OPINIÓN de Álvaro Cuadra .- La estupidez es parte constitutiva de lo humano, pero alcanza su cumbre cuando se hace pública y notoria, tal es el caso de quienes actúan en lo político. La estupidez se manifiesta como desatino, despropósito, sutil forma de locura que está en la raíz del humor negro; se trata de algo que a todas luces contradice lo racional y mesurado, por lo mismo, risible. Todos hacemos, alguna vez, cosas estúpidas, sea por convicción o por apasionado amor. Lo humano y la estupidez se llevan bien. Los estúpidos nos hacen reír, nos entretienen y la mayoría de las veces contagian a sus públicos. Un oscuro artista francés de fines del siglo XIX -Alfred Jarry-, posee el mérito de haber reclamado los derechos de la estupidez y el absurdo, creando la “Pataphysique”, es decir, todo aquello que está más allá de cualquier “metafísica”. Creador de dos célebres personajes: Ubú y el Doctor Faustroll. La obra de Jarry ha tenido un gran impacto en el dominio estético, de hecho, la pat