabé revisando textos, más bien desagradables, de medicina, hubo una etapa gloriosa en la cual me tocó hincarle el diente a un buen puñado de novelas de Agatha Christie y, más aún, a algunas guías turísticas. Estas últimas, publicadas en origen en Inglaterra, eran comúnmente sórdidas. Incluían de vez en cuando, sin embargo, y supongo que a manera de compensación, algún arrebato de humor británico. Recuerdo, por ejemplo, que en una guía del sudeste asiático se desaconsejaba vivamente acudir a un locutorio telefónico para llamar, desde Birmania, a Europa o a Estados Unidos. Y se sugería que era preferible gastar un poco más de dinero y realizar la llamada desde el hotel. La guía apuntaba que, si el turista, pese a todo, deseaba servirse de un locutorio, lo mejor era que se pertrechase con alguna lectura ligera. Por ejemplo, decía, Gue