OPINI脫N de Carlos Carnicero.- He necesitado reposar el fallecimiento de Txiki Benegas. Ya de regreso a Madrid, despu茅s de asistir a su entierro en el cementerio de San Sebasti谩n, dejo en libertad mi memoria de tantos a帽os y tantos hechos que me vinculan para siempre con este excepcional pol铆tico vasco. Y, adem谩s y sobre todo, amigo del alma.
Conoc铆 a Jos茅 Mar铆a Benegas, que ya era Txiki, en el a帽o 1970. Nos estrenamos en la vida pol铆tica juntos trasladando m谩s all谩 de la frontera con Francia, en el coche de su padre, a una persona muy cercana a los dos que ten铆a que esconderse de la polic铆a franquista. El 31 de diciembre, la carretera estaba helada y desierta. En la frontera de Ir煤n apenas dieron atenci贸n, para nuestro alivio, a los pasaportes.
Y me hice u帽a y carne con 茅l en el verano del a帽o siguiente, en Londres, donde yo acud铆 en busca de un amor extraviado y 茅l perfeccionaba su ingl茅s una vez licenciado en derecho.
Han pasado muchos a帽os y sigo teniendo de Txiki la imagen eternamente joven de un rebelde so帽ador, luchador y comprometido. Nuestros caminos pol铆ticos iban por senderos distintos pero parejos. Aprovech谩bamos los viajes en coche para desplazar multicopistas robadas, panfletos o compa帽eros. Compartimos habitaci贸n humilde en Madrid, cuando acud铆amos a las reuniones de las direcciones de nuestros partidos, cada uno del suyo, por supuesto.
脡l ya era brillante. Joven secretario de las juventudes socialistas en el congreso de Suresnes. Desde el principio radicalmente opuesto al uso de la violencia pol铆tica, su prioridad era el restablecimiento de las libertades democr谩ticas.
Yo abandon茅 la pol铆tica o esta me dejo a mi, despu茅s de las elecciones generales de 1979, cuando fui candidato al congreso de los diputados por Guip煤zcoa. Pero segu铆 de cerca a Txiki cuando decid铆, tal vez un poco tarde, hacerme periodista.
Los hab铆a conocido a todos. A Felipe, a Alfonso, a Enrique M煤gica, a Ram贸n Jauregui, a Nicol谩s Redondo. Mucho talento y mucho instinto pol铆tico. En cuatro d铆as recompusieron el PSOE, que hab铆a quedado diluido en el exilio.
Txiki era un pol铆tico extraordinariamente inteligente, con un instinto innato para el di谩logo y para concertar posiciones. Asist铆, coincidiendo con 茅l, a reuniones del Gobierno Vasco en el exilio; ancianos honorables que todav铆a eran un entra帽able tap贸n para la eclosi贸n del nacionalismo vasco moderno.
Coincid铆 y convers茅 con Xabier Arzalluz en el entierro de Txiki. Recordamos episodios de entendimiento entre los dos pol铆ticos vascos, basados en la confianza de la palabra dada y en la discreci贸n. Entonces la pol铆tica no se realizaba necesariamente delante de las c谩maras y los micr贸fonos porque la soluci贸n era m谩s importante que el beneficio pol铆tico.
Nunca acept茅 la oferta de Txiki de afiliarme al PSOE; hab铆a tenido yo mis dosis suficientes de pol铆tica imposible, cuando era imposible imaginar la pol铆tica como una profesi贸n. Y me horrorizaba la idea de que alguien pudiera pensar que estaba siendo yo favorecido por mi relaci贸n personal con 茅l.
Sin embargo estuvimos siempre pr贸ximos y mi coraz贸n instalado inevitablemente en la izquierda, siempre estuvo presente en las andanzas de Txiki. En los funerales de tantos compa帽eros, polic铆as y ciudadanos. Desde el principio, cuando los funerales eran casi clandestinos, a la sombra de la ignominia de “algo habr谩n hecho”. Entonces ETA gozaba de la simpat铆a que produce creer que contra la dictadura y sus secuelas todos los m茅todos son leg铆timos. Episodios dur铆simos, como los asesinatos de Enrique Casas , Fernando M煤gica, Fernando Buesa y tantos otros.
Compartimos secretos y reflexiones en un respeto y una admiraci贸n que tambi茅n –y me da pudor decirlo en lo que a mi concierne- sent铆amos el uno por el otro.
Su instinto pol铆tico, su responsabilidad y su generosidad le llevaron a estar siempre al servicio del partido. Su obsesi贸n fue siempre la paz en Euskadi, a la que colabor贸 con extraordinaria competencia. Entonces la pol铆tica todav铆a ten铆a prestigio.
Son conocidos de sobra los momentos fundamentales de la transici贸n en los que Txiki fue protagonista, desde la aprobaci贸n de la Constituci贸n, del Estatuto de Gernika y la formaci贸n del primer gobierno vasco. Perteneci贸 Txiki a una 茅poca de grandes pol铆ticos honrados que fueron capaces de entenderse en momentos extraordinariamente complicados.
Pasaron los a帽os y los d铆as de gloria. Y Txiki sigui贸 preso de sus sue帽os a煤n cuando muchas manifestaciones le fueron adversas.
Hace poco menos de un a帽o almorzamos en Madrid por 煤ltima vez. Estaba ya Txiki herido de muerte, pero segu铆a con el cuaderno de notas y la estilogr谩fica dibujando nuevos sue帽os y nuevos proyectos.
Le interes贸 mi tesis sobre el papel fundamental de Jos茅 Mar铆a Aznar en la destrucci贸n del entendimiento como herramienta de la pol铆tica. Era Txiki, sobre todo, un hombre profundamente leal, incapaz de faltar a la palabra dada, pero con una crueldad arrolladora e inteligente para decir lo que de verdad pensaba de cada asunto.
Voy a extra帽ar a Txiki. Ya no quedan en activo pol铆ticos de su estirpe porque la fiebre modernizadora de la nada ha pasado la guada帽a por su generaci贸n que tambi茅n es la m铆a.
Observ茅 de cerca, de muy cerca, como introduc铆an el f茅retro en el nicho del cementerio de Polloe. Me negu茅 a pensar que all铆 estuviera 茅l. Siempre lo imaginar茅 eternamente joven, con el pelo revuelto al viento, ensayando discursos futuros en Hyde Park, en aquel verano del 71 en el que todo era de todos y nuestros sue帽os estaban compartidos.
Hay muertos que siempre estar谩n vivos, vibrando en la memoria. No son muchos. Pero desde luego, Txiki es uno de ellos.