OPINIÓN de Carlos Carnicero .- El fenómeno podemos tuvo una efervescencia trepidante. Le ha ocurrido lo que a las marcas de detergentes, de lavadora o para limpiar la vajilla. Necesitan sobredosis de publicidad para vender. Si no se hace campaña desaparecen del imaginario del consumidor. Después de lograr la hazaña de obtener cinco escaños en el parlamento europeo, las apariciones de Pablo Iglesias y de otros líderes de la emergente formación en las tertulias de televisión constituyeron una especie de Sálvame de Luxe de la política. Los discursos fueron incendiarios y el postureo fue dejando en evidencia que el programa de Podemos era lo más parecido al contrato de Groucho Marx. Siempre estaba dispuesto a sacar otro. De pedir la nacionalización de la prensa para que fuera independiente han pasado a hacer silencio sobre la forma de Estado y a competir con aseveraciones moderadas con el espacio de centro. Le ha ocurrido como a los detergentes: en la media de que ya no causan sensación su