OPINIÓN de Salvador González Briceño Se termina el reinado de la superpotencia, de la hegemonía en los dictados centralizados en un solo país como sucedía desde 1991 con la caída de la URSS. Los seguidores de Trump, en plena acción desesperada y último intento por rescatar una elección fraudulenta, vandalizaron el Capitolio Repudiado, cercado y solo, hoy parece no importar a nadie el futuro de Donald Trump, pero el trumpismo le sobrevivirá y los balances sobre sus políticas como presidente de un país en decadencia están por escribirse todavía. La historia es como un caprichoso bumerang: Todo lo que se hace se paga. Como dijo Jesús, según Mateo 25: “Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere”. O, el que escupe al cielo a la cara le cae. Y todo lo que empieza termina, cíclicamente aparte. Lapidario. El calificativo “enfermizo y desgarrador, el asalto al Capitolio”, del expresidente de Estados Unidos, George W. Bush (2001-2009), sobre lo sucedido el martes 6 de enero en