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Rompiendo España...a hostia limpia

OPINIÓN de Ana Cuevas Pascual.- Mariano Rajoy declaró que, gracias a la intervención de las fuerzas policiales, el referéndum independentista no se había celebrado. Aunque no fue así exactamente. Desde primera hora de la madrugada era evidente que, al haber sido desmantelada la infraestructura logística, no se podría garantizar una consulta que cumpliera con los mínimos requisitos imprescindibles. Luego, amén de ser ilegal, el asunto se había quedado en una mera performance sin más validez que la de manifestar el sentimiento de un considerable número de ciudadanos catalanes. Algo no desdeñable, por otro lado.


Mariano, que es un tipo propenso a la inacción, podía haber dejado que el 1-O transcurriera sin violencia porque sus rivales separatistas ya estaban derrotados. Pero lo que hubiera haber pasado por un fraude electoral o una mera celebración festivalera, tomó una dimensión muy diferente cuando el presi, de manera excepcional, decidió salir del tancredismo que le caracteriza para zanjar el asunto a tortazo limpio. ¡Los del Govern no cabían en sí de gozo! Contaban con un aliado inesperado que ayudaba a multiplicar el número de independentistas con más eficacia que un vende-humos como Puigdemont. Con Rajoy y sus mariachis, el independentismo ha abandonado la minoría marginal para crecer víricamente. Y cada golpe que los del comando "Piolín" y compañía repartieron durante esta jornada trágica, ha desencadenado una epidemia de proporciones bíblicas.

El referéndum fue un fiasco. Pero aunque fuera una farsa, la desproporcionada respuesta del gobierno español le vale al Govern para legitimar ante el mundo la disparatada declaración de independencia de la República de Catalunya. Los dos bandos han jugado sucio desde el principio. Utilizando la sensibilidad de la gente, acudiendo a los más primigenios instintos para enfrentarnos, como manadas de lobos ovejunos, los unos contra los otros. Mintiendo y cambiando de piel y de principios sin prejuicios. Manipulando a todo trapo.

A mi me caen mal los dos gobiernos, que quieren que les diga. Como buena española, provengo de una larga estirpe de mezcla de razas y nacionalidades. Mi patria es la gente que cada día lucha dignamente por salir adelante, ya sea en Murcia o Mataró. Y cuando estos días escucho: "¡A por ellos!", una profunda tristeza se apodera de mí. ¿Acaso no se dan cuenta de que, ellos, somos nosotros?

Nosotras y nosotros. Catalanes y españoles, títeres todos en manos de un puñado de megalómanos dispuestos a destrozar la "patria" a garrotazos. Pero eso sí, que las hostias caigan en las cabezas de la ciudadanía. Mártires involuntarios de una noble causa. Y no hablo de ningún nacionalismo español o catalán. La causa que siempre se parapeta detrás de cualquier clase de violencia es el podrido dinero. Que no se engañe nadie. La sangre derramada por la irresponsabilidad del gobierno de Rajoy ( de la que tanto provecho va a sacar el independentismo) solo servirá para mantener el status quo de los que, a uno y otro lado de las tierras catalanas, llevan toda la vida chupándole la sangre a la clase trabajadora.

El daño está hecho y la fractura social debidamente alimentada por ambos bandos. Pero cumpliendo la ley de Rajoy: si algo es susceptible de hacerse peor, así se hará. Así que podemos esperarnos cualquier cosa, cualquier locura, para recuperar la Catalunya que salta de la olla a pesar de que sabe que va a caer en la sartén. La portada de la revista de humor "El Jueves" lo clava con una viñeta donde se muestra a Mariano tratando de recuperar a su amada Catalunya a hostia limpia. No parece una táctica muy civilizada y, a no ser que a los independentistas les vaya el rollo duro, tampoco eficaz.

Cada uno pasa a la historia como puede. Mariano lo hará como el catalizador necesario para que se creara la República de Catalunya. Una especie de Gandhi armado hasta los dientes que liberó al pueblo catalán de su propio yugo represivo. Repartiendo estopa, pero cada uno tiene sus métodos para azuzar patrioterismos. Algo así rezará en la estatua ecuestre que le levantarán en medio de las Ramblas.

Sarcasmos aparte, me duele ver cómo nos separan cuando tenemos tantos motivos para unirnos. En un país demócrata, la sensibilidad independentista se resolvería con política. No con porras o balas de goma. Al cruzar esa raya se pierde cualquier razón que se esgrimiera. Aunque solo fuera por estrategia, y no por respeto a las personas, no conviene arrojar gasolina para apagar un incendio. ¿Y si las llamas se expanden? ¿Y si saltan las chispas a otras comunidades?

Mariano, defendiendo la unidad de España, puede acabar desmembrándola. Yo le veo maneras. Mientras tanto, catalanes y españoles jugamos a tener criterio propio en este circo sin recabar en lo más importante: que no nos merecemos los políticos que tenemos.

Que deberíamos echarlos a todos a patadas. Pero, al contrario que ellos, preferiría utilizar mecanismos democráticos a reventarle a nadie la cabeza. A lo mejor es porque yo no soy ni tanto, ni tan española.















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