OPINIÓN de Ana Cuevas Pascual.- El asesinato despiadado de una joven anti-fascista en Charlottesville (EEUU) nos descubre que, el país más poderoso del mundo, también tiene los armarios abarrotados de espectros. Hay viejas heridas en la historia que no acaban de curarse. En España sabemos algo sobre esto. Aquí no faltan voceros revisionistas de la verdad histórica que niegan, o pretenden pasar página, de miles de crímenes que han quedado impunes. Ejecuciones, fosas abandonadas, torturas, violaciones... Todo se barre convenientemente bajo la alfombra del olvido. Si no, ¿cómo sería posible que el partido en el gobierno hubiera sido fundado por un ministro franquista? De aquello que no se habla, no existe. Invirtiendo la carga de la prueba, se tacha de revanchistas a quienes claman justicia. No se puede cimentar un gran país sobre la humillación y el desprecio a las víctimas de la dictadura. Sobre falacias e hipocresía. Así nos va.