OPINIÓN de Julio Ortega.-
El Director General de Agricultura y
Ganadería de la Junta de Comunidades, le recuerda a los municipios de la
provincia de Toledo que la existencia de animales vagabundos está prohibida. Por
tal motivo obliga los ayuntamientos a que recojan a los perros y gatos sin dueño
y, si transcurrido el plazo legal, no son reclamados -¿quién va a reclamar a
animales sin microchip, que fueron arrojados a la calle o que jamás tuvieron un
hogar?- se autoriza su ejecución. A decir verdad en sus protocolos la denominan
eutanasia, pero como no se trata de enfermos incurables sin otra alternativa
para acabar con sus terribles sufrimientos físicos y psíquicos no me sirve el
miserable eufemismo. Y digo miserable por su degeneración en boca de estos
desdentados éticos, que el Derecho a Morir Dignamente me parece eso: un derecho
inalienable.
Entonces, la conclusión es que no se
autorizan los animales errantes pero se sigue permitiendo, con visado legal, la
de criadores y de vendedores de mascotas, con visado moral la de niños que se
encaprichan de un cachorrito y de padres que se lo compran, y con visado de
dejadez penal la falta de microchip o el abandono. Pues a la vista de semejante
jurisprudencia y por razones de coherencia abogo también por siguiente:
Prohibir los drogadictos pero no los
narcotraficantes.
Prohibir el olor a monte y animales
quemados pero no los pirómanos.
Prohibir las gaviotas varadas en
chapapote pero no los vertidos en el mar.
Prohibir las mujeres con hematomas
pero no los maltratadores.
Prohibir los sesos de los suicidas
desparramados en las aceras pero no los desahucios...
Y si después, a pesar de la
legislación y del refuerzo del control, nos encontramos con toxicómanos,
caballos salvajes con quemaduras, pájaros cubiertos de petróleo o chicas con el
tabique nasal roto, podrán ser asesin... ¡Perdón!, les podrá ser aplicada la
eutanasia si nadie los reclama y esconde superado el tiempo legal. Los que se
habían tirado por una ventana quedan excluidos de este apartado.
Claro, que también se me ocurre que
podíamos prohibir que juren el cargo políticos (y asesores-técnicos) inútiles en
su imbecilidad y crueles en su ignorancia, pero decía Goethe que contra la
estupidez hasta los dioses luchan en vano. Qué no será nosotros que no somos
dioses y las víctimas de la misma, que no son ni humanas.