OPINIÓN de Julio Ortega Fraile El domingo 20 de marzo en Madrid, los cazadores utilizaron al mundo rural para su propio y siniestro beneficio, que no es otro que continuar matando a todos los animales a los que asesinan legalmente, añadir a esa inmensa lista las especies no cinegéticas o protegidas, sumar más lugares (ya disponen del 87.5% del territorio español) donde poder hacerlo incluyendo polígonos industriales o calles con gatos o perros callejeros y parques urbanos con cotorras, que las artes cinegéticas prohibidas dejen de estarlo y que se siga llamando accidente a cuando matan a un hombre que podaba sus viñedos porque "era clavado" a un jabalí. Con cinismo y desvergüenza y para no dejar de darle rienda suelta con impunidad a su sociopatía, usaron los problemas reales de una gente como esos agricultores que tan a menudo denuncian las tropelías que los escopeteros perpetran en su entorno profesional y familiar. Y los mismos que sonríen cuando se fotografían con los cad