OPINIÓN de Pascual Serrano.- En su libro Cuba y la lucha por la democracia(Hiru, 2004), el que fuera embajador de Cuba en la ONU, ministro de Relaciones Exteriores y presidente de su Parlamento, Ricardo Alarcón, expresa su indignación por “esa perversa inversión de los términos que hace que los Gobiernos que respetan el democracímetro, aunque su población carezca de los más elementales derechos, y ni siquiera tenga la oportunidad de participar realmente en la gestión de los asuntos públicos, sean considerados democráticos, mientras que otro, que con todos esos derechos garantizados, y con cuotas de participación que ya quisieran aquellos, es, a los ojos del mundo, una dictadura”.
Se trata del “enfrentamiento entre dos formas de entender la democracia: la manera de Charles de Montesquieu y la manera de Jean Jacques Rousseau. La primera rinde culto a las formas, a la separación de poderes, a la garantía de los derechos civiles, al sufragio ritualista y formalista y a la representación co…