OPINIÓN de Claudia Brihuega Ortiz .- Otis Johnson ha pasado 44 años de su vida en prisión. Desde su ingreso en 1971, el mundo tal y como lo conocía se ha transformado. La tecnología, los sonidos, las luces, las personas y la velocidad a la que se suceden las cosas forman parte de su nueva realidad. La dificultad que encuentran estas personas reside en la adaptación a un ritmo de vida diferente del que dejaron atrás al entrar en prisión. La isla de Bastoy, en Noruega, es un recurso penal institucional alternativo. “Los presos envían sus solicitudes de ingreso pero, no podemos aceptar a todos”, explica Tom Eberhardt, director del recurso. Durante cinco años pueden vivir en la isla quienes hayan cumplido la mayoría de su condena y busquen su reinserción. Desde el momento en que la persona pisa tierra su pasado es olvidado, el delito pierde importancia. “Yo no puedo hacer nada para cambiar lo que hicieron pero sí puedo hacer algo para cambiar lo que son ahora y lo que serán mañana”, dice e