Redise帽ar la violencia, redibujar la crueldad
OPINI脫N de Julio Ortega.- Se oyen voces que desde 谩mbitos taurinos hablan de “reinventar el toreo”, sonidos de conceptos frescos para articular golpes de cr铆menes rancios pero al fin, por m谩s que se empe帽en en redise帽ar sus vestuarios, el traje que mejor le sienta a la cobard铆a es el de la hipocres铆a, y el sadismo no calza m谩s zapatos que los de la maldad. Mientras los crueles intentan modernizarse ocurre que su crueldad es siempre la misma, se mate por superstici贸n o por dinero, se queme la carne en la hoguera o se atraviesen las v铆sceras en la arena, ayer como hoy y hoy como ma帽ana, el rojo de la sangre de los inocentes en las manos de sus verdugos es id茅ntico.
Ganaderos, toreros, empresarios, alg煤n fil贸sofo del sanguinarismo, escritores y cantantes venidos a m谩s en la tauromaquia acaso por venidos a menos en la literatura y en la m煤sica, cronistas, un pu帽ado de pol铆ticos que llorar谩n por Cayetana y dieciocho nombres m谩s (que fue rejoneadora de toros, por cierto) y aficionados - ¿deber铆a a帽adir envilecidos o ya se sobreentiende en este contexto? -, vomitan ideas tratando de rescatar a la tauromaquia de su innegable agon铆a. Sus propuestas pasan por v铆as alternativas – que no excluyentes - de financiaci贸n, por otorgar m谩s decibelios, altavoces y auditorios a su difusi贸n y hasta sugiriendo nuevos formatos para herir y matar al toro, configuraciones innovadoras que sin dejar de hacer una cosa ni otra aparentan que hieren y matan menos. Llegan al dislate de proponer limitar los descabellos a dos intentos y en caso de fallo de ambos devolver el toro a los corrales. ¿Se puede ser m谩s imb茅cil y sa帽udo?, ¿en qu茅 terrible estado, con qu茅 sufrimiento infinito se mandar铆a a ese animal al establo despu茅s de los destrozos causados en su cuerpo por la pica, las banderillas, la espada y el par de puntillazos? Como V铆ctor Frankenstein juegan a resucitar, s贸lo que aquel regresaba a la vida a trozos de cad谩veres y estos quieren revivir a quienes los causan. Y con la diferencia de que los muertos de la creaci贸n del doctor yac铆an sobre las p谩ginas de una novela y estos otros muertos, los de la tauromaquia, son reales.
Pero no hay dinero, lo regale el estado, provenga de visitas a dehesas, del uso combinado – que tampoco excluyente - de los pat铆bulos de arena o de entradas para contemplar la tortura y asesinato de un toro, un novillo o un becerrito, a veces hay bola extra con el destripado de un caballo, que pueda rebajar los niveles de catecolaminas y betaendorfinas en la anal铆tica de los animales ejecutados ni las mentiras ocultar el desmesurado sufrimiento de los martirizados que est谩n a punto de morir. La violencia es violencia la apoye un profesor, un pol铆tico, un cantante o un matador, y que el toreo encarna una de sus formas m谩s absurdas y feroces es as铆 defiendan sus bondades desde un aula, se subvencione desde un esca帽o, se exalte entre acordes o se practique en un ruedo. La crueldad, la tortura, no hay que modernizarlas, hay que prohibirlas. La crisis disminuy贸 los subsidios a la tauromaquia en los 煤ltimos a帽os pero hace mucho que el progreso, los conocimientos y la 茅tica le vienen diezmando afici贸n, y aunque siempre habr谩 quien la d茅 buena, como sucede en tantos actos de brutalidad, el ego铆smo y el oscurantismo de un pu帽ado no han de amordazar la justicia que reclama la mayor铆a, y no es por el n煤mero, es por la raz贸n.
Pudo tener lugar en ritos sagrados de la Edad del Bronce, ocurrir dentro de un circo en la Antigua Roma con gladiadores, que los atravesara con su lanza Carlomagno en la Alta Edad Media o los acribillasen con ballestas los espectadores en la Sevilla de la Baja Edad Media, pudo ser el que mat贸 Carlos I para celebrar el nacimiento de Felipe II, acaso los que sirvieron para cobrarse el saldo de muertos en la rivalidad entre Juan Belmonte y Jos茅 G贸mez “Gallito”, los que mat贸 Luis Miguel Domingu铆n todav铆a con banderillas de fuego o los que revienta Juan Jos茅 Padilla ya sin ellas despu茅s de agredir a un polic铆a, tambi茅n los del torero Canales Rivera despu茅s de haber sido condenado por maltrato a su caballo. ¿Alguien me dice qu茅 diferencia hay, a lo largo de los siglos y del espacio, en el miedo y el dolor del animal? ¿Alguien me explica c贸mo miles de a帽os no han sido suficientes para que al hombre deje de disfrutar con ellos? S贸lo cambian el discurso y las apariencias, nada m谩s.
Se puede salir de la cloaca moral, ducharse, taparla y no volver a abrirla jam谩s. O se puede asomar medio cuerpo, una sonrisa entera, echarse colonia e invitar a entrar. Lo segundo es reinventar la podredumbre, es reinventar la tauromaquia.
Julio Ortega Fraile
Coordinador Plataforma “Manos Rojas”
@JOrtegaFr