OPINIÓN Carlos Luna Arvelo Venezuela Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía, ni dónde se dormía, sino como se iba adonde estaba la estatua de Bolívar. Estatua ecuestre de Simón Bolívar en la plaza Bolívar de la ciudad de Caracas, Venezuela. Muago. Dedicación de Dominio Público CC0 1.0 Dedicación a Dominio Público Universal de Creative Commons . Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos, y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar y a todos los que pelearon como el porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpos se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria. Bolívar era pe...